Like a Warrior

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El ambiente no era cómodo, ni siquiera para el personal, sus rostros se veían molestos y enfermos. Kelcy tenía frío, temblaba mientras llevaba en sus manos ropa, blanca y con olor a detergente barato, tenía la sensación de que se volvería loca con ese olor.

La puerta chilló ante ella, está se cerraba y se abría con credenciales, incluso parecía que la seguridad se había reforzado pues todas las rejillas eran nuevas, aún brillaban ante la luz sucia del lugar.

Kelcy cedió al empujón que le dio el guía, ella juraba que el frío ahí sería uno de sus mayores castigos. Avanzó lentamente sintiendo la palma de alguien en su hombro, era un hombre y con la fuerza suficiente para asesinarla de un sólo golpe.

—Asesino a su sobrina —fue un murmullo entre los pacientes.

Kelcy giró para encontrarse con un par de mujeres con las miradas tan vacías que incluso daban terror, ellas se reían de la desgracia de Kelcy, de todo lo que les rodeaba incluso se reían de ellas mismas. Kelcy se sintió nauseabunda, con demasiada tensión sobre la cabeza.

Vino un golpe que la hizo avanzar, porque podría estar enferma pero no dejaba de ser una criminal para ellos, para todos. El andar de él aumento, casi arrastrándola frente a todos, el lugar era peor que una prisión, aquí reían por tu locura.

Llegaron a una celda, había un hombre dentro, de cabellos castaños, era muy joven para encontrarse ahí, de hecho parecía que había estado ahí toda su vida. Kelcy no dudo en entrar, algo de esa criatura hacia querer que los años pasarán más lento. Una vez dentro fue peor...

—Quítate la ropa —exigió uno de los hombres.

—¿Qué? —Kelcy observó con dureza a ambos.

Sintió un brazo que tiraba de ella al frente, al mismo tiempo propiciándole un fuerte golpe en la espalda, ella gimió y alejo la mirada del hombre con el olor de alcohol, porque a pesar de estar ebrio tenía la fuerza y el derecho de asesinarla ahí.

A pesar de eso Kelcy se negó a quitarse la ropa frente a ellos, les retó con la mirada, casi tratando de golpearlos, pero no lo hizo porque sabía que su vida dependería de cada movimiento que hiciera. 

—Ya es suficiente.

Fue una voz tan fuerte que retumbó en la habitación, era él, de cabellos castaños; sin embargo, no los veía, seguía con la mirada pegada al muro blanco. Ambos hombres soltaron una risotada y dejaron libre a Kelcy, pero ella dio un traspié y cayó al suelo tirando las ropas blancas que le habían proporcionado.

Los hombres salieron sin dejar de reír, cerrando con llave la puerta y lanzando una mirada burlona por última vez a Kelcy que se mantenía inmóvil en el suelo. 

—Ten cuidado —el hombre señaló detrás de ella—, ninguno de sus compañeros ha salido con vida.

Y se alejó entre risas, mientras le gritaba al resto de los pacientes golpeando las rejillas e insultándolos. Kelcy se movió incómoda y trató de girar, pero volvió deprisa; él se había levantado y estaba de pie detrás de ella. Sintió un par de manos debajo de sus brazos, tratando de ayudarla, sin embargo, ella se apartó y se levantó deprisa sacudiendo sus pantalones.

—Gracias —dijo Kelcy sin levantar la mirada.

No dijo nada, regreso a su lugar. Observando con tanta intensidad al muro, como si pudiera tirarlo con la mirada.

—Te importa si yo... —Kelcy hizo una pausa y suspiró.

—No hables —susurró él.

Está vez ella se cansó, de que le ordenaran, de que trataran de mantenerla callada en un lugar; sintió como si en cualquier momento fuera a explotar, como si pudiese asesinar a alguien, pero no era así, tenía que mantenerse quieta, porque de todas las personas que había conocido en toda su vida, él le provocaba terror. Desvió la mirada a la ropa blanca, para ignorar la espalda arqueada de él, para dejar de ver su cabello castaño cayendo delicadamente a su nuca; ¡tenía que dejar de observarlo!

—Nicholas —dijo—, mi nombre es Nicholas.

Kelcy sonrió inconsciente, sin quitarle la mirada de nuevo, ¿qué era lo que le llamaba tanto hacía él? 

—Kelcy —dijo ella.

   

      


     

2. StaunchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora