Capítulo 32

4.2K 212 9
                                    

Narra Aria

-Profesora, te has equivocado.

-A ver, ¿dónde, señorita Allen?- dice con autosuficiencia la tía esta. ¿Cómo ha podido llegar a ser profesora? Si sabe menos de física cuántica que un niño de 5 años.

-3x4 son 12 no 16- le digo señalando donde está el error.

-¿Cómo me voy a equivo...- se autodetiene al ver el fallo- Oh, es cierto- dice avergonzada. Ahora el problema da bien. Mira que si no es tonta.... La profesora soy-mejor-que-todos iba a volver a hablar pero suena el timbre librándonos de escuchar su voz tan aguda. Estamos a lunes. Hace una semana que nos fuimos a Los Ángeles y volvería mil y una veces si fuera necesario. Aunque con  Dylan iría hasta el fin del universo.

¿Cuándo me he vuelto tan cursi? Cuando Dylan apareció

Salgo de la clase y camino por los pasillos tan metida en mis pensamiento que no me doy cuenta que choco con alguien. Haciendo que mis cosas se caigan.

-Lo siento- digo sin mirar a esa persona mientras recojo mis cosas.

-¡¿Lo siento?! ¡¿Eres estúpida o algo?!- reconozco la voz de Ana chillándome. Oh mierda... ya estaba siendo demasiado bueno el día... Me levanto quedando cara a cara con ella, bueno no, yo soy un poco mas alta. Alzo una ceja- ¿Te has quedado sorda también? 

-Para el carro vaquera- le digo poniendo una mano en alto- ¿Tienes la regla o algo?- pregunto y Ana suelta un grito haciendo que me tape el oído- Pero no grites que no estás en la esquina

-¿Esquina?

-Claro, las de tu especie se van a las esquinas ¿no?- pregunto divertida. Ana está que le sale humo por las orejas del cabreo que está cogiendo.

-Escúchame, mosca muerta- se acerca a mi- El hecho de que tu madre se haya suicidado por tener una hija como tú no significa que le puedas llamar a las demás lo que eres- dice con una sonrisa estúpida en su cara. 

¿Cómo se atreve? Doy un paso hasta ella, quedando mas cerca aún con intención de intimidarla.

-Primero: te estaba describiendo y segundo: como vuelvas a hablar de mi madre, te juro, que acabarás peor que tu hermana. Acabarás muy mal, te lo prometo y yo siempre cumplo mis promesas, perra- pongo mi voz de amenaza.- Y ahora, si no quieres que te parta esa cara llena de maquillaje, vete de mi vista- digo y ella no se mueve ni un poco.

-¿Y si no quiero?- se cruza de brazos desafiante. De verdad, no quiero pegarle, no quiero partirle la cara, no quiero. La miro a los ojos sonriendo burlona.- ¿Por qué sonríes?

-Porque hay un dicho que dice: Sonríele a tu enemigo, eso le molesta- le guiño un ojo y moviendo mi pelo hacia atrás sigo mi camino.

Vale, no ha sido mejor que he dicho, pero fue lo primero que se me pasó por la cabeza. Salgo de el edificio, meto mis libros en la mochila y me voy en mi moto, paso de quedarme a las clases.

Conduzco rápido, pero no tanto como para matarme y minutos después llego, al lugar en el que desde que estoy aquí me ha acompañado.  Aparco la moto y me adentro en el local. Nada mas entrar el olor a cigarro me invade y recuerdo las veces que he estado aquí. Me acerco a la barra y me siento en un taburete.

-Pequeña- oigo a Nicolas y enseguida aparece delante de mi. 

-Hola Nicolas- le sonrío

-¿Lo de siempre?- asiento. Nicolas se va y vuelve a los segundos con mi con un Roncola.- ¿Qué ha pasado ahora? ¿Tu padre ha hecho algo?- le sonrío y tomo un trago largo.

No te dejaré irDonde viven las historias. Descúbrelo ahora