In My Bones

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No sabía cuanto tiempo llevaba recostada sobre el lomo de ese caballo, lo único que sabía era que la habían bañado y le habían cambiado de ropa, ahora usaba un vestido muy ceñido de color blanco, se sentía asfixiada y molesta, estaba sedienta y hambrienta así como mareada.

Se percató de que estaban llegando a su destino, a un enorme castillo de ¿oro?

Kelcy quiso soltar una risotada pero se contuvo, ¿a caso estaba soñando? ¿Ese chico la iba a entregar?

— ¿De verdad vas a entregarme? —dijo Kelcy molesta.

El chico se sobresalto y se alejó unos centímetros de ella empuñando una daga. Kelcy rodó los ojos.

— ¡Estoy cansada de que le apunten con armas! —gritó Kelcy.

— ¿Cómo pretende pasar desapercibido mi señor? —tartamudeó.

¿Mi señor? Kelcy estaba desconcertada, miró al chico con curiosidad y después a su arma. Kelcy asombrada sonrió, era evidente que tenia ciertas cosas idénticas a él, pero ¿de verdad creía que era él? ¿Él había sido mujer? Sonrió socarronamente.

— Tengo que llevarlo hasta mi rey —dijo él sin dirigirle la mirada—, por favor no ponga resistencia ni me lastime.

— Cariño, no soy Loki —susurró Kelcy.

— Pero usted diría eso para mentirle a la gente, ¿no es así? Trataría de hacernos creer que usted es una linda chica perdida y que necesita llegar a casa y...

— ¡Basta! —gritó Kelcy—, ¡No soy Loki! Me llamo Kelcy.

El chico dudó por unos instantes pero no dejó de andar y mucho menos de evitarle con la mirada. ¿Qué cosas había hecho aquí Loki para que la gente desconfiara hasta de su propia sombra?

— ¿Cuánto tiempo llevamos viajando? —preguntó Kelcy tratando de romper la tensión.

—Dos días.

—¡Qué!

Las puertas del palacio estaban repletas de soldados, más de lo que Kelcy creía común.

— ¿Por qué tanta seguridad? —susurró Kelcy.

— ¿Por qué debería decírtelo?

— Bien, adolescente estúpido.

Cuando llegaron a las puertas, los guardias estaban discutiendo con él joven, que por descuido había dejado sola a Kelcy que desde metros atrás había roto sus ataduras.

— Se lo digo en serio —protestaba el chico.

Kelcy sonrió y se escabulló entre los guardias y la gente que llevaba cosas al reino. Tomó una caja y avanzó en línea con el resto, haciéndole creer al guardia que venía con el resto.

No sabía a dónde se dirigían, ni siquiera sabía si en realidad iban a entrar al castillo, pero era mejor que quedarse a escuchar las súplicas del adolescente y las quejas del guardia.

— Se dice que hay una midgardiana dentro den castillo —susurros la mujer frente a ella.

— ¡Una mortal! —respondió entusiasmada otra de ellas.

Kelcy pensó en algo, pero sería muy arriesgado y si salía mal terminaría en un calabozo. Todas entraron a lo que parecía ser una cocina, Kelcy se quedó petrificada al ver las paredes doradas y hermosos paisajes a lo lejos. Pero no se sentía impresionada, en realidad sentía que ya había estado ahí antes.

— ¿Por qué  todos están tan alterados? —preguntó Kelcy sin quitar la mirada de los guardias.

— ¡Querida en dónde vives? —sonrió una de las mujeres—; la mortal está enferma, además temen que el señor se vaya.

2. StaunchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora