Capítulo 26.

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Los Elementales tenían los ojos anegados de lagrimas, pero ninguno se permitió llorar, no delante de Nigrum. Tenían que ser fuertes en esos momentos. Sus familiares y amigos habían muerto por su culpa, directa o indirectamente, y tenían que vengarles. Aunque, entre la culpa, un atisbo de esperanza se abrió paso en el corazón de Anne: Nigrum no se había transformado en Kristen.

-En mi defensa, he de decir, que vosotros ayudasteis mucho. Pobre señorito Scott, y pobre... pobre niño de gafas, no merecían la muerte tan jóvenes -Nigrum andaba de un lado a otro del balcón mientras hablaba-. Es irónico cómo Terreus cae siempre, antes o durante de la batalla, no entiendo ni por qué está retratado en esa alfombra –dijo el dios oscuro señalando la alfombra que cubría el suelo-, pero bueno, mejor para mí.

Anne estaba estupefacta, no por cómo hablaba Nigrum de Christopher, lo que era un aliciente, sino porque había oído... había oído el relincho de Tajús en su cabeza.

-Tenemos que entretenerle –dijo Anne con la voz más baja que pudo poner-. Tajús viene de camino, me lo ha dicho. –Los chicos se miraron entre sí pero no dijeron nada-. ¿Y qué le ha hecho a mi hermana? –preguntó Anne subiendo la voz.

-Oh, la querida señorita Palmer, bueno, eso es secreto, jovencita... Pero no te preocupes, no le pasará nada malo. Si colabora, claro, si no... Bueno, su destino será tan trágico como el vuestro –y volvió a reír.

-¡No le harás daño! –rugió Anne.

-¿Y quién me lo va a impedir, mocosa? –inquirió Nigrum agradándose al balcón-. ¿Tú y tus amigos? Elementales Divinos, qué tontería es esa, si no sabéis hacer nada.

Marie levantó la mano, dispuesta a atacar. Pero se la llevó a su cuello rápidamente, para zafarse de una mano invisible.

-Yo que tú no haría eso, jovencita.

Marie cayó al suelo cuando la mano invisible la soltó, respirando con mucha dificultad.

-¿Qué pensabais viniendo aquí? –preguntó abriendo los brazos para abarcar toda la sala-. No podéis conmigo, ni con mis secuaces. –Chasqueó los dedos y empezó a salir gente de las paredes, como si estas fueran agua-. Negreros, umbras, hechiceros, lobos, Elementales traidores a Candidus.... ¿Y vosotros cuántos sois? Cinco Elementales Divinos, con dos Elementales tan corrientes como cualquiera.

Anne escuchaba a Tajús cada vez más cerca.

-Seguid hablando -suplicó Anne en un susurro aprovechando el ruido que hacían los esbirros de Nigrum al entrar. En estos momentos le encantaría tener la Esfera de Poder para hablar mediante telepatía.

El ejército de Nigrum se estaba colocando a lo largo y ancho de toda la sala. Los chicos reconocieron a Blake y su compañero, los primeros negreros que vieron, al lado de muchísimos más. En otra parte de la sala estaba Chrystee, rodeada de sus dos guardias, y con decenas de hombres y mujeres, cada uno con un lobo. Luego estaban los Elementales de ojos de colores, no grises, es decir, que aun no se habían unido en su totalidad a Nigrum. Por otra parte, las umbras con su característica forma de llama, vagaban por la estancia, aunque no eran muchas y tampoco peligrosas.

-Otra cosa más, antes de que nos mates –dijo Mark-. ¿Cómo podías aparecerte en mis sueños, en mi mente?

-Ah, eso es fácil –Nigrum se soltó del balcón y se dirigió a las escaleras de su derecha, descendiendo con tranquilidad-. Lo primero, no olvidemos que soy un dios, oscuro, pero un dios al fin y al cabo. Lo segundo: tengo poderes, poderes que ninguno imaginaríais. A raíz de eso, en uno de mis mejores momentos, hace muchísimos años, decidí poseer a alguien. No a una persona cualquiera, sino a uno de los peores gobernadores de Elementum. Cuando estuve en su cuerpo, no se notaba mucho la diferencia, ya le odiaba todo el mundo. –Nigrum llegó al final de los escalones, y caminaba haciéndose paso entre sus esclavos-. Esa persona fue Clarius Blackburn, ¿te suena, chico?

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