Desde que su madre murió, Aria no es la misma. No sonríe tanto y está más callada. Siente que su padre la odia. ¿Pero puede realmente un narcotraficante querer a alguien? Lo único que la mantiene en pie son sus hermanos.
Y después está Dylan. Dylan...
Separamos nuestros labios pero antes de eso muerdo su labio inferior. Apoya su frente en la mía con una sonrisa haciendo que yo sonría
-Eres demasiado buena para ser real- dice y besa mi nariz- Vayámonos de aquí antes de que alguien nos encuentre.- dice para después coger mi mano y guiarme a la salida. Pero antes de salir lo paro- ¿Qué pasa?
-Saquemos un selfie- le digo con una sonrisa. Saco el teléfono.
-¿Es en serio?- pregunta divertido, yo lo miro seria- Vale, vale...- dice para luego ponerse a mi lado y agarrarme por la cintura- Lo que hay que hacer- susurra haciendo que ría.
Entro en la aplicación de cámara y subo el teléfono para que cojamos los dos. Pero antes de que pueda sacar una foto Dylan me quita el móvil, pone su brazo sobre mis hombros y me acerca a el besándome haciendo que sonría.
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Al separarnos me devuelve el móvil con una sonrisa.
-Si haces algo, hazlo bien ¿no?- pregunta mientras retomamos nuestro camino
-¿De dónde has sacado eso?- pregunto riendo
-De twitter creo- me dice mientras se rasca la nuca haciendo que ría.- No te rías, tú también lo haces- me acusa
-Si, pero yo lo hago con estilo- le digo y le saco la lengua
-Ya quisieras, guapa- dice, mientras abre la puerta que da a un ascensor
-¿Por qué no fuimos antes por ascensor? - pregunto con una ceja alzada
-Porque quería subir escaleras, me pareció más bonito- dice cuando ya estamos dentro del ascensor y ya ha pulsado el botón de la planta baja.
-Bueno no te lo voy a discutir. Me encanta que seas tan detallista- le sonrío y en un abrir y cerrar de ojos me tiene acorralada en una esquina de la caja metálica.
-Contigo me sale solo, bonita. No puedo evitarlo
-Te quiero tanto, Dylan - le acaricio la cara y me sonríe antes de darme un beso, dulce y tranquilo.
-Eres increíble
-Y tú impresionante- le digo para luego juntar nuestros labios. Sus labios se mueven al compás de los míos. Pero como siempre hay algo o alguien que interrumpe. Las puertas del ascensor se abren y un grito nos separa. Dylan se aparta de mi y puedo ver a una mujer con cara de espanto agarrando una cruz del collar que tiene puesto mientras reza un ¿padre nuestro?
-Lo sentimos, señora...- le empiezo a decir pero suelta otro grito.
-Señorita, niña- me dice con amargura ya se porque es señorita. Es que parece de unos 45 años.- Dios os mandará al infierno- miro a Dylan diciéndole con la mirada que salgamos de ahí y lentamente salimos del ascensor- El día del juicio final llegará y lamentareis lo que habéis hecho, ¡ordinarios!- nos vuelve a decir cuando ya estamos caminando a la salida. ¿Pero de qué va?