Pasaron tres días en los que no ocurrió nada fuera de lo común: Mark no volvió a hablar con su abuela, no volvió a soñar nada extraño y nadie le habló en su mente; Kristen estaba muy feliz con Grey; Anne ya no discutía tanto con Christopher, lo que era raro, porque no era solo que no discutieran, sino que hacían bromas juntos; Catelyn se había recuperado de la pierna y andaba con normalidad, no como Marie, aunque esta seguía en sus trece arguyendo que estaba bien y que no necesitaba ayuda; y Tara no había vuelto a hacer nada reseñable con Mark, aunque había mejorado mucho con sus poderes eléctricos. Y ninguno de ellos había vuelto a ver a los dos hombres de negro.
Al cuarto día, por fin llegaron a las montañas que les separaban del castillo de Alana. Eran unas montañas bastante altas y desde cerca imponían bastante con todas esas rocas en forma de pinchos.
-Hemos llegado –dijo Grey, muy satisfecho de si mismo por haberles guiado.
-Sí, muchas gracias –dijo Anne sarcásticamente-, pero... ¿cómo pasamos al otro lado?
Por un camino subterráneo... –Grey parecía divertirse-. ¿No es lo más obvio?
-¿Dónde está ese camino? –Catelyn miraba la ladera de la montaña exhaustivamente-. Yo aquí no veo nada.
-Eso es porque aquí no está, seguidme –dijo Grey haciendo un gesto con la mano.
Anduvieron durante unos minutos hacia la derecha de la montaña hasta que Grey se paró, delante de unos matorrales que habían crecido en la pared escarpada de la montaña.
-Tara, si fueras tan amable. –Grey se apartó de delante de los matorrales.
-¿Qué se supone que quieres que haga? –preguntó Tara.
-Que quemes las plantas; detrás está la cueva.
Tara asintió y cerró los ojos. Con la mano derecha abierta y la palma hacia arriba gritó pir y una llama apareció en su mano. Abrió los ojos y sonrió. Cerró la mano y, como si se tratase de un pitcher, lanzó la llama hacia los matorrales. Éstos empezaron a arder con mucha facilidad y a medida que se iban consumiendo, el fuego desaparecía, dando lugar a una abertura en la montaña.
-Muy bien, adentro. –Grey se introdujo en la montaña.
Todos los demás le siguieron. Ahí dentro hacía mucho frío y estaba oscuro como boca de lobo, por lo que Tara fue creando llamas para calentar e iluminar la cueva al mismo tiempo.. Christopher también había intentado dar luz, pero sus rayos no eran igual de eficaces y, por otro lado, Marie estaba demasiado débil para ayudar.
Un estruendo hizo estremecerse las paredes de la cueva y una bandada de lo que parecían murciélagos salieron volando en todas las direcciones emitiendo molestos chirridos. Los chicos se miraron asustados, no querían volver a pasar por otra pelea, y menos en una cueva oscura.
Los fuertes ruidos se seguían repitiendo y Mark intentó pensar en otra cosa mientras cruzaban la cueva.
-Tara... -Mark intentó comunicarse telepáticamente con Tara.
Unos segundos después notó cómo Tara entraba en su cabeza, como le había pasado con su abuela.
-¿Mark?
-Sí, soy yo. Solo quería preguntarte una cosa.
-Dime.
-¿Por qué me arropaste con la manta la otra noche?
Porque somos amigos, ¿no, Mark? Y los amigos se ayudan entre sí. Sé que controlas el hielo y todo eso, pero no creo que seas inmune a una pulmonía.
Mark se rió telepáticamente al igual que Tara, aunque sin saber cómo lo habían hecho; había sido muy raro. Y Tara desconectó.
Mark pensó en lo que le había dicho Tara: «Porque somos amigos». Claro, eran amigos. Y además amigos con poderes opuestos. Mark estaba dolido, pero no dijo nada y siguió caminando junto con los demás.
-Deberíamos estar viendo ya una pequeña luz... -comentó Grey.
-¿Qué quieres decir con eso, chaval? –inquirió Christopher muy violentamente.
-Pues que ya tendríamos que ver la salida.
Y el pánico estalló. Christopher empezó a gritar y a zarandear a Grey, que se zafaba de él con la ayuda de Kristen. Anne intentaba para a Christopher, pero no obtuvo resultado. Catelyn, Marie, Tara y Mark observaban sin saber qué hacer. Al final, después de un rato muy tenso, siguieron caminando con Christopher por detrás mascullando insultos hacia Grey mientras Anne le ordenaba que se callase. Nadie hablaba por temor a su compañero, así que el camino transcurrió en silencio hasta que llegaron a lo que Grey dijo que era la salida. Solo que esa salida era un montón de rocas superpuestas que tapaban toda la luz proveniente del exterior.
-¿Y ahora qué hacemos? –preguntó Catelyn abatida.
-Tengo una idea –dijo Tara-. Yo tengo el poder de la telequinesia y, si Christopher me ayuda con su súper fuerza... -se cayó por si Christopher decía algo, pero al final siguió-: podríamos mover y romper rocas hasta dar con la salida. Eso sí, tenemos que hacerlo a oscuras. –Tara cerró su mano y la llama se apagó.
No se veía nada. Solo se oían golpetazos y ruidos de rocas partiéndose y pequeñas rocas rodando por el suelo al mismo tiempo que Christopher gritaba; estaba liberando toda la tensión contenida. Tara era más tranquila. Cuando fueron quedando menos rocas y se filtró un poco de luz, se podía ver a Tara con una mano en la cabeza y otra extendida hacia una de las rocas. La roca comenzó a moverse al mismo tiempo que el brazo de Tara. Christopher, sin embargo, estaba pegando puñetazos a diestro y siniestro. Al final, cuando hubieron quitado las suficientes rocas para que pudieran pasar uno por uno por un estrecho agujero, pudieron salir al aire libre, aunque no podían ver mucho más allá de cinco metros: una espesa capa de niebla les tapaba el camino y la fuerte lluvia no les dejaba ver más de tres palmos, pero salieron fuera y aprovecharon para limpiarse un poco, aunque fuera de esa manera.
-Detrás de toda esta niebla está el castillo de Alana –dijo Grey saliendo de la cueva a la vez que restallaba un trueno. Ya estaban todos fuera, empapándose-. Esta niebla de aquí delante está hecha gracias a Anemós, el Elemental Superior del viento, y sirve para proteger los castillos de cada uno de los Elementales Superiores. La persona que desee entrar en el castillo de Alana y no tenga un objetivo bueno y feliz, no podrá cruzar la niebla. Entrará y se perderá llegando a caer en la locura y, finalmente, morirá.
Los otros Elementales se estremecieron, no podían ni imaginar qué ocurriría ahí dentro.
-¿Negreros y umbras? –preguntó Kristen apartándose el pelo de los ojos.
-Y más cosas.
Christopher y Tara estaban derrotados. Ya les había avisado Calebud: usar los poderes noelementales cansa mucho más que cualquier otra cosa. Así que decidieron meterse en la cueva de nuevo para evitar la lluvia. Ahí dentro se quedaron dormidos.
-Chicos, me encuentro fatal –dijo Marie.
Estaba pálida, la voz rota y no se mantenía estable ni apoyada en la pared; al final se desmayó, cayendo a plomo sobre el barro. Los Elementales que estaban despiertos fueron corriendo hacia ella. Kristen gritaba a Grey para que la trajera de vuelta, como si hubiese muerto, pero Grey no sabía como despertar a nadie que se hubiera desmayado. Se quedaron en silencio, mirando como Grey intentaba despertarla con algunos hechizos, pero no daban resultado. Después de un rato y cuando Grey se había levantado del suelo diciendo que ya no se podía hacer nada, Marie abrió los ojos y se levantó gritando:
-¡TRAICIÓN! ¡MANTENERSE UNIDOS! ¡LO NUEVO ES NEGRO!
Y antes de que siguiera hablando, Grey se tiró encima de ella y, con unos cuantos hechizos, consiguió tranquilizarla y mantenerla despierta.
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Los Elementales
FantasíaSe acerca el demisexto cumpleaños de Mark, un chico aparentemente normal con unos ojos azules que no solo le hacen una cara bonita sino que le convierten en alguien muy especial. Días antes de su cumpleaños descubre que algunos de sus compañeros de...