Pasaron varios meses y las visitas con nuestra madre eran mas frecuentes, ya no sentía nervios al verla, al pasar tantos momentos con ella en cada visita me hicieron darme cuenta de que no era mala, tampoco tenía un mal corazón.
Un día bien temprano en la mañana, llegó a la casa la señora Mercedes.
— Buenos días, Isabel —saludó con una sonrisa simpática.
— ¿Qué le trae por aquí? —le preguntó Isabel.
— Estoy aquí porque necesito hablar con usted.
La señora Isabel y Mercedes se dirigieron a la sala y de inmediato sentí nervios otra vez, o tal vez temor, o ambas cosas.
Me escondí en las escaleras pero solo se escuchaban murmullos a esta distancia, casi hablaban en susurros y así se me hacía casi imposible escuchar con claridad. Subí las escaleras sigilosamente y busqué a mi hermano, tenía un mal presentimiento, podía sentir que algo malo pasaba.
— Steven —golpeé la puerta de su habitación suavemente para que no me escucharan.
— ¿Qué pasa? Te noto nerviosa —me dijo en el momento en que abrió la puerta.
— La señora Mercedes está en la sala con Isabel.
— ¿Qué tiene de malo? Ella siempre viene, no tiene nada de extraño.
— Lo sé, pero siento que algo pasa. Se me hace raro si visita.
Escuché la voz de Mercedes.
— Es lo mejor para ellos —decía.
Caminamos hasta las escaleras para ver de qué se trataba, a qué se refería exactamente, pero por lo que alcanzamos a escuchar, supimos que hablaban de nosotros.
— ¿Lo mejor para ellos? —preguntó Isabel incrédula.
— Sabes tan bien como yo que esta decisión la toma la agencia, no yo.
— ¡La agencia no tiene la más remota idea de lo que es mejor para ellos, tampoco tiene idea de lo difícil que es todo esto para esos niños! -gritó Isabel enojada.
— Yo sé tanto como tú lo duro que ha sido para ellos todo estos años, especialmente para ella.
No sabíamos lo que sucedía, pero lo que sí sabíamos era que se trataba de nosotros.
— Tengo que hablar con ellos, no hagamos esto más difícil —dijo Mercedes en un pequeño tono de voz.
— Enseguida regreso.
Isabel se dirigió a la escaleras y Steven y yo corrimos a escondernos rápidamente para que Isabel no fuera a darse cuenta de que estábamos espiando.
— La señora Mercedes está aquí y necesita hablar con ustedes —nos dijo, sonaba extraña.
— En unos minutos bajamos —le dijo Steven viéndome de reojo.
— Los esperamos en la sala, no tarden.
Salió, pero antes de bajar las escaleras, se volvió a nosotros triste. Segundos después bajamos nosotros.
— Sé que se estarán preguntando que estoy haciendo aquí —habló Mercedes.
— ¿Pasa algo malo? —preguntó Steven.
— No, todo esta bien —dijo cruzando mirada con Isabel—. Estoy aquí porque la agencia me ha enviado a informales que a partir de la próxima semana vivirán con su madre.
Steven y yo nos miramos.
— ¡Yo no voy a ninguna parte! —gritó Steven.
— Sé que esto no es fácil para ustedes, pero la agencia a tomado la decisión y hay que seguir las normas.
— Isabel ha estado con nosotros durante todos estos años y no es justo para ella que ahora nos separen de su lado.
— Esto es difícil tan para ustedes tanto como para mí, pero las reglas son las reglas, y si me opongo la agencia tomará medidas drásticas contra mí —habló Isabel con tristeza y una lágrima cayó por su mejilla.
— ¿No te volveremos a ver? —pregunté asustada por la respuesta.
— Sí. Yo podría ir a visitarlos de vez en cuando, siempre y cuando la agencia me lo permita.
En ese momento sentí como si algo pesado cayera sobre mí, sentí como si mi pecho se comprimiera, no pude contener mis lágrimas y las ganas de abrazar a Isabel, la abracé tan fuerte que no quería apartarme de ella. Por tanto tiempo Isabel había estado con nosotros, ya sentía como si ella fuera mi madre, aunque sabía que no era así, pero a pesar de todo lo que habíamos vivido junto a ella, sentía en mi corazón que de no haber sido por Isabel, mi hermano y yo todavía estuviéramos en el centro de menores.
— No quiero irme —dije entre aquel abrazo.
— Lo sé, pero así son las cosas.
Me dijo Isabel.
Steven no dijo nada, solo la abrazó y, aunque el siempre ha sido de carácter fuerte, esta vez no pudo contener sus lágrimas.
— Bueno, yo me retiro, regreso la próxima semana a buscarlos. Tengan todo listo —habló Mercedes y tragó como si tuviera un nudo atravesado en su garganta.
— Todo estará listo —afirmó Isabel.
Tan pronto Mercedes se retiró, subí a mi habitación, al menos a la que fue mi habitación durante todos estos años. Sentí como si parte de mis sueños se desvanecieran, alguien llamó a la puerta captando mi atención y me acerqué para abrir.
— Alison, soy Kely, ¿Podemos hablar?
Escuché al estar a unos centímetros de la puerta.
— Mi madre me contó lo que pasó y quiero que sepas que lamento todo por lo que estás pasando.
— No es justo Kely, tu madre nos ha cuidado durante todos estos años y no se merece esto.
Le dije al abrir aquella puerta dejándola pasar.
— Lo sé. Creeme que haría lo que fuera para que nada de esto estuviera pasando, eres como una hermana para mí, aunque no lleves mi sangre —me abrazó.
— No sé que hacer —sollocé.
— Te dejo sola para que puedas pensar. Solo recuerda que estés donde estés siempre serás mi hermana. Te dejaré mi número para cuando quieras hablar con alguien.
Le sonreí y ella se fue.
Ya estando sola, sentí una presión en mi pecho, como si parte de mi corazón estaba en ese hogar con Isabel y su familia y la otra mitad de mi corazón sentía que mi lugar era con mi verdadera madre. Tenía miedo porque ya a mis 16 años había vivido tantos cambios en mi vida, tantos para una chica de mi edad.
Cómo me gustaría tener una vida normal como las otras chicas.
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De un sueño a la Realidad(editando)
Ficción GeneralA lo largo de nuestras vidas, siempre vivimos de sueños esperando que se hagan realidad. Pero logramos despertar y abrir los ojos y es ahí cuando nos damos cuenta de que la realidad es otra, la cual tenemos que enfrentar día a día. Pero... ¿Que pasa...