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Un leve movimiento y un brazo sobre su cintura le despertó en cuestión de segundos, siendo ya el segundo día en París. Inhaló y exhaló de manera profunda, tratando de moverse un poco entre ese brazo de Jeremy que le abrazaba con algo de fuerza, como si Cailin se fuera a escapar.

Abrió los ojos y frente a ella estaba una gran ventana con un balcón extra, salió de la cama, ya no estaba cansada y tenía ciertos ánimos de hacer miles de cosas. Se colocó una bata para cubrirse y salió al balcón, el solo sobre su rostro y piel le hizo sonreír, el aire se sentía tan puro por el parque que había frente al alto edificio.

Era una vista bellísima a decir verdad, nunca se imaginó vivir ahí, con su mejor amigo y ahora novio. Estaba mal probablemente que solo unas semanas después Cailin saliera con alguien más, pero, algo había tirado de ella a aceptar esa propuesta de noviazgo.

Un par de brazos rodearon la cintura de la castaña, abrazándola con cariño y dejando un beso en sus cabellos despeinados.

-Buenos días.

Se escuchó aquella masculina voz, haciendo sonreír a Cailin y que se girara enseguida para encontrarse con ese par de ojos azules aun somnolientos.

-Buenos días.

Le respondió dándole un beso a su mejilla.

-¿Te gusta?

Preguntó él ahora mirando aquella vista que tenía, eso era algo que Jaremy disfrutaba cada mañana y cada noche, pues eran sus horarios favoritos de disfrutar tal vista.

-Me encanta.

Aseguró mirando una vez más. Aún, y como siempre, sentía ese pequeño vacío en su interior. No, no era un vacío pequeño, era grande, mucho; en su mente se repetía una y otra vez que todo iba perfectamente, que las cosas estaban mejorando, pero algo le decía que no sería así.

Un día antes se la habían pasado en casa haciendo nada y acomodando solo las pocas cosas que Cailin había preparado para su viaje, pues se podría decir que había dejado todo. Cambiaría muchos aspectos de ella.

Jeremy hizo que estuvieran frente a frente de nuevo, y esta vez la besó, un beso lento que de a poco se convirtió algo muy similar a lo desesperado. Lentamente la llevó de regreso a la habitación y ella como siempre, se dejaba ir; Cailin abrazó a Jeremy, y este la apegó a su cuerpo.

Ahora estaban sobre la cama, Jer estaba siendo muy especial con ese momento, pues le besaba con cariño, la acariciaba y le decía cosas lindas al oído.

Hace mucho que esperaba por eso, tener a Cailin de esa manera era como su sueño más grande. Hacerla suya, quería ser el primero, pero ahora sabía que eso ya no sería posible, pues Tom le había ganado ese lugar hace ya un mes y medio más o menos.

• • •

Dos semanas ya había pasado, y en esas semanas únicamente estuvieron entre papeleos debido a la universidad de Cailin, terminaría sus estudios de Derecho, y luego buscaría un buen trabajo con la ayuda de Jeremy.

Las calles de París eran magníficas, su idioma era un poco difícil para Cailin, pero lo practicaba siempre que podía con su novio, quien en ocasiones se burlaba de ella, haciéndola reír demasiado.

Algo que le incomodaba en ocasiones, era el hecho de que Jeremy se llevaba con muchas francesas, eso le daba un poco de celos, pero siempre se comportaba educaba, como si eso no le importara.

Ese día, después de una mañana de demasiadas compras y paseos, por la tarde regresaron al apartamento, morían de hambre y Jeremy había comprado el almuerzo. Era algo raro a decir verdad, a Cailin no le pareció, pero aceptó probar aunque sea un poco. Aquello parecía una mala combinación de muchas comidas.

-Anda, pruébalo.

Le animó Jeremy mientras que ella solo miraba su platillo con cierta repugnancia. Intentó olerlo, pero incluso antes de acercar más la nariz, eso ya le había causado demasiadas nauseas, por lo que lo alejó enseguida y se cubrió la boca.

-Jeremy, no puedo, esto luce asqueroso y su olor es igual.

Se quejó. Jeremy aún calentaba su platillo, por lo que no había notado lo que Cailin. Tomó el platillo, y lo olfateó un poco.

-Oh vamos, esto no tiene tan mal olor.

Dijo, tomó una pequeña cucharada y la acercó a los labios de su novia, por un momento se negó pero después abrió la boca y masticó un poco. Quiso beber algo enseguida, pero lo primero que pudo hacer fue salir corriendo hasta el inodoro y vomitar ahí incluso el desayuno.

Jer dejó la cuchara sobre la mesa y corrió a sostener los cabellos de Cailin, quien no dejó de vomitar por lo que pareció un largo rato.

-Jeremy, te odio.

Dijo después de haber desechado todo, su novio no pudo evitar reír un poco. Cailin se levantó con algo de dificultad, pues sintió un breve mareo. Ahora con el estómago vacío, ¿cómo no marearse? Se lavó los dientes, logrando deshacerse de ese asqueroso sabor.

Regresaron juntos al comedor y de nuevo tomaron asiento. Jeremy probó la comida, no era tan mala, pero en definitiva no era del gusto de ninguno de los dos, así que se deshizo de la comida antes de que a Cailin le dieran nauseas otra vez.

Prepararon mejor algo de pasta y carne, su delicioso olor hizo que el estómago de la chica se asentara, sintiéndose mejor, sin embargo, mientras cocinaban, Cailin comía otras cosas, golosinas, muchas golosinas.

Esos últimos días era lo que más comía, pastelillos, dulces, chocolates.

-Si sigues así, en definitiva quedarás como una bola.

Le advirtió Jeremy al verla comer una tercera barra de chocolate.

-¿Y entonces ya no me querrás?

-No, ya no.

Dijo bromista, y le dio un tierno beso. Ella puso la mesa y él preparaba los platillos. Y al final, todo fue tan perfecto como siempre.

Al ver la pequeña montaña de pasta, no pudo evitar recordar a Tom. Ahí estaba de nuevo, de nuevo estaba pensando en él, ya habían pasado dos semanas sin hacerlo, pero entonces lo recordó, y sintió unas grandes ganas de llorar, pero Jeremy estaba ahí, así que se deshizo de esos tontos deseos y solo comenzó a comer. Comió dos platillos, para ser exactos.

-Creo que París te ha abierto demasiado el apetito.

Cailin lo miró apenada, era cierto, casi desde que había llegado, no había dejado de comer demasiado. Realmente debía dejar de hacerlo o en verdad quedaría como una gran bola y, tal cual estaba, le gustaba demasiado, no deseaba esos kilos demás.

Terminó su segundo platillo, y lo alejó de ella, pues si lo dejaba cerca, sabía que podía pedir más, y con lo que había comido era más que suficiente.

Jeremy tuvo que salir, por lo que Cai se quedó sola durante algunas horas, en las cuales estudió un poco su francés con un libro que Jer le había regalado, vio unas películas mientras comía palomitas, hasta que sin darse cuenta, se quedó dormida.

Quería despertar y a la vez no, pues en sus sueños eran aún más vivos aquellos momentos que estuvo con Tom, sus besos, sus caricias, aquellas sonrisas... Lo extrañaba demasiado, no podía negarlo.

Addicted to youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora