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Su mirada se le podía caracterizar como seductora, había algo en ella, pero no sabía exactamente qué. Por un momento se encontró perdida, tan perdida como nunca lo había hecho, el llamado de su hermano la sacó de sus pensamientos haciendo que desviara la mirada hasta él. Parpadeó un par de veces para aclarar sus pensamientos sin saber que decirle a su hermano.

―¿A quién o qué miras?

Le cuestionó Sam girando el rostro para ver el área detrás de él y luego la vio a ella de nuevo.

―A nadie.

Respondió negando con la cabeza y sonriendo para que no empezara con esos celos tan únicos de él. Se limpió los restos de salsa que tenía alrededor de los labios, que vergüenza, aquel guapo chico la había visto con esa imagen. Mala primera impresión. Cailin era una chica inquieta, por lo que cruzó su pierna derecha sobre la izquierda en tanto la derecha se movía algo inquieta.

¿Qué tenía de atractivo? Todo. Sus ojos color miel eran encantadores, esa sonrisa e incluso sus tatuajes, estaba lleno de tatuajes. Eran exactamente cuatro chicos, todos demasiado atractivos, pero el de cabello largo negro y amarrado, fue quien captó su atención enseguida. Sam dejó a Cailin por unos minutos mencionando que iría al baño. Era algo incómodo, estaba sola y justo a una mesa de ella estaba ese hermoso chico, quien la miraba de vez en cuando y que sin esfuerzo alguno le hacía sonrojar. Eso era muy extraño, era como si con las miradas se dijeran que desde hace semanas se conocen y solo se hacen pasar por simples desconocidos. Él se puso de pie y fue detrás de una chica, aunque en realidad solo iba al baño, o eso creía la inocente mente de Cailin. En cuanto su hermano regresó ella se puso de pie para dirigirse al tocador de mujeres.

Se miró al espejo, como cuando lo hacía cada mañana al despertar, se tocó las mejillas coloradas y suspiró negando mientras dejaba sus mejillas y lavaba sus manos. Imposible que ese chico le haya gustado de un momento para otro. Dos chicas entraron al baño platicando y en cuanto se percataron de su presencia miraron a Cailin algo raro. Era porque no les parecía alguien bonita. Hablaban de un hombre hermoso, y la descripción que daban le fue completamente conocida, y lo último que logró escuchar la dejó sin palabras y con cierta decepción. Ese hombre era un completo casanova, y por lo que había escuchado... Excelente en la cama o donde sea que haga sus cosas íntimas. En el caso de íntimas, fue en el baño de los hombres. Sintió repugnancia, quizás porque ella aún era completamente virgen. Secó sus manos y salió del tocador sintiendo un alivio por ya no escuchar el "buen sexo" que había tenido la rubia descerebrada. Porque eso era lo que parecía a los ojos de Cailin.

Mientras caminaba por el corto pasillo donde se encontraban los baños cerró los ojos unos pocos segundos y pasó sus dedos por entre sus cabellos castaños claros, debido a ese pequeño descuido chocó con alguien más haciendo que se quejara un poco por haberse golpeado el pecho, entonces abrió los ojos de manera rápida.

―Lo siento―. Dijeron al mismo tiempo Cailin y el chico de ojos color miel.

«Hay por dios...» Pensó la chica abriendo un poco más de lo normal los ojos. Se miraron, algo que ella no aguantó demasiado así que bajó sus pupilas y llevó una de sus manos hasta su pecho tallando un poco esa área. Era alto, muy alto, Cailin apenas y le llegaba un poco más allá del hombro; su vestimenta era como la de un rapero, su perfume era embriagante, todo él era... Sexy y atrayente.

―¿Estás bien? Perdón si te lastimé... ¿Te duele mucho?

Su voz hizo que la piel se le erizara, era sin duda algo que le gustaría escuchar todos los días. Pero entonces esa idea se deshizo recordando la clase de persona que era. Ante la última pregunta que hizo él levantó una de sus manos, con la clara intención de tocar su pecho, algo que la chica enseguida detuvo. Tocarle el pecho ya sería demasiados nervios para ella.

―Estoy...

Su respuesta se quedó a medias, pues detrás de ella resonaban un par de zapatos altos. «La rubia descerebrada y su amiga.» Pensó sin dudar nada. Una extraña sonrisa mostró el chico, una sonrisa juguetona al parecer.

―Tom.― Saludó la rubia. Él entreabrió los labios, pero de ellos no salió nada. Algo indignada la alta rubia se detuvo y frunció el ceño. ―Jessica.― Le recordó.

―Ah, claro, Jessica.

Se fue molesta, algo que le pareció gracioso a Cailin. Al parecer era el tipo de chico que se acostaba con mujeres hermosas sin importar demasiado su nombre. Cailin algo incomoda pensó en retirarse poco después de que la tal Jessica lo había hecho, pero Tom la detuvo. Al fin sabía su nombre.

―Creo que ya escuchaste mi nombre, ¿cuál es tuyo?

―¿Qué?... ― Preguntó algo sorprendida por la pregunta que le había hecho. Eso no le sucedía a menudo, o probablemente nunca. ―Ah... Mi nombre es Cailin.― Ya que era muy tímida, extendió su mano para saludarlo, pero él le rechazó prefiriendo darle un beso en la mejilla. Aquello le hizo ponerse tan roja como un tomate. Parpadeó repetidas veces y Tom rió un poco debido a la reacción que había mostrado.

―¿Cailin? No había escuchado antes ese nombre, me gusta. Cailin, Cailin, Cailin...― Repitió varias veces su nombre para grabárselo en la mente puesto que más adelante seguro le serviría recordarlo. Era lindo y gracioso a la vez escucharlo de sus labios. Tom la miró de pies a cabeza, no era el tipo de chica con el que le gustaría tener sexo, según lo que él podía notar, no era demasiado bonita, no utilizaba maquillaje, en pocas palabras no era alguien plástica ni demasiado materialista. Un punto a favor de la nueva chica que conocía. Su timidez hacía que Tom tuviera un ego más grande, pues sabía perfectamente el efecto que causaba en todas las mujeres, sobre todo en las mujeres como Cailin. Eran fáciles de llevar o mal encaminar. Aunque eso no era lo que quería.

El alto chico iba a decir algo más, pero la voz de Sam les interrumpió.

―¿Cailin, qué haces?

Ella se sobresaltó un poco y miró a ambos hombres.

―¿Tu novio?― Le preguntó Tom frunciendo un poco el ceño.

―Oh no, no, él es mi hermano mayor Sam. Sam, él es Tom. Lo acabo de conocer.― Les presentó algo nerviosa. Sam estrechó la mano de Tom algo serio mientras Tom le dedicaba una sonrisa coqueta, eso le daba la imagen de una mala compañía, una compañía que Sam no querría para su pequeña hermana.

―Debemos irnos. Ahora.― Ordenó y después se despidió de Tom.

―Claro... Tom, fue un gusto conocerte.

―Digo lo mismo. Espero que nos volvamos a ver, Cailin.

La chica solo asintió con una sonrisa tímida mientras acomodaba un par de cabellos lacios detrás de su oreja y se alejaba poco a poco. Fue algo muy extraño, la manera en que se conocieron, el incómodo tema sobre el sexo... Cailin simplemente estaba emocionada. Era estúpido, pero aun así estaba feliz. Después de eso esperaba volver a encontrarlo, lo deseaba de verdad, quería sentir de nuevo esa emoción que nunca había sentido, sentir como se le erizaba la piel por él y como su corazón latía por cada beso que le diera al saludarla o despedirse.

Era lo malo de Cailin, podía ser una chica enamoradiza, no se le podía engañar con tanta facilidad pues era muy inteligente, pero a Tom se le conocía como un perfecto mujeriego y mentiroso; muy tímida, tanto que no siempre sabía negarse a la cosas, a veces se deja llevar y sigue los malos pasos de otros, lo que algunas veces le lleva a tener problemas cuando ella es alguien muy tranquila.

Addicted to youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora