Y dime, ¿mereció la pena?

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Y dime,
¿mereció la pena?
Tantos esfuerzos,
lágrimas en formas de sudor,
tanto apretón de dientes,
para esto.
Sí, para esto,
para ir de zancadilla en zancadilla,
de salto a caída.
Para esto.
Sí, para esto,
para la vida.
Llámalo como quieras,
llámalo vida,
llámalo alegría,
llámalo afilado,
llámalo como quieras,
que sigue siendo la misma mierda.
Sí, esa mierda que te obliga a levantarte
cuando caes,
porque sino alguien te aplasta.
Este gran teatro tan inservible,
donde mil actuan,
y uno sonrie tan maliciosamente,
tan descaradamente,
que te das cuenta de que tú no puedes cambiar
tu posición en el escenario,
y que no tiene porqué ocultar su poder,
porque nadie puede ganarle.
Y no lo sé,
pero lo que sea o quien sea el que controle
dichosa barbaridad,
el que controle estos muñecos de madera mientras está borracho,
desdeñado,
no se merece ni una pizca de dignidad.
Pero somos tan fantasiosos,
insaciables,
inocentes...
que nos dicen que seremos actores de Hollywood,
y nosotros,
con los ojos muy abiertos como niños -porque eso somos-,
con una sonrisa que todavía no aparece por la emoción,
como a los niños -porque lo somos-
y con sueños como montañas rusas de nuestro supuesto
y fantasioso futuro como lo haría cualquer niño -porque lo somos-
asentímos cuando nos ofrecen un pequeño cuadrante del escenario
en el que actuaremos.
Y dime,
¿merece todo esto la pena?
Tantas ilusiones,
sonrisas ocultas bajo ojos rojos de llorar,
tantos suspiros sin dirección,
que nadie los escucha.
Pero qué más da,
si todos estamos suspirando.
Si la niebla es un almacén de suspiros.
Si las nubes son baules de suspiros,
que se precipitan contra el suelo
como nuestras esperanzas,
en fín,
en forma de lágrimas perdidas,
sin dueño.

Rozando lo AbsurdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora