De turismo por la vida

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Tú,

mi Roma,

qué difícil es salir de ti,

cuando todos los caminos conducen a Roma,

sobre todo cuando no quieres salir de allí.

Y esa es la cuestión,

que te odio,

que te quiero lejos de mi,

pero que en el fondo,

muy en el fondo,

eres ese amuleto que hace

que si me tropiezo,

me encuentre con una moneda.

El que hace que respirar duela menos.

El que convierte mi día en uno bueno.

Y que yo,

no soy tu París,

que no te pediré una caja de bombones

cuando prefiero una manzana envenenada,

sobre todo cuando con ello me regalas un ramo de flores.

Y esa es la cuestión,

que te quiero,

que necesito que estés a mi lado,

pero que en el fondo,

aunque no tan en fondo,

eres esa roca que hace

que si me tropiezo,

termine en una ambulancia.

El que hace que gritarte duela un poco más.

El que convierte mi día...

en uno de los peores.

Y que nosotros,

no somos la torre de Pisa,

que no nos torceremos

cuando estamos sobre tierra firme

sobre todo cuando no quiero terminar tumbada contigo.

Y esa es la cuestión,

que me quieres,

que no te necesito,

y que en el fondo,

aunque demasiado en el fondo,

que me odias,

y que yo te necesito,

para no tropezar con una piedra,

para no encontrarme con una moneda

ni con una ambulancia.

Que ni respirar ni gritar cambia el sentido de la vida.

Que tener un día bueno o malo,

ya no depende de ti,

ya solo depende de un nosotros,

que algún día existió,

pero que ya borré la última huella.

Ahora depende...

Depende en mi.

Rozando lo AbsurdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora