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—¿Lo que quieren decir es que debo ir y presentarme en el juicio? —Los policías asienten, y veo al más joven terminar su taza de café. Había pasado más de una hora desde que habían llegado y me ponían al tanto del caso.

—El testimonio de lo ocurrido hace diez años logrará mantenerlo en prisión. Tenemos las pruebas necesarias, pero él continua negando la acusación. Está alegando demencia.

—Él no está demente —Soy dura, el pequeño agradecimiento que tenía hacía aquel hombre estaba desapareciendo. Antes de que todo se arruinara y acabara con mi vida, él había sido bueno, tanto como para hacer sonreír, pero todo cambió después de aquella tarde—. ¿Puede salir en libertad si no doy mi testimonio?

Iba a darlo, pero quería saber cuánto peso tendría mi palabra.

—Con las pruebas que tenemos en nuestras manos y los exámenes que la doctora Steinfeld tiene, lograremos aumentar veinte años en su condena.

—¿Eso lo mantendrá lejos de Holly? —Dash interviene. Su voz suena tensa, y es cuando noto que no me ha soltado para nada. Su mano sigue aferrada a la mía, como si pegamento nos tuviera unidos.

El policía con más edad asiente, se había quitado la gorra, y ahora podía ver canas adornando su cabello.

—Lo mantendrá lejos de la señorita Parks y de cualquier otra mujer, señor Barton.

—Lo haré —digo, sorprendiéndome a mí misma—. Estaré en Los Ángeles para testificar en contra de él.

Ellos parecen bastante contentos, y no lo tardan en demostrar. Al parecer, tenían una estrecha conexión con aquella niña. Yo también quería conocerla. Podía llegar a entender lo que sentía, era capaz de sentir el dolor de lo ocurrido.

A veces, el dolor vuelve a sobresalir cuando menos me doy cuenta.

—El juicio será en un mes, la estaremos esperando. —El hombre indica, colocándose de pie junto a su compañero. Ambos aprietan mi mano en señal de despedida, y Dash es quien los acompaña cuando se marchan.

—¿Todo bien? —El silencio en el interior de la casa es notable cuando Dash regresa a mí. El sillón se hunde cuando se sienta, y su brazo rodea mis hombros, tal y como lo hacía siempre—. Sabes que no tienes que hacerlo si no quieres.

—Quiero hacerlo —Suelto un suspiro—. ¿Sabes? Creo que en el fondo siempre quise a alguien que me apoyara, la doctora Steinfeld fue una de esas personas.

—¿Tu la buscaste? —Niego con la cabeza. Ella era una de las personas más importante en mi vida, tal vez, después de todo, me estaba empujando a hacer lo mismo que ella hizo.

—Era la psicóloga de la preparatoria en la que estudié. Ella no corrió a la policía cuando se lo conté, acepto mi orden de no contar nada.

Dash tira de mi barbilla, haciendo que nuestras miradas se encuentren, y puedo notar el gris en sus ojos brillando con fuerza. Trago duro. Amaba a Dash tanto que dolía, si algún día todo acabara, sería mi fin.

—¿Quieres comer algo? —Niego. Quería hablar con Dash sobre lo que pensaba de la situación de Amana. Ya había salido del hospital, pero, al parecer, no podía aparecerme por su casa si él no estaba presente.

—Luego de lo que pasó no dejé que nadie me tocara —Trago duro. El miedo que sentía antes era tanto como lograr alejarme de mis amigos por un largo tiempo—. Estuve dos meses encerrada en casa, solo salía cuando iba a la escuela y esa era mi rutina diaria.

—¿Tenías miedo de que yo te tocara? —Niego. Eso había quedado atrás, justo antes de la muerte de mi madre.

—Lo superé —Nuestros dedos se entrelazan y no puedo evitar sonreír—. Al parecer los psicólogos si son de ayuda.

BAD GUYS I: AGGRESSIVE © |EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora