Capitulo 9

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Los siete Elementales salieron del edificio acompañados por Calebud y los dos guardias que anteriormente estaban en la puerta. Cuando todos salieron, los guardias volvieron a entrar cerrando las puertas a cal y canto. Ninguno había hablado en todo el camino, cada uno pensaba en sus cosas, en qué hacer o en cómo sería todo. El profesor se paró de golpe, haciéndoles sobresaltarse, y les miró a todos con los ojos húmedos.

-Chicos, creo que es hora de que nos separemos. No puedo ir con vosotros, sería un estorbo y, además, yo no soy divino.

Rió. No tenía ninguna gracia, pero él lo hizo. Lo único que el profesor estaba intentando era animar a sus alumnos, pero en esos momentos era muy difícil. Igualmente, los chicos nunca se habían reído con los chistes de su profesor, y ahora no iba a ser diferente.

-¿Veis ese puente de color verde de allí? –Dijo señalando un puente que iba hacia el noreste y se perdía en la niebla-. Tenéis que ir hacia allí. Cuando lleguéis habrá un hombre esperando, enseñadle el collar con la Esfera de Poder incrustada en él y os dejará pasar. Buena suerte.

Calebud abrió los brazos y fueron a abrazarle. La tristeza se notaba en el rostro de todos, incluyendo al profesor. Había pasado poco tiempo, pero se habían cogido cariño. Al irse Calebud, los Elementales sacaron su Esfera de Poder y la incrustaron en la parte del collar destinada a ello. Se lo colgaron al cuello –sorprendentemente no pesaba nada-, se pusieron la mochila al hombro y emprendieron su viaje hacia el puente verde, hacia la zona amazónica.

-¿Creéis que nos hemos perdido? –preguntó Marie asustada mirando de un lado a otro.

Ya habían cruzado la espesa niebla que llevaba al puente y no se veía nada al mirar hacia atrás, aunque tampoco se veía mucho si mirabas hacia delante. La niebla lo tapaba absolutamente todo; tanto que el color verde del puente apenas se diferenciaba.

-Sí, Marie, claro que nos hemos perdido. Sobretodo porque es un puente que va en línea recta y es imposible perderse –contestó Christopher indignado-. ¿Y tú eras la lista?

-Que te den –le espetó Marie escupiendo las palabras.

-¡Callaos ya! –Gritó Kristen-. No hemos empezado la misión y ya estamos discutiendo.

El grito de Kristen había hecho que todos sus compañeros se parasen. Kristen siempre había sido la tranquila. El miedo transforma a las personas.

Tras cinco minutos más andando, Catelyn, que iba por delante, comenzó a gritar.

-¡Eh, chicos! Hemos llegado. Acabo de pisar algo de tierra.

Los más rezagados corrieron hacia Catelyn y cuando se adentraron un poco más lo vieron: estaban pisando un camino de tierra húmeda que llevaba a una puerta de rejas bastante alta llena de raíces y enredaderas. Había un hombre situado delante de ella. Era un hombre bajo, con poco pelo y cara de pocos amigos. Llevaba una camiseta y unos pantalones raídos de color marrón.

-¿Adónde creéis que vais, enanos? –preguntó el hombre con voz profunda.

Los chicos hicieron lo que les había ordenado Calebud sin mediar palabra y le enseñaron el collar al hombre.

-Está bien... -vaciló-. Buena suerte ahí dentro y cuidado con los... animalillos. Luego no digáis que no os avisé.

El hombre se apartó de la puerta mientras ésta se iba abriendo, emitiendo un chirrido ensordecedor. Los chicos atravesaron la puerta y notaron inmediatamente el calor y la humedad que la puerta contenía dentro de la zona amazónica mediante la magia. Los Elementales estaban absortos mirando la cantidad de plantas y árboles que había a su alrededor cuando oyeron un golpetazo y se giraron todos: la puerta se había cerrado y no se veía nada a través de sus rejas, todo era oscuridad.

Los ElementalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora