Capítulo 22

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Estando en la casa de Lourdes no podía concentrarme en el proyecto, mis pensamientos estaban en lo que pasó con Steven. Me sentía inutil por no poder ayudarlo, la situación era difícil, pues mi madre ya había tomado una decisión y no habría quien la hiciera cambiar de opinión.

— Alison, ¡Alison! — La voz de Lourdes me saca de mis pensamientos.

— Sí, dime.

— ¿Te pasa algo? — Pregunta preocupada.

— No me pasa nada. — Respondí intentando parecer lo más normal posible.

— Sé que algo te pasa, porque de lo contrario no estarías así, como en otro planeta.

— Estoy bien, amiga.

— A mi no me puedes engañar, te conozco bien y sé que algo te pasa. — Insistió. — ¿Quieres contarme? Sabes que puedes contar conmigo.

— Ay, amiga. Yo estoy bien, pero es que en mi casa los ánimos están por el suelo.

— ¿Qué pasa? Cuéntame.

— El problema es con mi hermano y perdona que no te cuente pero es un asunto familiar, sólo te puedo decir que me siento como si estuviera viviendo una maldita pesadilla.

— En tú casa, cuando no es una cosa es la otra.

— Lo sé, cada vez es peor. Tantos problemas me tienen desconcentrada, en mi casa ya no puedo estudiar tranquila. — Dije algo triste.

— Con eso no habrá problemas, cuando tengas que estudiar me llamas y estudiamos aquí, en mi casa juntas. Así te despeja un poco la mente y te olvidas de tantos problemas.

— En ocasiones he pensado en irme de mi casa y olvidarme de todos.

— ¿Estás loca, Alison? ¿A dónde vas a ir?

— Lejos de mi familia, dónde ninguno de ellos sepa nada de mi.

— Déjate de estupideces, Alison. Mejor vamos a estudiar. — Dice algo enojada.

— No son estupideces. Sí no me he ido de mi casa es por mi madre que no está muy bien de salud.

— Alison, cambiemos de tema, ya me estás preocupando al escucharte hablar así.

— Tienes razón, vamos a terminar el proyecto. — Saqué una lista en donde decía claramente las instrucciones.

— Oye, ¿y qué es la vida de tu hermana Margaret?

— Ella se fue a vivir con el esposo. — Ella se queda desconcertada sin comprender nada por unos momentos.

— Bueno, vamos a terminar el proyecto y luego seguimos hablando.

Así pasamos toda la tarde, tranquilas preparando el proyecto. Sentí una tranquilidad tan grande que no quería regresar a mi casa. A diferencia de esta casa, la casa de Lourdes, en mi casa siempre era de un problema a otro, cada vez era peor con tantas discusiones, peleas, gritos, ya no sabía qué hacer. Pasaban los días y siempre era lo mismo, hasta llegué a pensar que hubiera sido mejor no haber salido nunca del hogar sustituto. Yo que desde pequeña siempre fui una niña que soñaba con tener un buen hogar con una buena familia, pero jamás imaginé que la realidad era otra. Mi familia es de esas  familias que nunca se ponen de acuerdo. Todo era un problema. Todo era un caos alrededor. Era de esas familias que les llaman "Familia disfuncional". Yo sólo vivía soñando con ser una gran paramédico aeronáutica. Cada día que pasaba era un reto para mi, ya sentía que mis fuerzas se agotaban y que todos los esfuerzos que hacía eran en vano.

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Pasaron varios meses y mi hermano Steven ya se había casado con Lilly. Ella continuaba sus estudios mientras que él tenía que trabajar día a día para cuando naciera su hijo nada le faltara. Él ya no vivía con nosotros, él había cambiado tanto con mi madre que ya no quería saber nada más de ella. El rencor que el sentía hacia mi madre por la manera en que lo trató cuando se enteró de que él había dejado los estudios y había embarazado a Lilly era grande. La comunicación entre él y yo ya no era constante, era muy pocas veces las que hablábamos, porque él siempre estaba ocupado en su trabajo pero siempre que podía me llamaba para saber de mi. Mi madre era muy conservadora en sus sentimientos pero yo sabía que en el fondo de su corazón ella extrañaba a Steven. 

Una tarde llegué de la escuela y la encontré muy triste y con lágrimas en sus mejillas.

— ¿Qué tienes, mamá? — Pregunté preocupada.

— Estoy bien, hija. No me pasa nada. — Intentó disimular pero su intento fue fallido.

— ¿Es por mi hermano Steven?

— Me hace tanta falta. Pero el no quiere saber nada de mi. — Me responde entre sollozos.

— Ya se le pasará cuando nazca su hijo. Dale tiempo, mamá. Él todavía no asimila lo que pasó, además todo pasó tan rápido.

— Gracias, hija, por consolarme y preocuparte por mi.

— No te preocupes, mamá. Sabes que te quiero mucho.

De un sueño a la Realidad(editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora