Devotion

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Nick entró al departamento después de minutos de haber estado extraviado en el edificio, ¿cómo había sido tan tonto de olvidar preguntárselo a Kelcy? Estaba cansado pero no dejaba de reír, había estado tocando puertas como estúpido hasta que una mujer le mostró el caminó.

-Eres un tonto -se mofó Kelcy.

Tenía una vaporosa taza entre las manos y usaba un largo abrigo negro ¿de verdad tenía tanto frío? Nick entró sintiéndose extraño ante el lugar, no esperaba algo así de ella, una aventurera y desquiciada mujer, viviendo en un moderno departamento ordenado.

-¿De verdad vives aquí o lo robaste?

Kelcy soltó una risotada.

-Jamás he robado algo -se encogió de hombros-, mi hermana me ayudo a comprarlo.

La garganta se le anudo, cuando aún era su hermana. Ella no quería sentirse triste en ese lugar así que sólo sonrió y bebió de su taza de café.

-Toqué en el departamento 12 y...

Kelcy estuvo a punto de atragantarse.

-¿Ya tienes pareja?

-¡Esa mujer se lanzó a mí! -él gritó.

Kelcy estaba riendo escandalosamente, Nick le acompañaba.

-Está demente -dijo Kelcy-, una vez el cartero toco a su puerta y le obligó a entrar...

-¡No! ¿Qué pasó con él?

-No hablaré de eso... Fue horrible para él.

Ambos soltaron una risotada. Kelcy bajó el volumen y sorbió de su taza. Nick comenzó a inspeccionar el departamento.

-¿Vivías con alguien aquí?

La pregunta llegó de improvisto, ella sintió que el color se escapaba de sus mejillas, pero debía enfrentarlo de alguna manera.

-Sí.

-¿Y dónde está?

Esa fue una pregunta aún más dolorosa. Kelcy se encogió de hombros y respondió:

-No lo sé.

Nick asintió y husmeo entre la cocina, buscando algo de comida, Kelcy le observaba desde la puerta. No estaba acostumbrada a ver a alguien más husmeando entre sus cosas, ni siquiera sus amigos más cercanos, sin embargo no dijo ni una sola palabra, le agradaba ver a alguien más con ella.

Nick abría y cerraba puertas, ya tenía una caja de cereal en las manos y una cuchara. Sin embargo seguía buscando los platos entre tantos cajones y puertas.

-En el segundo cajón están los platos -dijo ella al ver la desesperación de Nick.

Él apenado y sin haber notado la presencia de Kelcy asintió, sonrojándose.

-Sabes que ese cereal no es muy reciente ¿cierto?

Nick asintió.

-Tienes razón -dejó el tazón sobre la barra-, lo siento.

Kelcy se encogió de hombros y colocó su taza sobre la barra.

-Debes estar muy cansado -dijo ella-, iré por algo de comer, puedes dormir.

-Usaré el sofá.

-Mi habitación es la segunda a la derecha.

Él sonrió con nerviosismo y asintió. ¿Por qué se sentía tan incómodo en ese lugar? No era como si estuviese en una casa real; aunque lo pareciera.

Kelcy sólo salió de la cocina y se fue, cerrando con lentitud la puerta, se había llevado puesto el enorme abrigo negro, de verdad se veía diminuta con eso.

***

Caminaba observando los rostros nuevos, gente que había llegado al lugar recientemente, y algunos otros que ya conocía pero no le veían, evitaban cualquier contacto con la esquizofrénica del departamento 32.

El clima era igual que todos los días, tan frío, tan bueno para la memoria de Kelcy. Inclusive parecía que en cualquier momento empezaría a llover. Ella suspiró, le agradaba volver a casa, a Londres.

-Buenas tardes -dijo un hombre a su costado.

Kelcy notó que era el dueño de la cafetería, su lugar preferido para tomar algo. Ella le sonrió y él asintió.

-Ha estado ausente demasiado tiempo, señorita Connolly -dijo mientras limpiaba las mesas.

-Tuve algunos problemas -ella apostaba que él lo sabía.

-Eso he escuchado, pero no quería creerlo hasta que usted me lo dijera.

Kelcy se sintió conmovida y sonrió. Era de las pocas personas que le dirigían la palabra, todos ya temían de ella, aunque ya lo hacían desde antes.

-¿Va a llevar algo hoy? -preguntó el viejo hombre para sacar a Kelcy de sus pensamientos.

-Dos, por favor.

Él asintió y entró al lugar, Kelcy caminaba detrás de él, observando el repentino cambio, había pasado de ser un pequeño lugar desconocido a el mejor café del barrio.

Kelcy sintió cada mirada recorriéndola, todos hablaban, incluso algunos se alejaban de prisa de ella. Ella se sintió incomoda pero no derrotada, tenía la cabeza en alto como siempre.

-¿Cenara con alguien hoy?

-Sí -respondió alegre.

Quería mostrarles que seguía de pie, de pronto se sentía alegre, con ganas de reír todo el día. Tomó un diario del mostrador y se distrajo un poco.

-Las noticias hoy en día son tan caóticas.

-¿Por qué lo dice?

Kelcy dio vuelta a la página, y de pronto la respiración se había ido de su cuerpo; era su fotografía, estaba siendo buscada tanto en Londres como Irlanda y en cualquier lugar dónde pudiese estar. Pero eso no era lo más aterrador, sino la leyenda "viva o muerta" "Recompensa". Eran tan pocas palabras pero le provocaban nauseas.

El hombre volvió, con la mirada alegre y un par de bolsas de papel, ella se sentía confundía, ¿por qué no temía como el resto? O lo mejor ¿por qué aún no había llamado a la policía?

-¿Señor Watterson? -tartamudeo Kelcy.

-¿Sí?

-¿Por qué me ayuda? -las palabras se cortaban.

-Te conozco desde que eras una adolescente pérdida en la ciudad, sé que no eres capaz de dañar a alguien -hizo una pausa al ver el rostro contraído de Kelcy-, no al menos a alguien inocente.

Kelcy sonrió.

-Sé que has asesinado -susurró él-, pero no eran inocentes.

-¿Desde cuándo publicaron los anuncios?

-El diario es de hoy. Posiblemente de de ayer.

Kelcy asintió preocupada. El hombre buscó entre sus cajones y dejó una tarjeta sobre la barra. Eran letras y números que ella no se detuvo a leer, sólo la guardó en su abrigo.

-Ten mucho cuidado Kelcy -dijo él -, las mafias ya saben del precio de tu cabeza.

Kelcy trató de hacerse la desinteresada.

-Sé que estuviste ahí dentro, con las peleas.

-¿Cómo sabe tanto de mí? -inquirió Kelcy.

-Todos somos familia ahí.

Él se alejó de ella, dejándola con más dudas de las que tenía cuando había llegado a Londres. Tomó su par de bolsas y se alejó de la barra, casi corriendo hasta la puerta. Necesitaba más que aire fresco.

Corrió hasta el automóvil y avanzó con velocidad, sin importar ver a sus espaldas los automóviles que se acercaban, sólo aceleró hasta casa de nuevo.

2. StaunchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora