Capítulo 14: Y si pudiéramos...?

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Escuchaba como Erin se reía por lo bajo mientras por mi parte me masajeaba la sien pensando como hacer para que Zach olvidara su ridícula idea. Había pasado una semana y no mostraba indicio alguno de que dejara de creer que debíamos derrocar a Yar. Corría de aquí para allá espada de madera en mano, fingiendo que peleaba contra un soldado invisible. De vez en cuando era suplantado por uno verdadero, los hombres de Hees le seguían la corriente aunque estaba claro que también les preocupaba, de manera más reducida que a mí. Joy seguía insistiendo que pronto se calmaría, pero ya no lo decía con la misma convicción que antes. 

Por otro lado, Erin se había mostrado amable y atento en todo momento. Pasábamos mucho tiempo juntos y empezaba a agradarme su compañía. A veces teníamos largas conversaciones sobre un tema al azar y otras veces solo nos quedábamos en silencio, ese que es cómodo y agradable. Hees, aunque me saludaba cada vez que nos cruzábamos e intercambiábamos  algunas palabras, se lo veía distante, su sonrisa habitual no aparecía muy a menudo y dedicaba largo rato a sentarse en el linde del bosque bajo un árbol, desnudo por la próxima llegada del invierno, mirando todo y nada a la vez. Se lo veía perdido, ausente. Varias veces quería ir con él y acompañarlo, ayudarlo con lo que sea que lo atormentara, pero cuando me decidía justo llegaba Erin y me distraía, llevándome con él a donde sea que tenía planeado. 

Nos levantamos con el grito de Feeb que nos llamaba para comer. Caminamos en silencio y el aroma a carne asada nos recibió al entrar. La sala estaba abarrotada de personas, como era últimamente, y el murmullo constante llenaba la sala como una no tan dulce melodía. La mesa había sido reemplazada por una mucho más grande, cortesía de los hombres de Hees que se habían cansado de comer en el piso, hecha con el tronco de un árbol de nuestro pequeño bosque. No estaba tan lisa y perfeccionada como la anterior, pero servía. 

Nos sentamos uno junto al otro en el centro de la mesa. Hees me sonrió del otro lado frente a mí, pero  rápidamente se borró y fue suplantada por un rostro serio y tenso. Apretaba la mandíbula, sus labios eran una fina linea y juraría que sus manos estaban apretadas en puños por debajo de la mesa. Alejó la mirada y se centró en la irregular madera. Sin comprender miré a Erin que me sonreía con una de sus tantas bellas e inocentes sonrisas. Hice una mueca y miré para otro lado. Luego del almuerzo iría sin falta a hablar con Hees. Había pasado mucho tiempo con Erin y necesitaba de su compañía. 


Luego de comer, Hees se levantó y salió por la puerta. Intenté seguirlo pero Erin apareció en mi camino en cuanto me dí la vuelta.

-Tengo unos excelentes planes para hoy. Estoy seguro de  que te va a encantar.

-Claro- respondí indiferente. Pensaba cómo podría escaparme de sus garras. En ese momento Weyb lo llamó pidiendo su ayuda.

-Ya regreso. Espérame aquí.- se giró y fue a donde Weyb.

Ella me sonrió y guiño un ojo. No pude evitar amarla en ese momento. Sonreí y formule un "gracias" sin emitir sonido. Asintió y yo me fui. 

Fuera el viento soplaba fuerte, trayendo consigo el frío de las montañas. Algunos mechones que se escapaban de mi trenza volaban salvajes al compás de la ventisca. Hees estaba ya cerca de la arboleda. Los árboles totalmente desnudos,  sus hojas habían caído por completo, me permitían verlo mientras caminaba a paso rápido zigzagueando entre los retorcidos troncos. 

Caminé, por poco corrí, siguiendo sus pasos. Supe a donde se dirigía antes de que llegara. Entró en la pequeña cueva y se perdió entre las sombras. Me adentré sin pensarlo. Cuando mi visión se acostumbró a la penumbra logré distinguirlo. Estaba sentado con la espalda apoyada en la pared rocosa, abrazaba sus rodillas y su cabeza descansaba contra el barril que tenía a su lado. Me pareció que sus ojos estaban cerrados. Me acerqué a él y me senté a su lado. Pegó un salto cuando mi mano tocó su hombro, pero aún así mantuvo los ojos cerrados. Lo escuché suspirar y sentí como su cuerpo rígido se relajaba poco a poco. 

ThiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora