Corazón incompleto de una imbécil

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No sé qué se me ha perdido en tí;

no me has robado la alegría,

ni el corazón,

ni me has dejado vacía.

Será porque no me has enseñado nada;

ni me has regalado sonrisas,

ni una pieza de mi corazón,

ni me llenaste alguna vez.

Nunca lo hiciste,

porque nunca te acercaste a mí,

ni yo adonde tí,

aunque soñara siempre con tu olor.

Y de verdad te digo

cuando confieso que me hiciste

lo peor que uno puede sentir;

mariposas encerradas en el cuerpo,

mofletes rojas, ruborizadas,

cuando ni siquiera te diste cuenta de que estaba ahí.

No,

no eres ciego,

ni yo imbécil,

pero lo parezco.

Porque veo que no quieres nada conmigo,

pero no me rindo,

aunque termine llorando por tí,

sin que tú lo sepas.

Un juego de idiotas,

donde estoy jugando sola,

contra la pared,

sabiendo que el silencio me gana la partida,

y del amor ni hablemos,

que perdí sin remedio.

Ni siquiera doy lástima,

porque soy la tonta de turno

que piensa que todo es tan fácil

como pedir un deseo,

o soñar con tu príncipe rojo.

Qué digo príncipe,

tu alma gemela.

Que él no lo es ni de lejos,

pero tu crees en las casualidades,

esas que nunca han sucedido...

por algo será.

Despierta niña,

todavía no has probado

el gusto amargo de la vida,

ese que no se olvida,

ni deja dormir cinco minutos,

ni llorando,

ni gritando,

ni arrastrándote.

No.

Aprende,

que para algo viniste,

aprendiz.

Entiende que

si tú eres libre para enamorar,

él también es libre para odiarte,

y no elegirte.

Sé que es duro ver que sus pupílas se dilatan

al ver a tu amiga

y que hacen una pareja perfecta,

cuando tú querrías ser la princesa del cuento.

Lo sé.

Te pido que lo olvides,

que chicos hay millones,

pero amigas,

sólo tres.

Rozando lo AbsurdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora