Capítulo 16: Mi vida sin ella

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Besé la frente de Graxe y giré en dirección a la puerta. Me repetí una y mil veces que esto era lo mejor, que lo hacía por ella, que no debía voltearme en este momento para verla otra vez si quería salir de esa habitación en una sola pieza. Al demonio, de todas formas ya me encontraba hecho pedazos. Volteé para admirarla una última vez. Descasaba boca abajo; su espalda descubierta dejaba a la vista las nuevas cicatrices, y algunas más viejas que apenas eran delgadas líneas blancas sobre la pálida piel. Su cabello revuelto y sus mejillas sonrosadas le daban un aspecto muy adorable. Un fino hilo de baba caía desde la comisura de su boca. Se me escapó una pequeña risa que terminó con el temblor de mis labios y una solitaria lágrima que no llegó a caer. Salí de la habitación y de la cabaña con la intención de nunca más volver. <<Esto es lo mejor. Para todos.>> 

En la entrada a la estrecha grieta Zik me esperaba recostado sobre la fría pared de roca. La luna se reflejaba en sus cabellos claros dejándolos casi plateados. Por sus hombros echados atrás y su mandíbula apretada entendí que no le agradaba la idea. Estaba afligido. Lo conocía desde el primer día en el ejército, entrenamos juntos, peleamos juntos en batallas, nos cubrimos las espaldas y confiábamos el uno en el otro. Me acerqué y lo abracé. 

-No tienes porque hacer esto

-Si, si tengo

-No es tu culpa, nunca lo ha sido

-Si no fuera por mí no habría pasado. Soy responsable de todo

-No, no es así. Quédate.

Sus ojos me miraban suplicantes. Ya no era el soldado, mi segundo al mando. Era mi amigo, mi hermano. 

-Cuídalos.

-Ella sabe cuidarse sola, Hees.

-Lo sé. Aún así hazlo.

-Lo haré.

Sonreí una última vez a mi amigo y me adentré en la oscuridad de la caverna.  

El camino era largo cuando no tenías un punto fijo ni nada que te importara. Hacía horas que había salido y el sol ya asomaba sus primeros rayos. El frío de los primeros días de invierno se colaba entre las ropas y calaba hasta los huesos. Observando el cielo en todo su esplendor no podía evitar recordarlos. Mis soldados, sus bromas, su valentía, su fidelidad y sus grandes corazones. Graxe y sus amigas, que eran una familia, nos habían alojado siendo simples extraños que no tenían nada que ofrecer más que ocupar lugar y más bocas qué alimentar. Graxe. Ella de alguna forma había logrado en un par de días llegar a él, nunca la olvidaría. Hacía esto por ella, para mantenerla a salvo por más que sea o haya sido la jefa del FE. Una asesina experta, entrenada en el arte de la guerra. Cuando habían peleado con esos palos sabía que Graxe se estaba conteniendo, no daba toda su capacidad. Mas nunca lo admitiría, ni ella ni yo.  Erin no le daba confianza, algo en él no iba bien. Seguramente eran mis celos, si bien mi mente gritaba a todo pulmón que no lo estaba. Él no la merecía, seguramente nadie la merecería.

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Graxe: Lo siento. Le pedí a Zik que te entregara esta carta una vez que me haya ido y esté lo suficientemente lejos. Tengo las esperanzas de que me irías a buscar aún en tu estado si pudieras, si yo no me hubiese ido tan lejos. Supongo que son falsas esperanzas. 

Todo es mi culpa Graxe. Todo lo malo que ocurre en la vida de los que quiero es mi culpa. No te conté todo sobre mí realmente y lo siento; muy pocas personas lo saben y es que no me gusta hablar de eso. Pero, creo, que confío en ti. 

Tuve una hermanita una vez. Cuando mis padres murieron ella apenas tenía tres años. Mi tío nos había acogido pero solo por compromiso, a veces sospecho que en realidad lo obligaron los amigos de mi padre que no eran buenas personas exactamente... Él nos dio techo, pero solo eso. Desde los cinco y por trece años me vi forzado a trabajar y hasta robar para poder mantenernos vivos a mi y a mi hermana. Fue duro, no lo voy a negar, pero era un consuelo y un impulso constante su sonrisa cuando volvía a casa. Su nombre era Liv. Ella era prácticamente mi vida. Mi corazón latía solo por ella. Intenté educarla, al menos en lo que podía. Una vez conocí a una mujer. Yo había intentado robarle unas cuantas manzanas que llevaba en su bolso y ella me descubrió ¿sabes qué hizo? Me llevó a su casa, me limpió, me entregó ropa nueva y me alimentó pues hacía días que no probaba bocado, todo lo mio era para Liv. Tampoco comí todo lo que me había dado, guarde parte en una bolsa y me lo llevé a casa para mi hermana. A partir de ese día y durante siete años ella me enseño a escribir, leer, contar y los verdaderos valores. Me enseñó que el dinero no tenía importancia, que las guerras eran producto de la avaricia de los que más tenían, que nosotros eramos simples peones en un juego si lo permitíamos. Y todo eso se lo enseñé a ella. Ese día también aprendí sobre la bondad, supongo que todo lo bueno de mí lo he aprendido de aquella mujer. Me apena no poder recordar su nombre. 

Cuando tenía diecisiete no llevaba una buena vida y todo lo que había aprendido no me servía de mucho cuando no tenía trabajo y la única forma de seguir viviendo era robando. Me había metido en muchos problemas, creí que podría mantenerlos apartados de mi familia pero no fue así. Me metí con la gente equivocada Graxe, y siempre lo he lamentado. Unos meses antes de cumplir los dieciocho, estábamos con Liv paseando por la Plaza principal. Recuerdo como nos divertíamos; hacía mucho calor y  nos tiramos a la fuente, los jueces de paz tuvieron que sacarnos a rastras del lugar. Cuando estábamos volviendo ya había anochecido y las calles estaban oscuras. Nos acorralaron en un callejón. Me sujetaron mientras se la llevaban y no pude hacer nada. Forcejee, pelee, hasta maté pero no fue suficiente. Escuché los gritos mientras se la llevaban y las asquerosas risas de los hombres, hasta que dejaron de oírse. La apuñalaron y lo peor de todo es que yo no hice nada. Sus palabras aún resuenan en mi cabeza: "Esto pasa cuando te metes con la gente equivocada niño."Ella era mi vida, estaba muerto sin ella. 

Dos meses después cumplí los dieciocho y mi tío me entregó al ejército de Kell. Entrenar era una manera de olvidarme de todo, de sentirme completamente libre. Cuando me volví oficialmente soldado los maté a todos, acabe con esos ponzoñosos hombres uno por uno. No hay un día en que no la recuerde y en que no lamente lo que hice, en lo que la metí. Y no quiero que nada de eso te pase a ti Graxe, o alguien de tu familia. No lo soportaría. En estos pocos días mientras estaba contigo me olvidé de todo, había momentos en los que no recordaba la muerte de mi hermana, ni a esos hombres, ni lo que hice. Hasta el aniversario de su muerte todo iba bien. Me sentía yo por primera vez en muchos años. Gracias a ti Graxe. Tenías razón acerca del peligro de atacar al imperio así que ahora soy yo el que te ruega que no lo hagas. Por favor, cuídate y no arriesgues tu vida. Te necesitan, yo te necesito. Cuídate Graxe, te diría que me lo jures pero mejor júratelo a ti misma porque a mi no me verás de vuelta.

Hees.

Una lágrima rodó por mi mejilla y cayó sobre el papel dejando una pequeña mancha húmeda. Mi mano temblaba ligeramente. Mis rodillas se doblaron y caí en las retorcidas raíces del árbol que sobresalían de la tierra húmeda por la escarcha que poco a poco se iba derritiendo con los rayos del sol del mediodía. Se había ido. Respiré profundo y cerré los ojos intentando concentrarme. El dolor de los cortes no se comparaba con lo que sentía ahora. Un escalofríos me recorrió cuando abrí los ojos. El temblor se había ido, las lágrimas se habían secado y mi cuerpo estaba mejor que nunca. Había que organizar una revolución y no se haría desde el suelo llorando.

< Lo siento Hees, no puedo jurarlo. Alguien tiene que quitar a Yar del trono. >


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Y he aquí el capítulo. Espero lo disfruten. Besos y súper abrazos de oso -Flor

ThiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora