Capítulo 23: Huida y fracaso

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 Mi primer instinto fue correr hacia él y arrojarme a sus brazos. En su lugar salimos corriendo. Por la improvisada soga subían los guardias y a unos metros otro grupo de guardias corren hacia nosotros. 

Corremos por los tejados, saltamos de techo en techo por las distintas torres del palacio. Cuatro guardias nos pisan los talones. Llegamos a la terraza de la torre norte; allí nos esperan media docena más de soldados del FE. Detrás nuestro llegan los guardias. Nos rodean, miro a Yaka y a Hees con una mirada inquisitiva. Estos responden sacando las armas, Yaka me entrega una espada de doble filo. 

El ruido de metal contra metal es lo único que se escucha por largo rato. Danzamos por la terraza en una coreografía de violencia, sangre y sudor casi ensayada. Dos guardias caen por el balcón al ser empujados por Hees. Yaka arremete contra uno de las Fuerzas Especiales; está tan concentrada que no nota que un soldado se le acerca por la espalda. Grito, pero no me oye. Del otro lado Hees pelea con tres hombres y uno, el más alto y fornido, se aproxima a paso rápido. Ambos, Hees y Yaka, parecen agotados. Nos están superando. 

Otro soldado se me acerca, sus ojos brillan con una crueldad inexplicable y el hacha en su mano brilla bajo la luz del sol cuando se avecina buscando cortarme un brazo. Mi espada se alza y bloquea el golpe, pero no evita que el brazo tiemble ante la fuerza y pierda el equilibrio por un segundo. Caigo, el soldado (semejante a un monstruo con sus facciones deformadas en una mueca) se cierne sobre mi, su hacha se levanta ocultando el sol por unos momentos, descubro su torso totalmente desprovisto de protección. Tomo la espada y no espero un segundo más para atravesar su estómago hasta la empuñadura. El hacha dura unos segundos más suspendida en en aire antes de caer sobre mi cabeza. Giro y por un milímetro mi cabeza no rueda por el balcón. Miro a Hees que ya derribó a dos de los hombres y pelea con los otros dos. Yaka en cambio sigue sin notar que se le acercan por la espalda y aún no me oye. Está demasiado cerca. Mis entrañas se retuercen ante la idea.

Con la adrenalina corriendo por mis venas los segundos se convierten en horas, el tiempo que me lleva llegar hasta ella se hace eterno. En el estupor de la batalla, los sentidos se nublan, tu alrededor desaparece, no ves el gigante que corre hacia ti por la derecha y te derriba. La cabeza golpea contra el duro suelo, te pitan los oídos, tu vista se vuelve borrosa y todo da vueltas, no puedes ponerte en pie, no comprendes lo que sucede, solo ves retazos de lo que ocurre en tu periferia. Otro gigante sujeta a Hees cuyos pies patalean sin tocar el suelo. Yaka cae al suelo desmayada, una criatura enjuta y uniformada la mira con desdén. Lo último que veo es la puerta de la torre norte cerrarse tras de nosotros mientras nos arrastran a la oscuridad.


El piso bajo mi mejilla es frío y liso. Brilla con el resplandor de las antorchas que cuelgan de las columnas, bajo ellas se luce el estandarte del nuevo emperador, un lobo aullando a las estrellas rodeado de laureles y el lema "patientiam ad pugna, callidus condicionibus" bordado con hilo dorado. Paciencia en la lucha, astucia en la diplomacia, que ironía. Me río internamente. 

Apoyo ambas manos contra el mármol del suelo e intento levantarme. La cabeza me da vuelas mientras levanto la mirada de las lustrosas botas que tengo en frente. Leonnidas me mira entre curioso, divertido e irritado. Detrás de él dos guardias sostienen a Yaka y Hees, cuelgan inconscientes entre los fornidos brazos de los hombres. 

-Me sorprende que creas que podías escapar. ¿Acaso no sabes que sigo todos tus movimientos en todo momento? Lo he hecho por todo este tiempo

Lo observo entre aturdida, confundida, y curiosa.

-Es cierto que me costó mucho mantenerte el paso y conseguir nuevos espías cuando matabas a alguno o los confundías hasta que te perdían completamente y a su vez mi confianza... Pero bueno, puedo afirmar que todo valió la pena. 

Se dio la vuelta al escuchar pasos que se aproximaban desde la puerta de servicio detrás de dos columnas. Un joven de pelo castaño al que no tardé en reconocer se asomó por detrás de una columna y camino muy diestro hacia el nuevo emperador. 

-Ah, veo que ya te los han entregado- Taris mira a Yar como un cachorro mira a su madre. Me da asco. 

Me escucho gruñir y siento como palabras no aptas para una dama luchan por salir de mi boca. Ambos, Leonnidas y Taris, me miran como si fuera un animal salvaje al que hay que domesticar. Taris le susurra algo al emperador, él ríe y le responde también en susurro. Intento pararme pero un fuerte tirón en el tobillo me tira nuevamente al suelo. Un guardia me tiene sujeta por una gruesa cadena que llega al grillete en mi tobillo derecho. Lo miro furibunda, aunque él ni lo nota. 

-Creo que es suficiente- dice Yar de repente aburrido de tanta charla- Llévenlos a las celdas, mañana serán ejecutados junto con el resto. En cuanto a ti -sus ojos me miran fijo y una sonrisa que espero no volver a verla cruza su rostro- Enciérrenla en la habitación. Pero esta vez aseguren bien puertas y ventanas, quiero guardias en todas las posibles salidas y entradas. 

Sentí algo caer fuertemente en mi nuca y luego no vi nada más.


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Perdoooooooooooooooooooooon, perdón, perdón, perdón!!!! Sé que tardé mil años en escribir y para colmo es un capítulo súper corto pero es que no tengo tiempo y tampoco inspiración! Estoy muy estresada y tengo muchas cosas que hacer y estudiar.... así que perdonen por tardar en subir capítulos. Saben que los amo, no? -Flor

ThiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora