Capítulo 27: Te seguimos

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Corremos sin detenernos por los  pasillos inquietantemente vacíos. El silencio es completo a excepción de nuestros pasos. Y no soy la única que lo nota.

-Algo va mal -susurra Yaka.

Ralentizamos el paso hasta detenernos. Agudizo el oído y escucho. Por un rato no escucho nada, solo nuestras pesadas respiraciones. Luego se oye algo, es apenas un murmullo y desaparece para enseguida volver a oírse, esta vez con más  intensidad. Cof, cof, cof. Es una tos y sé de quién proviene.

-Quédense aquí, de acuerdo? Iré a investigar, ya vuelvo.

Camino lento, mis respiraciones controladas, el peso en las rodillas, tal como me enseñaron para hacer el menor ruido. Más adelante el pasillo hace un giro cerrado a la izquierda. Me acerco, ahora la tos se escucha más clara y también voces.

-¿Están seguros que vendrá? Quizá ya se escapó del palacio 

-No dejaría a sus amigos, ella no es cruel -la voz del muchacho sonó apenada cuando agregó- Me gustaría no tener que hacer esto...

Murmullos suenan en aprobación. Un nudo se forma en mi garganta. Ellos están ahí para detenerme, a mí y a los demás, y si queremos salir de ahí tendríamos que pasar sobre todos ellos. No quiero hacerles daño, no cuando ellos tampoco quieren dañarme. <Sólo siguen órdenes, tú eras igual que ellos no hace mucho. Ayúdales, sabes que puedes hacerlo> una voz susurra en mi cabeza, <Ellos te escucharán, te seguirán como lo hacen los demás>. Cállate, no pondré sus vidas en peligro. <¿No lo estarán si Yar se entera que fracasaron al detenerte?>.

Maldita sea.

-Entonces no lo hagan.

Doblo por el pasillo y me enfrento a los soldados. Son muy jóvenes. Los conozco a todos, yo entrené a cada uno de ellos. Me miran, sus manos tiemblan a mitad de camino de agarrar la espada. No saben qué hacer, deben seguir órdenes pero su corazón no los deja. Están confundidos, no me cuesta entender que no saben qué es lo que está pasando, por qué ocurre todo esto. Yar y Helz se los ocultaron y no me sorprende.

-¿Saben por qué es que escapé? -algunos bajan la mirada, otros se miran entre ellos.

-No realmente. Hay rumores... pero sabemos que ninguno es cierto -dice uno, el que se lamentaba de tener que detenerme. Asiento.- Entonces ¿por qué te fuiste? -todos me miran, buscan una explicación. Suspiro.

-El emperador era un hombre codicioso y cruel. Las cosas que me ordenaba hacer para conseguir lo que él quería... -sacudo mi cabeza alejando los recuerdos de mi mente- No podía, yo no sería un monstruo como él. Así que huí. Mientras estuve lejos, escondida, me dí cuanta de algo -me miran y esperan. Sus manos descansan relajadas a sus costados- Thilia se cae a pedazos, ya no es lo que era. Las personas sufren y no lo voy a permitir. Ya no más. Por mucho tiempo ayude sin saber a que las cosas empeoraran, pero eso se terminó. No seré una marioneta y mientras aún respire no dejaré que nadie más lo sea. 

Ellos guardan silencio por un momento. Parecen tener una conversación silenciosa. Mi corazón late tan fuerte que parece que fuera a salirse de mi pecho. El soldado que habló antes, Geero, se adelanta.

-Antes fuiste Jefa del FE, tú nos entrenaste, nos convertiste en lo que somos y nos guiaste. Y a ti te seguiremos.

Geero desenvaina la espada, la clava en el piso de piedra y se arrodilla. A continuación los demás lo imitan y todos se encuentran arrodillados frente a mí. No puedo moverme, no puedo hablar. La emoción me embarga y lágrimas caen de mis ojos. Mis dedos flojos sueltan la espada que repiquetea en el suelo. Pasos se escuchan a mi espalda y lentamente me giro. Sus ojos, los de todos ellos, me miran y también a los soldados aún arrodillados. No creo lo que veo cuando ellos también lo hacen. Uno por uno se arrodilla.

ThiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora