Aquella noche le había tomado por sorpresa el saber que Cailin se iría. Algo dentro de él sentía que se rompía y eso le desesperaba, porque no era para nada normal. No era normal el que deseara abrazarla y nunca soltarla, el querer besarla hasta desgastar sus labios, el despertar cada mañana a su lado, el decirle que fue un estúpido y que ahora estaba realmente seguro de lo mucho que la quería.
Cada palabra que decía, no podía procesarla del todo, sus expresiones eran claras, ella no estaba segura de lo que hacía, pero aún así lo haría.
Saber que se iría con Jeremy, eso fue algo que le molestó, pero más que nada le entristeció. A fin de cuentas estaba eligiendo a alguien más porque él simplemente no supo valorar a quien tenía a su lado, y cuando lo quiso intentar todo, ya era demasiado tarde.
Pensó que el besarla le haría cambiar de idea, pero más que un beso, se dejó llevar por el deseo de hacerle el amor una vez más. No solo era el deseo, sino que en el fondo esperaba que eso hiciera que ella cambiara de parecer. Disfrutó de su cuerpo, su piel, sus labios, el ser uno solo... Todo eso se quedó en su memoria y no lo olvidaría, porque sabía que estaba enamorado.
No durmió durante varias horas, y cuando cayó rendido, eran casi las cinco de la mañana. Estaba tan cansado que su sueño fue profundo, pero al despertar, se sintió desesperado.
Tratando de encontrar el cuerpo de Cailin, Tom palpó la cama aún con los ojos cerrados, y al notar que no había nada, abrió los ojos enseguida, haciendo que el sol le lastimara, pero no le tomó importancia. Su corazón comenzó a latir algo apresurado, tenía un mal presentimiento, y lo supo cuando vio aquella nota sobre su mesa noche. Cuando la leyó, inesperadas lágrimas salieron de sus ojos; de manera apresurada, se vistió y buscó su celular, llamó repetidas veces a Cailin, pero ella nunca contestó, siquiera a los mensajes. Después de varios intentos, las llamadas ya no podían ser realizadas, pues el número había sido desactivado.
Él solo se partía la cabeza, pues sencillo era cruzar aquella calle; lo hizo, pero ella ya no estaba en casa.
—¿Dónde está?
Preguntó Tom algo desesperado al hermano mayor de su ex novia.
—Lo siento, amigo, ella se fue hace tres horas.
Dijo Sam notando la desesperación en el rostro de Tom.
—¿Ya se ha ido de los Los Ángeles?
—Sí, su vuelo fue hace media hora más o menos.
Mintió Sam, pues apenas hace unos minutos había regresado de dejar a Cailin en casa de Jeremy.
• • •
Se metió a la ducha, y se quedó ahí por un largo rato, cerraba los ojos y sentía que en ocasiones le ardían porque no permitía salir las lágrimas que se combinaban con las gotas de la ducha.
Se cubrió únicamente la cintura con una toalla, dejando su musculoso cuerpo aún húmedo, se miró al espejo y ahí pudo notar unas marcas; se miró con más atención, dos marcas sobre su cuello, en el lado izquierdo, una en su hombro izquierdo y apenas logró ver unos rasguños en su espalda, pero ahí estaban, como un recuerdo de ella.
Por un instinto, salió del baño con prisa, y rompió lo primero que tuvo frente a él, dejando que los pedazos de cristal de la lámpara se esparcieran por todo el suelo. No era necesario que alguien se preocupara, pues estaba solo.
Varios recuerdos se le venían a la mente, estaba en depresión probablemente; ese día no comió, apenas logró hablar, no salía de su habitación, prefería estar solo y mirando hacia cualquier punto fijo.
Claro que ese no era el Tom de siempre. Tenía ya demasiados mensajes, invitaciones de fiestas, chicas esperando por él; su celular incluso no dejó de sonar, algo que le molestó y terminó lanzándolo contra la pared ocasionando que la pantalla se partiera y este dejara de funcionar.
• • •
—Tom, te he estado llamando, ¿por qué no contestas el maldito celular?—. Preguntó Bill claramente molesto y observando lo desastroso que su hermano parecía.
Tom se removió sobre su cama, quejándose, en realidad apenas se podía mover. Bebió sin detenerse un solo momento, rompió demasiadas cosas mientras maldecía. En pocas palabras destrozó su habitación, y él era un completo desconocido al parecer.
—Hermano... Llegaste...—. Habló Tom claramente ebrio.
—¿Qué rayos has hecho?—. Preguntó su gemelo, asustado.
—¿Dónde estabas? No tenía con quien beber... Mi celular se ha roto...
Bill se acercó a su gemelo y se sentó a su lado, quitando la cuarta botella que Tom bebía de su mano. No protestó, solo se quedó sentado, con la cabeza gacha y mirando el suelo. Por otro lado, el rubio se quedó callado, no sabía cómo ayudar a su hermano.
—¿Por qué se fue?... La extraño... Y la amo.
Eso fue lo último que salió de Tom, puesto que poco después se recostó sobre su cama y quedó dormido.
Bill suspiró y negó con la cabeza, acomodó a su gemelo como pudo y lo cubrió, apagando las luces de la habitación, para luego retirarse y llamarle a su novia, debía de contarle todo.
• • •
Pasaron cuatro semanas exactas desde que Cailin se había ido de la vida de Tom. Él aún no se recuperaba del todo y deseaba estar más solo que nunca, así que dejó a su hermano y logró conseguir un departamento en el centro de la ciudad de los L.A, uno que era muy espacioso, lujoso; creía que eso llenaría el vacío que Cailin le había dejado, pero solo podía sentirse más solo.
Todo ese tiempo nada estuvo a favor a Tom, las cosas le salían mal, y creía que así sería siempre desde que ella se había ido. Muchas veces, incluso era mejor no mencionar su nombre, porque sino, entonces se sentiría mal.
Apenas se sabía de él, su familia se preocupaba; cambió de celular, y también lo hizo de número, por lo tanto, nadie podía contactarse con aquel que se había convertido en un completo necio.
• • •
—¡Tom Kaulitz! Hermano, demonios, ¿dónde has estado? ¿Sabes cuan preocupados nos has tenido?
Exclamó Bill abrazándolo en cuanto lo tuvo frente a él al abrir la puerta de su casa. Tom tenía una horrible imagen, aquellas ojeras delataban sus interminables noches de insomnio. Eso asustó a su hermano.
—He estado bien, tranquilo.
Respondió con una clara mentira. Entró a lo que antes fue su casa y fue hasta la cocina para poder beber algo, ahí encontró a Vanessa. Ella le miró con una cara de susto.
—¿Qué, tal mal me veo?
Vanessa asintió y después le abrazó para saludarlo.
—Te ves horrible.
Aseguró la novia de Bill, logrando hacer sonreír a Tom apenas un poco.
El que estuviera allí le distraería un poco, sinceramente se había cansado de matarse todos los días a poco, bebía todos los días y fumaba al menos dos cajetillas de cigarrillos al día. Eso era un suicidio lento, y aunque lo sabía, no dejaba de hacerlo, hasta ese día. Sabía que debía cambiar, regresar a su vida anterior, pero de una manera diferente.
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Addicted to you
RomancePrólogo ―No me dejes― exclamó el chico con lágrimas en los ojos. Instagram: @writer.cjg