Punto. Final.

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Puntos destinados a poner un fin en las historias,

como el último abrazo en una despedida.

Un último suspiro del humano,

la meta de una carrera inexistente.

Aquel punto,

redondo,

regordete,

que drásticamente

termina una confesión.

Un silencio incómodo,

momentos en los que nadie sabe qué hacer,

el tic-tac de los relojes impacientes,

todo ello trae el punto.


Como si estuvieras corriendo en una frase contando algo importante hasta que se terminara lo que querías decir. Punto.


Como si estuvieras corriendo lo más rápido que pudieras en una pradera en el monte y te dieras cuenta de que habías llegado al acantilado y tenías que parar porque sino caías. Punto.


Esos redondos,

que parecen menos afilados que los comas,

pero que al final son los que más cortan,

los que abren heridas,

y cierran conversaciones,

despedidas.

Lágrimas... no. Las lágrimas no terminan con los puntos.

Rozando lo AbsurdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora