Epílogo.

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-Sácame de aquí –suplicó el hombre calvo, Caio.

El Elemental Superior se encontraba demacrado, estaba pálido, con todas las venas marcadas en su cabeza. No había ni rastro de la fuerza que había tenido hace tiempo.

Se encontraba recostado en un árbol de ramas retorcidas que no se distinguían mucho del negro cielo que envolvía toda la zona prohibida. A su lado yacían dos cuerpos, el de una mujer mayor, con los ojos amarillos abiertos, pero sin respirar; a su lado, el hombre viejo de abundantes arrugas aun respiraba, pero no por mucho tiempo. Keurania y Gedion, los otros dos Elementales Superiores no habían soportado la crudeza de esta zona debido a su avanzada edad, así que al hombre de la túnica azul con ojos negros no le servían para nada.

-No puedo dejarte marchar –dijo el hombre girándose-. Tengo un plan reservado para ti.

-No quiero formar parte de tus planes, Crístalo... -Caio recordó que no era Crístalo, el Elemental Superior que había sido su amigo-. Nigrum.

-Me da igual, formarás parte, quieras o no. –Nigrum esbozó una sonrisa-. Ya me darás las gracias.

-¿Las gracias porque me maten? –Caio río lastimeramente-. Ya te han eliminado una vez, ¿por qué no una segunda?

-Porque esta vez tendré un ejército –dijo alzando el puño-. Un ejército más grande, más fuerte y del que tú formarás parte. Y tengo este reino para mi solo –dijo abriendo los brazos, abarcando un páramo desértico, en el que las hojas de los árboles habían dejado de crecer y los animales eran bestias inimaginables-, aunque pronto lo compartiré con mucha mas gente.

-¿Por qué no te refugiaste aquí antes? –Caio hizo una mueca-. Ya te he dicho...

Crístalo corrió hacia el Elemental Superior y le cogió la cabeza entre las manos. Caio comenzó a gritar, un grito desgarrador. Las venas empezaron a tornarse negras, acercándosele a los ojos, que abandonaron el color rojo para volverse negros.

-Ya me da igual contártelo: necesitaba atrapar a mis hermanos, destruir a los otros dioses. Aquí no podían entrar, no merecía la pena esconderme aquí. Pero ahora no les necesito, me valgo por mí mismo y seré más fuerte que ellos. Y todo gracias a ti –Nigrum emitió una maquiavélica sonrisa.

-¿Qué debo hacer, amo? –preguntó el que era Caio con una voz carente de emoción.

-Búscame un ejército, soborna, amenaza, haz lo que quieras... Pero quiero que me los traigas aquí a todos.

-¿Ese ejército de que nos servirá aquí? –preguntó Caio-. Hay muchos más Elementales nobles que oscuros.

-Aquí sí, pero donde yo quiero atacar, los Elementales son más débiles y siempre hay maldad, por lo que nosotros somos más fuertes.

-No querrás decir...

-Caio, vas a ser el primer Elemental en dirigir un ejercito contra la Tierra.

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