⁰¹

6.9K 167 16
                                    

El día normalmente para muchas inicia con los rayos del sol entrando por su ventana y tocando sus hermoso rostros, los pajarillos canturriando suaves melodías que les hace despertarse con una radiante sonrisa en el rostro.

Que estupidez, eso solo le sucede a Blanca Nieves, Cenicienta y cualquier otras princesas de cuentos para niños.
Sus parpados se abrieron de golpe dejando ver unos ojos de color verde aceitunado, estos miraron desorbitados por la ventana fijándose en como la lluvia caía con algo de fuerza y golpeaba su ventana, se podía decir que el cielo estaba de un color casi negro mientras que entre esas nubes oscuras unas luces se iluminaban con intensidad, amenazando de alguna manera a todas las miradas que se fijaran en ellas. Hacían demasiado ruido y eso fue lo que la obligó a despertarse. Cailin parpadeó un par de veces, su habitación estaba oscura y no lograba ver demasiado bien; inclinó un poco su cabeza hacia atrás y miró su reloj que estaba sobre su mesa de noche. Las cinco con treinta y siete minutos de la mañana, era un domingo y Cailin despertaba demasiado temprano. Dio un gran suspiro y aun sobre su cama el cuerpo estiró mientras cerraba con algo de fuerza los ojos, ese sin duda sería un día largo.

Salió de su cama con algo de lentitud y utilizó las pantuflas que tenía justo al lado de su cama; tomó sus lentes y se los puso ahora logrando ver con más claridad en aquella suave oscuridad. Con algo de pereza camino hasta la segunda habitación de su recamara, el baño. Se miró al espejo y estaba despeinada, tenía frío; su pijama solamente era un short corto y un camisón color café que podía hacerse pasar por una sudadera. Tomó un peine y comenzó a cepillar su cabello para que este no se mirara tan alborotado, una vez que terminó se lo amarró en una coleta dejando que algunos mechones cayeran sobre su rostro; cepilló sus dientes y se lavó el rostro con agua fría para despertar por completo. Miró el espejo y observó a la chica con ojeras, piel pálida, cabello castaño claro, delgada y desliñada.

La casa estaba solitaria y fría, antes de bajar las escaleras tomó su celular y puso sus audífonos para escuchar algo de música mientras pensaba en qué podría desayunar. Algunas tostadas y unos huevos fue lo que se le vino a la mente; sacó unos cuantos huevos del refrigerador mientras la sartén se calentaba junto con el aceite. No mucho después su desayuno estuvo listo, puso la mesa y tomó asiento cruzando las piernas sobre la silla, comió el primer bocado de huevos fritos mientras sus dedos se movían suavemente al ritmo de la música y sus pupilas miraban la tormenta que había del otro lado del amplio ventanal. Sus pensamientos estaban como siempre, por todos lados, tenía una imaginación algo grande y eso le hacía distraerse con casi cualquier cosa. Se tomó su tiempo con el desayuno, una media hora después limpió la mesa y lavó los trastes que había utilizado, una vez más pensó en qué haría, aún era muy temprano y le sobraba demasiado tiempo. Caminó con tranquilidad hasta la pequeña biblioteca que tenían en casa y entre los estantes buscó algo interesante. La mayoría de los libros eran de ella, le encantaba leer, era uno de sus mayores pasatiempos.

Un chirrido se escuchó, sabía que era el sonido que hacía la puerta principal cuando alguien entraba con mucho cuidado. Eso logró asustarle un poco, pero aun así su curiosidad era más grande, por lo que salió de la habitación donde estaban todos los libros y se dirigió a la entrada. La puerta estaba abierta y la piel se le puso como de gallina, había demasiado frío allí afuera, justo en el momento en el que se iba a acercar a cerrar la puerta un chico guapo de cabello rubio, alto y corpulento entró y cerró la puerta, se quejó del agua fría y se quitó la chaqueta que estaba empapada. Se quedó ahí parada sin moverse, él la miró y una sonrisa perfecta con hoyuelos se formó en su rostro, ella aún no se movía; fue el chico quien se acercó dejando caer su maleta y la elevó con un abrazo mientras daba un par de giros con ella, Cailin por instinto rodeó su cuello y se sujetó con cierta fuerza. Aún no reaccionaba.

―Por dios, te extrañé demasiado. Mírate nada más, estás hermosa, has crecido demasiado. ¿No deberías estar durmiendo? Es muy temprano... ¿Cailin? ¿Aún no despiertas del todo?― Su tono era algo juguetón y sin duda cariñoso. Bajó a la chica pero aun la tenía entre sus brazos.

―Sam... Estás aquí... ¡Estás aquí! ¡No lo puedo creer!― Finalmente reaccionó y sus brazos fueron como una cobra que estrujaba a su presa. Le llenó de besos en todo el rostro y luego se alejó dándole un golpe en el pecho, algo que para él, no era nada. ― ¿Por qué no dijiste que venías? ¿Leíste todas mis cartas? Temía que no volvieras de ese tonto servicio militar―. Dijo con lágrimas en los ojos, al principio molesta y al final feliz.

― ¿Qué son estas maneras de vestir? Hace demasiado frío y alguien podría verte. Ponte algo que te cubra más las piernas, tonta

― Eso no es cómodo. Así duermo, así es cómodo―. Contradijo como si de una niña pequeña se tratara. Y tal vez así era, pues Sam era mucho más grande que Cailin.

Esa mañana se había llevado una gran sorpresa, su hermano había regresado de su servicio militar, habían sido tres años sin verlo, y ahora que lo tenía de vuelta estaba completamente feliz. Su hermano era su adoración; cuando era pequeña ella siempre decía que eran novios y que de grandes él sería su esposo. Sam nunca lo negaba, solo asentía y reía por las ocurrencias que decía cuando apenas tenía tres o cuatro años. Después de despertar, tomar su desayuno y recibir por sorpresa a su hermano, se sintió algo cansada, de nuevo. Se quedó dormida en el sofá, Sam la miró por algunos minutos mientras pensaba que parecía un ángel. Todo era tan pacifico en un profundo sueño.

• • •

Dos en punto de la tarde y Cailin estaba frente al espejo mirándose y peinando apenas su cabello, pues no acostumbraba hacerlo, su hermano entró a su habitación sin aviso alguno, preguntando si estaba lista para pasar el día con él.

―¿Qué acaso no sabes tocar la puerta?―. Preguntó elevando una de sus cejas.

―En el campo nadie tenía su propia habitación, por lo tanto, digamos que olvidé como se hace eso. Y... Creo que yo te hice una pregunta primero.

Era difícil molestarse con ese chico cuando se le quería de tal manera; la chica solo negó con la cabeza un par de veces mientras sonreía y se puso de pie tomando su bolso con sus cosas ya en ella.

―Estoy lista señor, podemos irnos. ¿Permiso para abrazarlo con fuerza y besarlo?―. Dijo en manera de broma mientras sonreía de manera amplia.

―Permiso concedido soldada.

Contestó Sam. Sin pensar nada Cailin se abalanzó sobre él estrujándolo en un abrazo y besando su mejilla.

¿En qué consistía su día de hermanos? Sencillo: ir a una plaza, hacer compras hasta fastidiar al hermano mayor, comprar golosinas, ver una película, dar vueltas por todos los lados posibles, su hermano coqueteaba con otras chicas para hacerla molestar y finalmente una deliciosa cena en uno de los restaurantes de aquella elegante plaza.

Cada chica que se cruzaba frente a Cailin era hermosa, si ella fuera totalmente sincera, admitiría tener celos ya que ella no se vestía de manera atractiva y se podía decir que nunca usaba maquillaje, justo como en ese momento. Dejó los tontos pensamientos de lado y prestó atención al menú que tenía en sus manos, no tenía mucha hambre, por lo que solo pidió algunas tiras de pollo con salsa. Aquello era un platillo que le gustaba demasiado. Bebía algo de té y platicaba con su hermano mientras esperaba por su platillo, cuando al fin lo tuvo frente a ella, su olor le hizo saber el hambre que tenía, por lo que no dudo en comenzar a comer cuanto antes.

Muchos dicen que cuando alguien te mira puedes sentirlo, no estaba del todo segura de eso, pero en ese preciso momento podía sentir que una persona le observaba, y no quería levantar sus ojos para ver de quien se trataba porque le avergonzaba un poco. Tomó una servilleta y se limpió los labios y dedos la salsa que le había quedado, entonces finalmente tuvo algo de valor y miró por encima del hombro de su hermano, pudo notar quien la "vigilaba", pues por un momento así se sentía. Era un chico, un chico muy atractivo la miraba de manera casi fija. No era algo que le sucediera a ella, no era el "tipo" de muchos, por lo que sus mejillas se sonrojaron. Aquel hombre frente a su mesa le sonrió algo divertido y Cailin hizo lo mismo, pero de manera tímida.

Addicted to youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora