Capítulo 12: Pequeños detalles

18 4 4
                                    

Luego de ese arrebato por parte de Erin y de que se fuera no lo volví a ver hasta llegada la tarde-noche. Feeb y uno de los soldados fueron al pueblo por ropa, más mantas y comida. Junto con Hees, Joy y Zik cubrimos la cueva con enredaderas y arbustos, aunque un poco muertos por la llegada del frío, y barriles llenos de cereales, agua y otras provisiones que serían necesarias en caso de tener que recurrir al refugio. Zach no soltaba su arma improvisada de ninguna manera y en ocasiones intentaba "tomar prestada" alguna de los soldados mientras estaban concentrando cosechando, cortando madera o simplemente paseando distraídos. Hope se veía entretenida paseando de acá para allá con un joven soldado, tal vez de la misma edad que ella. Feyz se dedicó a cultivar lo poco que se podía en invierno: zanahorias, lechuga, rábanos y guisantes, también algunas plantas medicinales como la caléndula. Mientras, Weyb improvisaba un techo sobre los cultivos para protegerlos de las futuras nevadas ayudada de un amable soldado.  

Llegado el atardecer, los rayos del sol entregaron su última luz y calor sobre el valle. La temperatura bajó rápidamente. Corrí al cuarto buscando mi capa pero lo que me encontré fue algo muy diferente. Un ramo de hermosas y perfumadas flores; sus pétalos eran de un tono violeta azulado, diminutas flores surgiendo en grandes racimos compactos. El color de las flores resaltaban en contraste con sus hojas perennes, de un verde intenso y lustroso. El aroma dulce llenaba el ambiente dándote una sensación relajante y placentera. Una pequeña nota en un papel amarillento y desgastado descansaba entre sus hojas, el trazo era negro y grueso. Había solo dos palabras escritas...

-Lo siento.

Pegué un salto y antes de que pudiera darme cuenta ya había sacado la daga del cinturón que llevaba en el uniforme. Algunos soldados habían preguntado de donde lo había sacado, respondí que se lo había robado hace algún tiempo a un soldado del FE que vagaba borracho por el pueblo. Erin nunca preguntó nada. Estaba apoyado en el marco de la puerta, la luz que se colaba por el pasillo lo dejaba en solo sombras, una figura oscura en mi campo de visión, pero sabía que era él. Guardé la daga tan rápido como la había sacado con la esperanza de que no lo hubiese notado. Dio un paso dentro de la habitación y luego otro hasta estar frente a mí. Su voz fue dulce y melodiosa, no había rastros del Erin de esta mañana.

-Son Verónicas. Eran las últimas que quedaban, al fondo del valle. Pensé que si de todas formas morirían por el frío sería bueno al menos regalarlas a alguien.-agachó la cabeza por un segundo, luego la levantó y me miró- Quería pedir disculpas. Sé que no fui de tu agrado desde el principio y que no tienes razones para confiar en mí, tampoco es que te las haya dado... Sé que no podemos empezar de nuevo pero tal vez lograr congeniar, comenzar a llevarnos mejor. Perdón por como actué hoy temprano, solo estaba un poco enfadado, quizás un poco celoso. No espero que me perdones ahora mismo, pero sí que lo consideres.

Me quedé atónita por lo que estaba escuchando. No supe que responder, Erin se dio la vuelta y se marchó igual de silencioso como había venido. Miré a la puerta y luego las flores, la puerta y las flores, y así unas cuantas veces hasta que salí de mi estupefacción y salí tras él.

No cabía dudas de que sus intenciones habían sido sinceras, aunque no había sido para nada honesto desde su llegada. No sabía que le diría cuando lo alcanzara, ni como reaccionaría a lo que fuera que le dijese, pero creí que no perdía nada por intentarlo. Bajé las escaleras saltando de escalón a escalón, Feeb entró por la puerta en el momento en que yo llegaba a ella. Por poco logré esquivarla y al soldado detrás de ella. Vislumbré a lo lejos una sombra alta y delgada caminando hacía los campos de cultivo.

 El sol se había escondido casi por completo, el cielo una infinidad de colores, desde el rosa, naranja y morado donde el sol se ponía hasta el azul oscuro y penetrante donde la luna se asomaba majestuosa junto con su ejército de estrellas. Erin se sentó en la hierba sobre la colina, llegué a él y me senté a su lado. El frió de la tierra penetró en mi pantalón y le dí la bienvenida, mis dedos recorrieron la hierba, fresca y húmeda por el rocío, mis dedos se volvieron helados pero no importó.  Mirar la extensión de tierra frente a nosotros, los altos guardianes que nos rodeaban ahora en sombras por el crepúsculo detrás de ellos, el infinito cielo como una obra de arte hecha por el mejor artista, expresando diversidad de sentimientos en cada trazo del pincel en la inmensidad del espacio, era simplemente maravilloso y un sensación imposible de explicar. Nada de lo ocurriera en el futuro que nos esperaba podría alterar la belleza de este mundo, o eso quería creer. 

-Eso es algo que me encanta de ti.- me giré hacía a Erin con el ceño fruncido.

-¿Qué cosa?-pregunté confundida.

-Eso, esa mirada- lo miré sin entender aún. Rió por lo bajo y me miró a los ojos- Miras todo con asombro y encanto, ves la belleza en cosas que muchos no son capaces de ver.- arrancó una hierba de la tierra y la sostuvo frente a mi rostro- Puedes quedarte horas mirando una aburrida hebra de pasto como si fuera en realidad una pintura magnífica. Te he observado, miras la llanura, los árboles, los animales pero no los ves a ellos. O será que es al revés, tú eres la que los ves realmente y nosotros solo vemos... una cosa completamente normal y aburrida. Una cosa obsoleta.

Volvió la vista a la luna que se asomaba por sobre los picos más bajos. Quería decir algo pero las palabras no salían. Quería decir gracias o te perdono, pero no emitía sonido alguno. Finalmente me rendí. Nos quedamos por lo que parecieron horas -seguramente fueron solo minutos- en silencio mirando la nada. No era un silencio incómodo, era más bien uno de esos que dejan en claro que todo estaba bien.

 En algún momento la capa llegó a mis hombros, mis pelos se habían cubierto de pequeñas gotas como cristal y los dedos de mis manos y pies se habían vuelto rígidos y fríos como hielo. En la cabaña, Weyb asomó la cabeza por la puerta y nos llamó para la cena.  Ninguno dijo nada mientras caminábamos hacia la casa, tampoco durante la comida. Terminamos y cada uno levantó su plato y lo lavó. Nos dirigimos a nuestros respectivos lugares para dormir. Antes de subir las escaleras me giré hacia Erin que echaba una manta en el suelo para acostarse.

-Gracias.- Él solo me miró, asintió y sonrió un poco, apenas un asomo de una sonrisa.  Hees estaba detrás con una manta doblada bajo su brazo, mirándome. Asentí en su dirección como saludo.- Hasta mañana.

Algunos respondieron, la mayoría tan solo asintieron. Subí las escaleras y me recosté en el suelo al lado de la cama envuelta en una manta. No podía recordar una vez en la que haya dormido tan tranquila.

...................

Y he aquí el siguiente capítulo como disculpa. Espero lo compense y que también lo disfruten. No es un amor Erin?? Besotes -Flor

ThiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora