Capítulo 3

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-Abuela, necesito hablar contigo lo antes posible. Llámame cuando oigas este mensaje.

Mark colgó el teléfono preguntándose si su abuela oiría el mensaje, lo que era bastante raro ya que ésta era un poco negada con las tecnologías. El chico comenzó a andar de un lado a otro de la habitación. Necesitaba hablar con su abuela por el tema de sus poderes, el collar con los símbolos elementales del profesor Calebud, de la Esfera de Poder, de su reunión... Eran tantas cosas y tenía tan poco tiempo. Quedaban tres días para su decimosexto cumpleaños y Mark no tenía ni idea de qué debía hacer.

El día anterior, nada mas llegar a casa, Mark le contó a su madre todo lo que había ocurrido en la charla con Calebud y lo único que ella había podido hacer fue asentir. Su madre era hija de gente No Elemental, lo único que sabía de los Elementales era gracias a su marido y a su suegra, pero eso era más bien poco. Así que le aconsejó que preguntase a su abuela, la única Elemental viva de la familia y la única que le podría ayudar. Aunque eso no era del todo cierto porque en el último día había aparecido otra persona que sí que podría ayudarle: el profesor Calebud. Además, Mark estaba de enhorabuena ya que ese era día en el que los Elementales podrían preguntarle cualquier cosa a su profesor sobre sus poderes o sobre su historia.

El móvil sonó de pronto, con el ruido vibrando entre las cuatro paredes de la habitación. Mark corrió por la desordenada habitación intentando no tropezar con nada para cogerlo. Miró la pantalla: Catelyn.

-¿Quién es? –preguntó.

-Soy yo, Catelyn. ¿Para qué preguntas si sabes quién soy? –contestó un poco irritada.

-La costumbre.

-La costumbre, la costumbre... Bueno, a lo que iba: ¿tienes algo que hacer esta mañana?

Era sábado y no tenían clase hasta las cinco, que era la hora a la que Calebud les había citado en el instituto para su entrevista. Además, por la ventana se veía un cielo despejado que invitaba a salir a la calle y aprovechar los últimos días de calor que quedaban.

-Claro que no, ¿por?

-¡Guay! –Exclamó Catelyn-. Porque vamos a quedar para mostrarnos nuestros poderes y pensar preguntas; Calebud no se va a librar de nosotros.

-Me parece bien, me apunto. ¿A qué hora? ¿Dónde? ¿Quiénes?

-Tranquilo, muñeco de nieve –dijo Catelyn entre risas-. Dentro de una hora en casa de Kristen, a las doce menos cuarto pasaré a por ti con el coche. Seremos Kristen, Anne, Tara, tú y yo.

-No me llames muñeco de nieve –le espetó Mark intentado sonar serio, aunque al final se le escapó la risa-. ¿Tara también? Bien, está bien. Pues hasta dentro de un rato.

-Hasta luego, esquimal. ¡Ah, otra cosa! Comemos allí, llévate algo de dinero.

-Está bien.

Mark colgó el teléfono, aun sonriendo por el esquimal de Catelyn y bajó a la cocina donde estaba su madre, Rachel, leyendo una revista de moda. Ya no iba vestida como la mañana anterior, sino que ahora tenía el pelo recogido en un moño perfecto y llevaba el chándal rosa y azul que usa cuando sale a correr por las mañanas.

-¿Con quién hablabas? –preguntó.

-¿Me has oído? –preguntó Mark extrañado-. ¿Seguro que no tienes poderes?

-Soy madre, todas tenemos poderes –respondió mientras pasaba las hojas de la revista rápidamente.

Mark rió, apoyado en la encimera. Un pájaro con el plumaje de color azul eléctrico se posó a su vez en el alféizar de la ventana, trinando. El chico observó el pájaro, que dejó de trinar y posó su mirada de ojos oscuros en Mark batiendo las alas con fuerza. El chico, sobresaltado, volvió a la conversación con su madre, que parecía no darse cuenta del violento pájaro de la ventana.

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