228. Paula.

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Paula. 14 años

Para comenzar, creo que sí es buena idea lo de agradecer la iniciativa de Nerea en contra del Bullying. Las historias de todas estas personas con casos inspiradores me han ayudado a vencer las barreras con la sociedad. Así que, aunque sea repetitivo, gracias.

Mi historia comenzó el año pasado. Yo convivía en un grupo de cuatro mejores amigas. Pero nos separaron de secciones y a una la cambiaron de colegio.

Las compañeras que estaban en mi clase eran, para mí, en su mayoría odiosas. A excepción de un limitado grupito de seis o siete chicas. Debo mencionar que es un colegio religioso solo para mujeres. Comencé a juntarme con dos de ellas, atraída por su personalidad excéntrica y poca supervisión paternal. Estas comenzaron a incluirme en su círculo de amigas poco a poco. Eso me hacia sentir especial, ya que este grupo era bastante exclusivo con las personas a las que incluían en él. Eran las típicas chicas malas que salían toda la noche con chicos mayores, tomaban y hasta experimentaban con drogas.

Las invitaciones a fiestas y salidas no tardaron en llegar, mas no fui a gran parte de ellas ya que mi mamá no permitía que saliera con gente de la cual ella no conocía a los padres. Eso ocasionó incontables peleas con mi mamá y múltiples regaños y castigos por su parte. Buscaba consuelo en estas nuevas amigas, sin saber que solo me hacia más daño y que me alejaba de las amigas que en verdad me apoyaban.

Los problemas comenzaron cuando una chica, de la cual había sido amiga hasta unos meses antes de esto, comenzó rumores sobre mí. Los rumores decían, mas o menos, que me había agarrado a algún chico (Que quiere decir que solo besos y toqueteos), que me había ido con otro, que tomaba, etc. Rápidamente, estos rumores se extendieron por todo el grado, dejándome como una cualquiera más.

Al caminar por los pasillos frente al grado, podía escuchar a chicas hablando sobre nosotras como si hablaran de la putas locales. Me sentía como la peor persona del mundo. En mi clase, se amontonaban en grupos y a veces se escapaban pequeños fragmentos de conversaciones en las que hablaban de nosotras. Notaba como a las otras chicas no les importaba; pero, para mí, el significado de esas palabras pesaba en mis hombros como si cargara miles de toneladas de lo que fuese.

Un día, un rumor falso sobre que una chica iba a llevar marihuana al colegio llegó a oídos de los maestros. Nos llevaron a la psicología del colegio y nos interrogaron como si fuéramos reos. Al final, solo quedamos las dos chicas y yo. Lo negamos rotundamente, como es obvio si es falso, mas el rumor se había expandido lo suficiente para darle mas motivos de acoso a las chicas que nos jodían.

Pronto, todo lo que decían y hacían hizo que algo dentro de mí se desmoronara y decidí hablarlo con mi madre. Esta le envió una carta a mi asesora de grado, mas nunca hubo respuesta alguna y el acoso crecía cada vez más. Mi mamá tomo la decisión de llevarme a un psicólogo, ya que no podía sacar sus palabras hirientes de mis pensamientos y comenzaba a fallar académicamente. No sirvió de nada. No podía confiar en nadie, no sabía que tan confidencial era la información que le pasaba a la psicóloga. Decidí desviar por completo el tema con ella.

Hubo un par de meses en lo que todo parecía normal, mis notas comenzaron a subir un poco y regresaba con mis mejores amigas. Pero, para la última semana de clases, resulta que debía una tarea de artes plásticas y la maestra me dio oportunidad de entregarla el lunes siguiente. Para cuando la entregué, la maestra comenzó a humillarle frente a otra clase llamándome irresponsable, deshonesta e irrespetuosa. Lo repetía una y otra vez, y lo único que yo hacía era tragarme mi orgullo y lágrimas, y aguantar todo lo que me decía; ya que está mal visto responderle a un docente.

Hablé con mi mamá de nuevo sobre esto y volvió a mandar una carta, pero esta vez a la directora de secundaria. Aprovechó a pasar con la directora general a preguntarle sobre el tema anterior, y esta la dijo que nunca le habían hablado sobre el tema. Mi mamá salió hecha una completa furia y decidió que era mejor cambiarme de establecimiento.

Aunque salí de la situación, debo decir que no siento que lo haya superado o afrontado, para nada. Más bien siento que huí de los problemas y que si hubiera seguido allí, los problemas seguirían. Me gustaría agregar que es una sensación que te persigue y no te deja tranquila, me siento cobarde. A veces despierto pensando en que me hubiera gustado seguir allí pero haberlo afrontado, a haber cambiado de colegio y sentirme cobarde. No es algo que le desearía a alguien, por mal que me caiga. Gracias.

BULLYING STOPS HERE #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora