No había podido dormir, se había desvelado pensando toda la noche sobre la propuesta de su mejor amigo. ¿Qué debía hacer? Tenía la edad suficiente para tomar esa decisión, pero no sabía qué hacer.
No había tocado su desayuno desde que despertó, y su hermano hablaba, y hablaba sin que Cailin le tomara en cuenta. Sam le había propuesto otro día de hermanos, salir a comer, el cine y todo aquello que hacían al menos dos veces a la semana.
—Hey, Cailin, te estoy hablando... ¿Quieres?
—Ah... No, bueno... Espera, ¿Qué si quiero qué?
—Enana, no me estás escuchando... Que Tom vino a buscarte ayer, y que si quieres que salgamos hoy.
Dejó los cubiertos a un lado y lo primero que salió de sus labios fue:
—¿Tom? ¿Qué te dijo? No, no, ¿tú que le dijiste?
Su hermano mayor, Sam, pudo notar aquel apresuramiento entre sus palabras, por lo que negó con la cabeza mientras sonreía. Su hermana siempre tan desesperada.
—Te estuvo buscando, le dije que saliste con Jeremy. La cara que puso ha sido de las mejores que he visto—. Se burló mientras comía como si no lo hiciera hace días.
—¿A caso los militares te enseñaron a comer como un cerdo?—. Replicó algo molesta, a lo que su hermano comenzó a reír un poco. Seguro Tom estaría molesto, pero si era sincera, le gustaba la idea de que sintiera celos.
• • •
—¡¿Estás de broma?!, ¡Dime que estás broma! ¿Por qué me entero hasta ahora? ¿Qué es lo qué harás? ¿Qué has pensado? ¿Él besa bien? ¿Has...?
—Vanessa, Vanessa, haces que me altere más, cállate un momento por favor. Si no te callas, no te puedo contar nada.
Con un suspiro, se dejó caer sobre la cama de su mejor amiga y se cubrió la cara. Ya habían pasado días, muchos, pues en realidad solo faltaba menos de veinticuatro horas para irse, la decisión estaba tomada. Se reincorporó y cruzó las piernas de manera cómoda mirando a su amiga. Parecía que iba a explotar, tenía los labios apretados, quería decir algo, pero sabía que si soltaba todo, Cailin ya no hablaría más sobre el tema, y Vanessa lo deseaba saber todo con puntos y comas.
—Bien... Ya te conté la parte de la cena, y sí... Él, él besa bien... Muy bien... Pero ese no es el punto—. Sacudió la cabeza, pues se desviaba del tema al igual que sus pensamientos. —No sé qué hacer, pero mientras más lo pienso, siento que no es mala idea. Alejarme de todo... De todos, iniciar de nuevo, creo que sería bastante bueno... Y Jer me quiere, él me quiere de verdad. Y aunque ya estoy decidida, aún lo dudo un poco.
Había nostalgia en su voz, comparar a Jeremy y a Tom, era algo bastante estúpido; Jeremy siempre ganaba, pero Tom siempre le robaba la gloria, y no sabía cómo lo hacía.
—¿Sabes?, mientras más lo piensas, más difícil será decidir si debes o quieres irte. Por más decidida que estés.
Era casi media noche, ambas chicas estaban en silencio intentando estar complemente seguras de la decisión tomada, porque en definitiva, Cailin, no podía con toda esa presión que sentía.
Cerró sus ojos y los apretó, tomó aire y se levantó de un salto para ponerse los zapatos que se había quitado apenas había llegado, como si de su casa y propia habitación se tratara.
—¿Qué haces?
—Debo, debo salir...
—¿Ahora?
—Ahora.
—Pero ya es media noche, ¿a dónde rayos vas?
—Debo hacerlo ahora, o más tarde me arrepentiré.
—¿De qué hablas?
—Me voy, te cuento más tarde, adiós.
Se despidió de manera apresurada, y enseguida logró estar fuera del hogar de su mejor amiga. Caminó frente a varias casas hasta llegar a calles que poco a poco quedaban vacías, y mientras esperaba poder ver un taxi, le llamó a su hermano, sería el primero, bueno, el segundo en entrarse de todo.
Apenas vio aquel auto amarillo, alzó la mano y subió en cuanto se detuvo; dictó la dirección y el hombre comenzó a tomar camino.
• • •
Pagó el taxi, su corazón y ella estaban más que nerviosos y algo acelerados. Tomó aire, y entonces comenzó a dar cortos pasos hasta estar frente a la puerta, pero antes de poder golpear si quiera, esta se abrió por sí sola.
—... Así que lo dije una y otra y... Cailin, hola, ¿qué te trae por aquí?—. Saludó con esa bonita sonrisa que poseía.
—Hola, Bill, me da gusto verte... Tom... ¿Él está?—. Preguntó con esa sonrisa nerviosa que le delataba siempre.
—Ah... Claro, él está en su habitación, puedes subir. Yo saldré, pero sabes que estás en tu casa.
—Gracias...—. Le sonrió de manera débil y antes de alejarse más, pudo escuchar su nombre, a lo que se giró para mirar al rubio.
—Arregla las cosas con él, ¿sí?
Cailin sin entender, asintió lentamente. Era claro que algo le preocupaba, pero ella no sabía exactamente qué. Bien, Bill al fin había desaparecido del otro lado de la puerta, Cailin llegó al pie de las escaleras y con un suspiro y sus manos sobre los bolsillos de su pantalón, subió y recorrió un pasillo hasta estar frente a una puerta de color un color café.
Estaba algo dudosa, pero al final su diestra golpeó con suavidad la puerta; se mordía el labio inferior sin darse cuenta, estaba demasiado nerviosa, y sentía que si no recibía una respuesta pronto tomaría su segunda opción, y esa era salir corriendo de ahí no dar vuelta atrás. Una opción muy estúpida, claro.
—Pasa.
Se escuchó su apagada voz del otro, lo que la puso más nerviosa, pero no, debía tomar valor y darle fin a ese manojo de sentimientos que la mataban lentamente.
Al abrir la puerta pudo escuchar una melodía de guitarra, la luz era tenue, pero podía notarlo a él, a Tom... Ahí sentado con su guitarra, jugando con las cuerdas a sacar melodías que a Cailin le parecían tristes. Cerró la puerta con cuidado, dejando que esta hiciera apenas un poco de ruido, el ruido suficiente para llamar la atención del hombre.
—Hola...
Dijo la chica con una débil sonrisa al encontrarse con los ojos de Tom. Su expresión había cambiado, primero fue sorpresa, después tristeza y finalmente alegría, alegría porque ella al fin le había buscado para hablar.
—Cailin...
Dijo su nombre con una sonrisa, le encantaba escuchar su nombre cuando salía de los labios de él. Estaba incluso enamorada de algo tan sencillo como eso. Tom no esperó, ni pensó nada, únicamente dejó su guitarra y dio grandes zancadas hasta poder abrazar con ganas el delgado cuerpo de Cailin. Ella tomó aire, no sabía qué hacer exactamente, pero a fin de cuentas le abrazó, aunque fue un abrazo débil de su parte.
—Tom, hablemos, ¿sí? No puedo quedarme demasiado tiempo.
Más bien, no deseaba quedarse mucho tiempo, pues si lo hacía, sabía que cambiaría de idea a cerca de todo aquello que se tenía planteado en mente.
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Addicted to you
RomancePrólogo ―No me dejes― exclamó el chico con lágrimas en los ojos. Instagram: @writer.cjg