Capítulo X. Tragos amargos

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Capítulo X.

-¿¡Dónde está el salmón de la ocho?!-El grito del chef sobresaltó a los cocineros, ya bastante presionados aquella tarde. Rodrigo se paseaba por las islas, inmerso en los olores y texturas, vigilando con ahínco cada detalle de los platillos que ahí se preparaban.

Los diferentes olores, el retumbar de los utensilios, el paso apresurado de los cocineros y ayudantes que anteriormente relajaban al chef secretamente, aquella tarde no lo apaciguaban.

-¿DÓNDE CARAJOS ESTÁN LAS SALSAS?-Preguntó, furioso, estremeciendo a todos. Rodrigo se recargó en una encimera mientras se apretaba con los dedos pulgar e índice el puente de la nariz, resoplando. Lo cocineros se miraron asustados.

-Chef, están a punto de salir, disculpe el retraso- Respondió por fin Mariella, acercándose con cautela-

-¿cinco minutos tarde?- Cuestionó Rodrigo, mirándola con frialdad. La mujer se mantuvo incólume en su sitio.-¿sabes lo que eso significa? ¡El cliente no tiene tu maldito tiempo!

-Lamentamos el retraso, Chef, no volverá a suceder.-Dijo ella al fin. Harto, Rodrigo se quitó el mandil y caminó, iracundo, a su oficina, mientras el personal lo observaba, asustado.

-¡Mariella, estás a cargo, no quiero un puto error más hoy!-gritó nuevamente para azotar la puerta tras él.

-Sí, chef...-alcanzó a responder ella, bajito. Nunca, en ocho años desde que había llegado, había gritado de tal forma a los cocineros. Si bien siempre había sido de naturaleza mandona, siempre perfeccionista, no era grosero, como muchos otros chefs para los que ella y otros compañeros habían trabajado ya.

-¿Qué le habrá pasado para que se pusiera como fiera?- inquirió José, el encargado de los postres; limpiándose las manos, nervioso, con el mandil blanco.

-Al parecer su sobrino se le escapó a uno de los meseros que lo estaban cuidando. Laura, la hostess, dice que en la entrada se encontró con una mujer y discutieron...el niño se metió como alma que lleva el diablo y luego él entró, furioso y la pagamos nosotros.-comentó otro cocinero mientras adornaba unos platos que estaban por salir-

-¿ Una mujer? Segurito le cuestionó que el niño anduviera afuera y ya ven como se pone si lo cuestionan...¿no será machista?- preguntó divertida una ayudante mientras picaba cebollas con gran agilidad.-

-¡Bueno, ya!- los detuvo Mariella- ¡Pónganse a trabajar o nos van a despedir!-gritó ella, terminando con el cotilleo de los compañeros. -Todos podemos tener un mal día, y el niño es su adoración, entonces dejen en paz al Chef.-

-Lo dices porque estás enamorada, Mariellita-le contestó un mesero al entrar veloz por las siguientes órdenes.-lo cierto es que está muy enojado y el pobre niño no deja de llorar ahí sentado.-

-Yo no estoy enamorada de nadie, sólo hago mi trabajo-contestó la aludida, molesta.

-¿Entonces por qué no sales conmigo?- le refutó el hombre, dándole su mejor sonrisa.-

La mujer lo miró, airada, mientras se removía nerviosa. No era un hombre desagradable, con esos bonitos ojos color avellana y la piel cetrina y bien cuidada. Pero no eran esos ojos aceitunados con los que ella soñaba, ni tenía esas manos ásperas que se aferraban a su cadera en momentos de desesperación...

-Vete a hacer tu trabajo, no tengo tiempo de tus idioteces.-Zanjó ella para luego moverse a su isla de trabajo y supervisar a los demás.

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A Fuego LentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora