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La tensión entre Tom y Cailin era clara, él estaba molesto y ella igual, se miraban de manera desafiante, uno sentado frente al otro. Cailin estaba cansada, muy cansada, pero por primera vez le sostenía la mirada a Tom por más de un minuto, sin bajarla por timidez o cualquier otra cosa. Tom, él estaba preocupado, sabía que desde la noche anterior, ya no ejercía el mismo efecto sobre su novia como antes.

Estaba relajada, con el semblante serio, por fin bajó la mirada, pero lo hizo por el hecho de que estaba cansada del mismo juego. Esta vez ella no perdería, se iría con la cara en alto, y ya no se vería débil frente a su novio.

—No me voy a disculpar por lo de anoche—. Dijo cruzando sus brazos, indispuesto a lo que sea.

Ella bebió un sorbo de café con crema y suspiró acomodándose sobre su asiento y mirando a través de los ventanales. Eran las seis de la mañana y había ojeras en los preciosos ojos de Cai.

—Deberías de hacerlo—. Pronunció de manera sencilla.

—¿Por qué? ¿Por qué salve a mi novia de ser violada?

—Él no lo iba a hacer, no lo hizo, Tom. Solo actuaste como un idiota.

La miró, esa no era su chica y lo sabía, había cambiado de la noche a la mañana, ¿eso se podía? Cailin era la prueba de que sí, era completamente posible.

—Me llamas idiota, bestia... Antes no lo hacías.

—Sabes bien como sacar a alguien de sus casillas.

—¿Yo lo hice?

-Has sido todo el tiempo tú, Tom. Siempre has sido tú, mi mundo eras tú y el tuyo claramente no era yo. Nunca escuché un solo te quiero, me tratabas mal cuando era solo yo quien daba lo mejor... Y como si fuera tu perra con un beso lograbas mantenerme al margen...—. Al fin lo hacía, esta chica por fin decía lo que sentía y sacaba todo desde el fondo de su ser.

—Perdón...—. Eso fue lo único que salió de él, ¿qué le sucedía al impotente Tom? ¿Por qué no decía más? ¿Por qué se quedaba callado ante alguien que él creía débil?

—¿Perdón? ¿Por qué? ¿Por hacerme llorar cada día, por despreciarme ante todos, por tratarme como a una estúpida o por engañarme cada vez que podías con Ria?

—Diga lo que diga... No lo entenderías... ¿Podrías solo aceptar mis disculpas? De verdad lo siento, estaba sobre ti, algo que ni siquiera yo he podido llegar a hacer siendo tu novio, ¿sabes cómo se siente?

—Es porque nunca me has visto como una mujer. ¿Sabes cómo se siente eso? No, claro que no. Digamos que te perdono, ya no importa... Pero quiero que dejemos las cosas hasta aquí. Puedes hacer con tu soltería lo que quieras.

Sin más que decir, y sin querer escuchar nada más, Cailin se puso de pie y miró por última vez a Tom. Pero claro que las cosas no podían quedar ahí. Se alejó de ahí lo más rápido que pudo, salió de casa, la molestia y el dolor le inundaban y le daban unos fuertes deseos de gritar, romper cosas y llorar. Si no podía romper algo o gritar, por lo menos lloraría a solas.

No, sola no. Tom la siguió, la llamaba por su nombre pero no se detenía en ningún momento hasta que la tomó del brazo y la jaló.

—Quiero estar sola, Kaulitz, déjame en paz, por favor—. Como pudo se soltó de su agarre y continuó su camino, pero el de nueva cuenta la agarraba y ahora la ponía contra un grueso árbol.

—No, espera, arreglemos esto, siempre lo hacemos, por favor.

—¿Quieres arreglar esto, por qué? Simplemente no lo entiendo. Ya lo arreglamos, la única solución para esto es terminar una relación que no tuvo, ni tendrá un futuro. Dejemoslo de esa manera. Ya está hecho.

A un kilómetro de la casa del lago, había una cabaña, una donde solía jugar con su hermano y en ocasiones con su mejor amigo. Caminó hasta dicho lugar con Tom detrás, no dejaba de insistir y eso le dolía aún más a Cailin, ya no sabía que hacer o decir. Cuando estuvo en la cabaña, le costó trabajo entrar, las manos le temblaban y quien ahora era su ex novio no dejaba de hablar. Ese día ninguno de los dos estaba siendo sí mismo. Parecía que habían cambiado los papeles, él era débil y ahora ella era fuerte, o al menos eso trataba de aparentar.

Realmente fueron horas de suplicas, pocas lágrimas por parte de Cailin, gritos, insultos e incluso pequeñas agresiones por parte de Cailin. Las cosas no estaban bien, lo deseaba y a la vez lo odiaba. Tom la deseaba, sin duda la deseaba y nunca lo demostró cómo era debido.

La desesperación fue quien ganó al final.

-¡CÁLLATE!- Gritó Tom apuntándole con el índice.

-¡VETE AL DEMONIO, KAULITZ!

Apenas exclamó aquello, Tom la tomó de la cintura de manera brusca y la puso contra pared de manera poco sensible, sus labios se fueron de manera desesperada hasta los de Cailin, la necesitaba más que nunca. A pesar de todo, aún había algo, y ese algo era el deseo de uno por el otro. Los labios de la castaña no eran expertos, pero enseguida correspondió al beso de Tom rodeando su cuello con ambos brazos.

Cinco minutos fue lo que probablemente duró aquel beso, tal vez más. Sus labios estaban hinchados y rojos, eso había sido un verdadero beso después de tanto, se miraron a los ojos y su respiración era entrecortada.

―No me dejes―. Exclamó el chico con lágrimas en los ojos.

Veía a Tom llorar por primera vez, y Cailin lo hizo junto con él. La cargó entre sus brazos y ella le rodeó la cintura con sus piernas. El tiempo se había ido volando y ellos no se habían percatado de ello. Eran poco más de las seis de la tarde, pero eso ya no tenía importancia alguna y después de esa noche ya nada importaría. Ella nunca respondió a las palabras de Tom.

De nuevo la besó, pero ahora lo hacía delicadamente, la llevó en brazos hasta la cama y ahí la recostó de manera suave. Le quitó los zapatos y después lo hizo él, las chaquetas que utilizaban las dejaron caer. Era como un intervalo, después de cada delicado y pasional beso, era una prenda de ropa menos hasta quedar en las interiores. Él se tomaba su tiempo, miraba el cuerpo de Cailin y la yema de sus dedos le acariciaban su blanca y suave piel. Ella solo podía contener la respiración, y cuando no la soportaba más, la dejaba ir, para luego retenerla de nuevo. Su corazón latía demasiado rápido, sabía lo que iba a pasar y no quería evitarlo, ni que nada ni nadie les evitara tener ese momento tan íntimo.

Un momento que, por parte de él no sabía, pero que por parte de ella, siempre guardaría y tendría en mente, sin importa qué. No estaba siendo rápido, se tomaba su tiempo en cada beso, cada mirada, cada movimiento... Sin darse cuenta estaba siendo lo que antes no, atento, delicado, la estaba queriendo como debió hacerlo desde un principio. La meta de Tom era hacerla una completa mujer, su mujer, ser el primero. Cailin se lo permitiría, porque tenía el mismo deseo carnal desde hace mucho tiempo, y sucedería cuando menos se lo esperaba.


Addicted to youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora