Capítulo XXV: Redención

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Plenitud. En muchos años, no recordaba haber sentido la felicidad inundando cada célula de su cuerpo; una mezcla de calor, ansiedad y un particular cosquilleo se adueñaba de su mano con cada trazo que daba.
El color del plumón difuminando las perspectivas que había elaborado con tanto ahínco días atrás: prefería, por mucho,el trabajo manual por encima de las nuevas técnicas por computadora.

El maullido del gato la saco de su ensimismamiento; Mariana se estiró en su asiento, mirando a su alrededor: catálogos de mueblerías, pinturas y acabados; formatos de presupuestos, hojas garabateadas. Estaba sorprendida, pues pese a tantos años,parecía no haber olvidado desde como utilizar un lápiz,hasta elaborar un montón de detalles administrativos.

El sonido del teléfono llamo su atención. Sonrió al revisar el mensaje.

De: Rod.
Hola...estoy ansioso por el día de mañana.

Ella también lo estaba. Había decidido tomarse unas vacaciones de la clínica para enfocarse en aquel favor que el ojiverde le había encargado de lleno. Sólo pensar en él la ruborizó en un santiamén; sus manos grandes tomando las suyas al cruzar la calle; sus dedos largos acariciando sutilmente los brazos desnudos de Mariana y aquellos pozos verdes hundiéndola cada vez mas profundo por él. En aquellos bocetos había impreso  no solo sus ideas sobre aquel sitio que Rodrigo amaba, donde deseaba dejar su sello personal , sino también un pedacito de su alma, un poco del amor que tenía por él, el tiempo amándolo y que quería compensar.

Terminó la titánica empresa a la que se había dedicado por días enteros, cerrando la carpeta por fin. Mañana sería el día decisivo...¿Cómo reaccionaría Rodrigo al ver las propuestas?

*********

-¿Alguna vez, en toda tu vida, has fallado en un mínimo detalle?-preguntó Rodrigo mientras dejaba en la barra la cucharilla y el pequeño contenedor de una nueva infusión hecha por  Mariella a la par que ella sonreía satisfecha.

-Sí, pero no en la cocina.- respondió ella con sencillez.

-Quiero hablar de algo contigo.- Dijo él, cruzándose de brazos. Los cocineros se daban prisa en terminar de asear las grandes islas que ocupaban día con día, esmerándose en los detalles más pequeños, tal y como al chef le gustaba.

Mientras ellos se empeñaban en dejar limpio cada centímetro, Mariella observaba de reojo a Rodrigo, el hombre mas inaccesible del planeta. Era un buen jefe, rara vez se mostraba iracundo con nadie. Sin embargo, su frialdad dejaba claro que no le interesaba ninguna otra cosa mas allá de su trabajo. Su sazón era, para ella, el más delicioso que había probado.  Un hueco en el estomago se abrió paso al escucharlo hablar. Hacía ya mucho que se notaba mas lejano con ella; Cuando pensaba que, quizá, estaba por fin logrando acercarse a él, todo lo contrario había ocurrido. "¿Estás consciente que no te quiero?" aquellas palabras aun retumbaban  en su cabeza, un oscuro recordatorio que la acompañaba siempre.

- Ya sabes que me voy de aquí en cuestión de semanas. Todavía tengo que poner al corriente al nuevo chef y otras cosas.

Mariella se mantuvo en silencio, dejándolo hablar. Por experiencia, sabía que era hombre de pocas palabras, que odiaba ser interrumpido.

-Me gustaría que vinieras conmigo.- Soltó él, mirándola a los ojos.

-¿En serio?-preguntó, incrédula.

-Si, tienes talento, eres de fiar...me gustaría tenerte en el equipo...pero también quiero decirte algo más.

-¿Qué pasa, Rodo?

A Fuego LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora