No había amanecido aun y los siete Elementales Divinos ya habían vuelto de la zona amazónica a Ledestone -donde se quedó Marie para descansar- y de Ledestone a Elementum. Ya en Elementum, tras algunos aplausos y abrazos por partes de los Elementales en la plaza, fueron al Consejo.
El Consejo era una gran sala situada en el castillo donde también se encuentra la sala del trono. No era nada espectacular cuando entrabas, sino todo lo contrario: una mesa cuadrada de madera bastante larga y rodeada de sillas. No había nada más, ni ventanas ni plantas ni nada.
Cuando los seis Elementales Divinos restantes entraron en la sala –acompañados de Calebud- aun estaba vacía. Se sentaron y esperaron durante un cuarto de hora hasta que llegaron todos los miembros del Consejo: todos los Elementales Superiores, la madre de Tara, la abuela de Mark, mujeres y hombres que los chicos no conocían de nada y, finalmente, Candidus acompañado de un hombre bajito y con chepa que tenía cara de pocos amigos. Tras haberse sentado todos, comenzó la reunión.
-Estamos aquí reunidos a causa de los hechos que han acontecido últimamente y que tiene que ver con los seis chicos que están hoy aquí sentados y con la señorita Gravius, que, desgraciadamente, no puede acompañarnos. –Candidus agachó la cabeza como signo de respeto-. Señorita Alana, si es usted tan amable de contar qué ocurrió exactamente la pasada noche....
-Claro que sí, Candidus. –Alana asintió con la cabeza y se levantó de su asiento para ponerse a andar por toda la sala mientras contaba con pelos y señales todo lo que Mark le había contado y todo lo que había pasado. Nadie en El Consejo decía nada; sólo escuchaban.
Cuando hubo terminado la historia, habló la madre de Tara:
-Estos chicos necesitan descansar unos días. Da igual lo mucho que nos urja encontrar a Nigrum, por muy divinos que sean, siguen siendo niños.
La madre de Tara, una mujer casi igual que su hija, hablaba con fuerza. Los ojos rojos que la caracterizaban parecían de fuego de verdad. Estaba bastante enfadada, lo que era normal después de lo que le había ocurrido a su hija.
-Y descansarán, Aurora, pero ahora tenemos que hablar. –Comentó Candidus con tranquilidad-. Una vez que ya conocemos la historia, tenemos que ir atando cabos. –Miró a
Mark-. Señorito Levington, usted dice que una voz le habla en su cabeza, según nos cuenta Alana, la voz de Nigrum. ¿Cómo cree usted que eso es posible?
Mark miró a su abuela en busca de apoyo, pero su abuela estaba igual de asustada que él.
-No... No lo sé, señor.
Candidus miró con preocupación a Mark.
-No se preocupe, señorito, arreglaremos esto. –Candidus dirigió la mirada a Tara-. ¿Usted se encuentra bien, señorita Sanders?
-Sí, señor. Las criadas de Alana me curaron con platas medicinales y alguna que otra ayuda. Estoy tan sana como una rosa. –La chica sonrió y miró a su madre, que también sonreía; su enfado se iba aplacando.
-Supongo que los demás también están bien. ¿Me equivoco? –preguntó Candidus a nadie en particular.
-No se preocupe más, señor. Lo peor se lo llevó Marie –contestó Christopher.
-Pobre señorita Gravius. –Candidus miró a una mujer y un hombre desconocidos que estaban cogidos de la mano-. Fiorella, Enzo, vosotros, ante la petición de un Elemental para cubrir el puesto de Marie, propusisteis a vuestra hija: Lexie. ¿Sigue en pie esa proposición?
La mujer, Fiorella, asintió. Era una mujer de pelo rubio tierra, con una expresión bastante severa en el rostro. Llevaba un vestido marrón con toques verdes en el bajo. Su marido, Enzo, hizo lo mismo. Este llevaba un traje marrón a medida y tenía el pelo negro como el azabache.
ESTÁS LEYENDO
Los Elementales
FantasySe acerca el demisexto cumpleaños de Mark, un chico aparentemente normal con unos ojos azules que no solo le hacen una cara bonita sino que le convierten en alguien muy especial. Días antes de su cumpleaños descubre que algunos de sus compañeros de...