CAPÍTULO III. FUEGO

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Multimedia: Sia-Big girls cry

Diciembre, 2014.

El sol caía a raudales en el patio iluminado de aquella pequeña pero confortable clínica. Todos sus interiores buscaban transmitir paz a los desdichados personajes que solían refugiarse entre sus muros, buscando ayuda o simplemente tratando de encontrar paz, razones que los ayudasen a salir de las tinieblas que constituían a mediana o gran escala su mundo.

Esos rayos tan cálidos, llenaban el consultorio número 12 de la clínica, jugando con los muebles, trazando sombras y cientos de figuras difusas.

-A veces no siento a dónde debe ir mi vida, todo se sale de control, ¿sabes?-Comentó entre sollozos quedos una adolescente de no más de diecisiete años, con la mata de cabello negra revuelta y desordenada y el pequeño rostro moreno lleno de lágrimas, los pómulos hinchados.

-No es necesario tener siempre el control, Liliana.-Contestó la interlocutora con voz suave. Mientras la adolescente se refugiaba en sus brazos, buscando un poco de la calidez que ni el mismo Sol era capaz de proporcionarle.

-No lo entiendes, Mariana, ¡nadie va a quererme nunca! ¿No me ves? ¡Estoy horrenda!-gritó Liliana con desesperación mientras la psicóloga acariciaba con suavidad su cabeza.-

-No lo estás. Lili, pasaste por algo muy duro. Pero, ¿sabes qué? Eres una guerrera. En algún punto de tu vida, que estás comenzando, encontrarás a alguien que compartirá tus batallas y no alimentará tus demonios, por el contrario, te ayudará a echarlos lejos. Pero es tú batalla y tú decides cuándo librarla. No puedes dejar que el pasado controle tu vida. Si dejas que esto continúe afectándote, él habrá logrado su objetivo.

-Yo no creo que nadie me quiera nunca...-Replicó Liliana, con voz queda, apenas audible y un dejo de desesperanza tremendo.-Un silencio invadió la habitación mientras la trabajadora continuaba abrazándola. Aquella mujer tenía un aura de paz en todo su ser. Liliana no quería que la soltara nunca.

-Mariana...

-¿Sí?

Liliana se enderezó lentamente mientras se limpiaba las lágrimas del rostro con el dorso de su suéter negro y la aludida la miraba con sus enormes ojos negros, llenos de aquella calma que lograba transmitirle a todos.

-¿Alguna vez has hecho eso? ¿Compartir tus batallas?-preguntó cautelosa. Después de los constantes abusos cometidos en el colegio contra ella, las burlas y los desprecios, se mostraba recia a hablar sobre sí misma y peor aún, preguntar algo a nadie, ni adulto ni compañero. Ciertamente había sido un caso complejo y ni siquiera Lucy, la psicóloga asignada había logrado tantos avances como aquellas sesiones con Mariana.

-Sí.-Contestó ella, reflexiva.-Cuando encuentres a tu compañero de batalla, lo sabrás, pero debes ser muy fuerte porque, en ocasiones, esa persona podría necesitarte más a ti, y tú no saberlo...

Liliana rio con timidez.-

-¿O sea que te has enamorado? ¿Cómo es él?

La psicóloga suspiró y volvió la mirada hacia la adolescente, con la espesa mata de cabello negro ondulado a su espalda, moviéndose con delicadeza. Sonrió con suavidad y miró su reloj.

-Me temo que eso no te lo puedo contar, es tú terapia, tu eres aquí quien importa. Se ha hecho tarde otra vez, Lili. Debes darte prisa, tu madre debe estar esperando.

La adolescente soltó una risita mientras se levantaba y se estiraba. Reflexionó durante un momento y luego miró a Mariana decidida. Se encaminó a ella y la abrazó, aferrándose a su cintura. Después, se separó y la miró a los ojos con un brillo nuevo en la mirada.

A Fuego LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora