31.

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—Hola —Mis ojos caen sobre el moreno que ingresa a mi cocina. Va descalzo y vistiendo únicamente un par de bóxers. Sus ojos se disparan a los míos, y una sonrisa aparece en sus labios antes de presionarlos contra mi frente—. Pensé que habías huido.

—Es mi casa, Barton —La diversión tiñe mi voz—. De cualquier modo; en lugar de huir te hubiera echado.

La taza de café en mis manos desaparece cuando él tira de ella. Le frunzo el ceño. Era extraño tenerlo alrededor tan temprano en la mañana. Había tenido miedo el dormir la noche anterior.

Pensé que terminaría marchándose en medio de la noche.

—¿Qué tienes? —Su largo y tatuado dedo golpea mi nariz con suavidad, arrancándome de mis pensamientos—. ¿Por qué estás sentada así?

Siento el calor subirse a mis mejillas como si se tratara de un fósforo siendo encendido. Bajo del taburete, ignorando la mirada de Dash. El plato vacío frente a mí es arrastrado por mis manos hasta el lavabo e, ignorando al tatuado que me observa con intensidad, me entretengo lavándolo.

—Ve a ducharte —Indico, dándole una rápida mirada sobre mi hombro—. Es mi día de "lleva a Dash por un helado".

El gruñe, y se acerca a mí. Sus brazos están a poyado a los lados de mi cuerpo, se encarga de girar mi cuerpo con lentitud para que lo enfrente. Ojos grises contra ojos azules, y yo aun me sentía completamente incomoda.

—¿Qué está mal?

—Nada —Me apresuro a responder. Mi boca se cierra de golpe. Me estoy comportando como una idiota—. Todo está bien —Aseguro, deslizando mis manos húmedas por su torso. Dash se estremece bajo mi toque pero no se aleja—. Ve a cambiarte.

—No —Gruñe, sus ojos se entrecierran hacía mi, y noto como el enojo empieza a adueñarse de ellos—. ¿Qué ocurre?

Mis ojos se cierran, y sin ningún cuidado dejo caer mi frente sobre su pecho. Dash no duda en rodear con sus brazos y acercarme más a él.

—Es algo estúpido, solo déjalo pasar.

—Holly...

Suelto un suspiro, y me veo arrancada de mi escondite.

Dash me hacía sentir como una niña. Estaba más allá de avergonzada y él no parecía notarlo. Los dedos de Dash están bajo mi barbilla, y no duda en tirar de mi rostro para encararlo. Sus labios están en una dura línea, y creo que va a reprocharme, pero entrecierra los ojos hacia mí.

>>Si no hablas conmigo no sabré que está mal, lo que me hace difícil el poder solucionarlo.

—¡Por favor! —Me quejo, escondiendo nuevamente mi rostro en su pecho. Dash se ríe, pero no dice una sola palabra. Sé que tal vez esté un poco irritado, pero es incomodo hablar sobre ello. Suelto un suspiro y, sin salir de mi escondite, murmuro: —Solo estoy algo adolorida.

—¿Qué?

—¡Dash! —Él se ríe, y un chillido se elimina de mis labios cuando sus manos se posan en mi trasero y me sube a la barra de desayuno. Su duro cuerpo está entre mis piernas, sus ojos están sobre los míos, y no recuerdo haberlo visto sonreír tan ampliamente desde que lo conozco—. Eres un idiota.

—Un idiota con el ego muy alto —Ríe. Sus labios se presionan contra mi muñeca cuando intento golpearlo, y el estremecimiento que sacude mi cuerpo me deja algo descolocada—. ¿Sabes cuánto has subido el ego de este pobre hombre?

—El que mi vagina duela no significa nada —Sé que mis mejillas están rojas, pero no me dejo amedrentar por la mirada divertida que Dash me lanza—. Puede ser solo de mi periodo.

BAD GUYS I: AGGRESSIVE © |EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora