³¹ | The end

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Cailin quedó plácidamente dormida después de que la instalaron en su habitación, el dar a luz le había cansado demasiado y le había dejado bastante adolorida.

Durmió durante toda la noche y Tom permaneció a su lado mientras que Jeremy solo la miraba por unos minutos y de nuevo desaparecía. No estaba siendo fácil para él aceptarlo. Tom le agradecía de verdad lo que estaba haciendo, podía entender lo difícil que era dejarla ir sin más.

Jeremy logró ver al pequeño Dylan y lo cargó apenas unos momentos. No pudo evitar llorar un poco. Tal vez no era su momento aún de ser padre. Mientras Cailin dormía, Tom y Jer hablaron, después de todo, al final no se llevaron tan mal. Ambos se agradecieron muchas cosas.

A la mañana siguiente Cailin se movió sobre su lugar dejando escapar un gran suspiró, trató de estirarse pero el dolor que sentía le limitaba un poco las cosas. Abrió los ojos y se llevó la sorpresa de ver a Tom observándola con una sonrisa.

—Buenos días—. Habló con una sonrisa.

—Buenos días... Aún estás aquí...

—Sí, ¿cómo te sientes?

—Un poco adolorida, pero bien... Tom...

—¿Qué pasa?

—¿Qué fue lo que sucedió ayer?

Tom se acercó a Cailin, entendía lo que le preguntaba, pero no sabía desde donde iniciar. Dejaría que las palabras salgan por sí solas.

—Jeremy me buscó cuando supo que también estaba aquí, y me aclaró algunas cosas.

—¿Qué cosas? ¿Dónde está?

—Debe de llegar en cualquier momento, y... Él hizo unas pruebas de paternidad cuando estuvieron en Los Ángeles.

—¿Pruebas de paternidad? Pero... ¿Por qué?...

Cailin estaba confundida, se sentó con cierta dificultad y revolvió su cabello un poco.

—Escuchó que antes de que se fueran a París estuvimos juntos, eso le dio ciertas dudas.

Una vez que dijo eso, Cailin miró a Tom, quien no sabía que expresión mostrar. Ya comprendía, su corazón se aceleró de solo pensar en la última noche que estuvo con Tom y que su hijo no era de Jeremy.

—En pocas palabras, yo no soy el padre, sino Tom.

Jeremy estaba parado justo en la entrada, había escuchado todo, y como si no fuera nada, confesaba aquello con una sonrisa. Estaba siendo fuerte con la situación. Cailin entreabrió los labios, pero tenía un nudo en la garganta. Había mucha tensión en aquella habitación.

Tom se puso de pie con una media sonrisa.

—Los dejaré a solas.

Jeremy le agradeció con una sonrisa, y entonces se sentó a lado de Cailin.

—Jer, yo... No lo sabía, lo juro, lo siento de verdad. Yo...

—Está bien, sé que no tenías la menor idea, nadie la tenía. Sé que no me engañaste en ningún momento.

—De verdad lo siento...— La voz se le quebró y las lágrimas salieron.

Jeremy la abrazó y negó con la cabeza. No la culpaba, y la dejaba porque la amaba.

—Al menos seré el tío que le da montones de juguetes—. Comentó bromista. Hizo reír a Cailin. —Debo de irme, creo que debes de hablar con Tom... Siempre estaré para ti, mi Cai.

Acarició sus mejillas y con sus pulgares secó sus lágrimas. La miró a los ojos, y luego sus labios. Le dio un último beso, uno de despedida, entonces salió de la habitación. Cailin se quedó con el corazón en la mano, había destrozado a alguien que la amó de verdad.

Tom regresó y vio a Cailin llorar. Él se acercó a la reconfortó en un abrazo, lo que hizo que Cailin se soltara en llanto y al final quedara dormida.

Dos horas más tarde, despertaron a Cai, debía de alimentar a su hijo. Tom había salido del hospital mientras ella dormía, se tomó el tiempo de ducharse y cambiarse de ropa, al igual que comprar algunos regalos.

Cuando Tom estuvo de regreso, se encontró con Cailin amamantando al pequeño, esa escena le hizo sonreír ampliamente.

—Hola—. Saludó Tom a ambos. La joven le miró y sonrió.

—Hola, estás de regreso.

—Sí, y les traje esto...—. Señaló algunas bolsas de regalos, globos y flores. Algo que hizo reír a Cailin.

—No debiste.

—Yo creo que sí, ya después abrirán los regalos—. Dejó todo a un lado, y señaló un ramo de flores en particular. —Esas son de Jeremy.

Eso deprimió a Cailin un poco, pero a la vez le hacía feliz ese pequeño detalle. Tom se acercó para mirar a su hijo, aún seguía sin poder creerlo. Lo miró comer sin evitar sonreír, ambos lo miraban felices.

—Cailin...—. Le llamó, mostrándose ahora algo serio, ella giró el rostro y lo miró a los ojos, esperando que él hablara. —Lamento lo que te hice antes... Después de que te fuiste, me di cuenta de lo mucho que te quiero... Pero ahora... Quiero pedirte otra oportunidad, no solo porque ahora sé que tenemos un hijo... Sino también porque quiero recuperar tiempo perdido, y demostrarte muchas cosas. Sé que recién dejaste las cosas con Jeremy, y entiendo si ahora no quieres, pero quiero que iniciemos de nuevo...

Cailin se mordió el labio inferior, le estaba pidiendo otra oportunidad, no se lo esperaba. Sabía que había cambiado, pero aquello era algo que no se esperaba. Lo miró con las lágrimas a punto de escaparse, y entonces asintió lentamente, aceptando regresar con él.

El corazón de Tom se tranquilizó, y entonces hizo lo que hace mucho esperaba volver a hacer; de manera cariñosa, tomó su rostro y la besó, un beso que deshicieron al escuchar el llanto del bebé.

• • •

Dos semanas después le dieron de alta del hotel, las llamadas y mensajes no paraban de llegar, todos morían por ver al bebé. Su hijo había nacido en Alemania, y su nombre había sido cambiado al de Jeremy, esa fue una propuesta de Tom, Cai aceptó encantada y le agradeció el lindo gesto que estaba teniendo.

Tres meses después regresaron a Los Ángeles, era de esperarse que aquel hermoso bebé sería consentido, la corta historia de Alemania fue muy sorprendente para todos, pero estaban de verdad contentos de que Tom y Cailin estuvieran juntos y fueran padres.

Eran casi las ocho de la noche y Tom y Cailin paseaban un poco a su pequeño para que este pudiera dormir. Cuando por fin quedó dormido, ambos lo observaron con anhelo. Sin duda lo amaban.

Tom abrazó a Cai por detrás y dejó un cariñoso beso sobre su cuello y mejilla, ninguno de los dos podía ocultar su alegría por ese momento.

—Me he dado cuenta de algo—. Le murmuró Tom al oído para no despertar al bebé.

—¿De qué?— Preguntó Cai girando un poco su rostro para darle un corto beso en los labios.

—De que soy adicto a ti...




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