La espalda me dolía horrores. Plantarme frente a todos y notificarles que la huida y el descanso de los problemas habían terminado había sido, dentro de todo, fácil. Lo que vino después no lo fue. Las decenas de preguntas, de quejas, de exclamaciones de horror y de alegría, las emociones que despertaba en cada uno me bombardearon los oídos y la cabeza que estaba a punto de partirse del dolor. Joy me había alejado del grupo y me había recriminado. Me acusó de estar loca, de querer matarnos a todos, de no pensar en las consecuencias, de no pensar en los demás... Me tragué mis palabras hasta que terminó. No puedo decir que terminamos en buenos términos, mucho menos decir que habíamos llegado a un acuerdo, pero la suma final era todos contra Joy. Es decir, entrenar duro y crear soldados (algo aún más duro).
El entrenamiento comenzaría mañana y hoy prepararíamos todos los instrumentos necesarios para la práctica: dianas para practicar arqueria, muñecos de paja, y recolectar todo el armamento existente en el valle. La mayoría de esto se encargarían los soldados. Empezarían practicando con el arco y flecha, algunos ejercicios de defensa, otros de ataque y finalmente con las espadas.
Caminé a lo largo del pastizal, meditando. En toda mi vida no me había arrepentido de nada y esperaba que no tuviera que hacerlo ahora. Si me equivocaba, si todo esto acababa en tragedia y muerte no me lo perdonaría nunca. Miré el cielo celeste moteado de nubes grises.
-Por favor papá, dime que estoy obrando bien. Dime que no me he equivocado.
Bajé la vista rendida al no conseguir respuesta y seguí caminando. A los pocos pasos una voz susurró a mis espaldas.
-Lo que haces es lo correcto.
Miré a Erin. Su expresión era totalmente sincera. Me vino a la mente la noche anterior, cuando me acuno en sus brazos y me llevó a la habitación. Como me había sentido realmente acompañada con él a los pies de la pequeña cama. También recordé la voz de Hees en mi cabeza, atravesando mi sueño, y su carta.
-¿Cómo puedes estar tan seguro?
-Thilia necesita un cambio, un impulso, una rayo de esperanza y creo que esto podría serlo. Ya hemos vivido mucho tiempo bajo el poder de ese tirano y creo que es hora de que alguien más tome su lugar.
Asentí no del todo convencida. Seguimos caminando por un rato. Hablamos de temas al azar, como solíamos hacer.
-¿Piensas contarme alguna vez la verdad?-preguntó de repente
-¿A qué te refieres?
-Sabes a lo que me refiero. La verdadera tú.
La verdadera yo. Eso me desconcertó, había sido siempre de la misma forma, siempre había sido yo misma a pesar de mis múltiples identidades. Aunque sabía a qué se refería el hecho de pensar que me veía como una falsa me entristecía. <¿Acaso no lo soy?¿No he dicho ser otra persona totalmente distinta?> . Suspiré.
-De acuerdo. Pregúntame e intentaré contestarte con la verdad.
-¿Tu verdadero nombre es Graxe?-preguntó rápidamente. Lo miré con ojos bien abiertos sin poder creerlo.
-¡Claro que si!
-Bueno, lo siento. Tenía que verificar- frunció los hombros y levantó ambas manos. Rodé los ojos y esperé que la siguiente pregunta.- ¿Qué pasó realmente con tus padres?
-Mi madre murió cuando era muy pequeña, no tengo recuerdos de ella. Mi padre era soldado de la guardia real de Yar, el me crió y me enseñó todo lo que sé.
-Y... ¿qué ocurrió?
-Murió.
-Bueno, eso es algo evidente por la forma en la que hablas, en pasado.
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Thilia
FantasyCuando Graxe decide que ya no puede seguir con el trabajo para el que fue entrenada toda su vida, se escapa del imperio con la esperanza de huir de todos sus males. Pero el camino fácil no siempre resulta como esperas. Graxe se ve envuelta nuevament...