Me deshice de la toalla que me envolvía el cuerpo y me vestí con un pijama viejo de color desvencijado, cuya camisa me llegaba hasta las rodillas. Tuve que poner de todo mi autocontrol para no tirarme a llorar en la cama, porque sabía que mi madre me cacharía en plena depresión profunda. Por alguna razón me sentía asquerosa, como mujer, y como ser humano. Nunca había estado en una situación como ésa antes, sólo las veía en las películas, y ya de por sí me parecían horribles. En pocas palabras, el gato asustado del Mago de Oz era Terminator en comparación conmigo.
Suspiré frustrada, y me senté en la cama con el libro que analizábamos en la clase de Literatura; una obra pura de Stephenie Meyer, había dado la idea de alguna lectura contemporánea para no dormirnos en medio de la sala de clases.
Terminé leyendo la misma frase mil veces para lograr comprenderla, porque mi mente estaba en otra cosa que no me dejaba concentrarme. “Oh, Harry”, gruñí para mis adentros, al mismo tiempo sollozando en silencio. Apreté la colcha entre mis dedos, cerrando el puño y contrayendo las lágrimas dentro de mis ojos cristalizados. Cerré el libro de golpe y lo tiré a un lado, acurrucándome en las sábanas calentitas y haciéndome de cuenta de que nada de esto me estaba sucediendo a mí, y que era tan sólo una voraz y terrible pesadilla.
Me rodé encima del colchón, y abrí los ojos en el pequeño balcón de mi habitación, donde su figura estaba dibujada completamente en negro, con la piel de sus brazos reluciente ante la luz nívea de la luna. Me estremecí, sintiendo que se me revolvían las tripas, y me senté de golpe en la cama, aterrada. Entonces, mi madre abrió la puerta de sopetón. Le lancé una rápida mirada de auxilio.-¿Debería saber por qué traías una camisa de chico puesta? –espetó, poniéndose una mano en la cadera mientras que con la otra sostenía la camisa con la punta de los dedos. Jodida vida.
-Yo no la tenía puesta –mentí -, debe ser de papá.
-Tu padre no usa este perfume –la olisqueó -. Me estás mintiendo, Skylar.
-No te miento, mamá, no tengo idea de cómo llegó esa camisa aquí –rodé los ojos, impaciente. ¿Por qué las madres nunca sienten esa necesidad biológica de callarse?
-¿Verdad? Porque estoy bastante segura de que te vi irte a la escuela con una camisa, y llegar con otra –estaba comenzando a gritarme -. Y encima llegaste tarde. ¿Dónde se supone que te habías metido?
Estaba pasmada. No sabía qué responderle. Miré hacia la ventana, la sombra se había desvanecido, y entonces comprendí que había sido producto de mi imaginación.
-Salí con el suéter rojo. No usaría una camisa de chico jamás, mamá, y mucho menos usaría un perfume de hombre –mascullé, mientras rezaba porque me creyera y dejara de preguntar tantas cosas importantes. Me venía callando todo desde el secuestro, y estaba bastante segura de que podría develar algo si continuaba pugnándome. Desvió la mirada, observando de nuevo la camisa.
-Me encantaría quedarme a charlar contigo, pero estoy agotada –admití -. Buenas noches.
Alargué la mano para apagar la mesita de noche, y entonces la habitación quedó totalmente a oscuras, alumbrándome tan sólo con la luz proveniente de la sala. Mi madre se dio la vuelta con soberbia, y cerró la puerta detrás de sí. La mayoría de las veces no la soportaba.El camino hacia la escuela se me hizo más largo de lo que en realidad era. Claro. Todo es más difícil cuando vas camino a enfrentar el lío en el que te has metido, sobre todo cuando se trata de dos de las personas más importantes en tu vida. De seguro que Jake estaría con el equipo de fútbol y me ignoraría como antes, y seguramente Danny se haría un lío mental en su pequeña cabeza y me culparía de cada una de las escorias de la Tierra. Pero, de todos modos, no me iba a permitir a mí misma dejarlo así; además, se me conocía por ser respondona y por nunca callarme. Que Dios me guarde si algún día cambiaba.
Me armé de valor cuando me encontré de pie frente al campus de la escuela. Respiré profundo cerrando los ojos, mientras apretaba los puños bien fuerte, sosteniendo con fuerza la tela lánguida de mi suéter favorito, y entonces me adentré en la selva, digo, en la escuela.
Me abría paso entre la multitud estudiantil aglomerada sin que me importara tropezarme con proyectos de química y enredarme con las cuerdas de saltar de los de séptimo grado; Alison y yo siempre los mirábamos por encima del hombro y de vez en cuando les hacíamos maldades por diversión. Nada grave, sólo un poco de pica pica en la mochila o mostaza en los calcetines. Así que ellos eran lo de menos.
Cuando estuve cerca de equipo de fútbol, busqué con la mirada a Jake Montgomery, sin lograr éxito alguno. Paseé mi mirada por el resto del área, pero al parecer no andaba por ahí. Y era raro, a esta hora ya debería de haberse bajado de su camioneta. Volteé para buscarlo en el estacionamiento, cuando mi frente chocó con un pecho pétreo. Subí la mirada.-Jake –resoplé -. Te estaba buscando. Necesito hablar contigo, y no puedo dejarlo para después.
-Hola –bromeó con una gran sonrisa. “¿Eh?”.
-H-hola –musité, pero pareció una pregunta.
-¿Todo bien? –inquirió, mientras repetía su gesto de siempre, acomodar un mechón de mi cabello tras mi oreja.
-Es exactamente lo que iba a preguntarte –admití, en tono ligero.
-Bueno, mi labio sigue sangrando, gracias –rió -. Pero todo ha estado bastante bien.
-Me alegro –sonreí, y lo sentía de verdad.
-¿Qué tal tú?
-Para mí no –admití, mientras me sentaba en un muro cercano a las rejas. Se acomodó a mi lado con las manos en los muslos. Esperó una explicación. “Joder, ¿pero qué haces?”, me reclamó mi subconsciente. En un momento como éste, tan fácilmente como derramar el agua de un florero, podría echar por la borda mi vida al confesarle todo. Y con todo, hablo de toda la mierda que me ha estado pasando en los últimos cincuenta días.-En realidad, quería hablarte de lo que ocurrió ayer –musité. ¿Ayer? Mierda, sí. Ayer. Vaya que había sido un día jodidamente largo.
-Lo de Danny no me molesta, ni me sorprende –se encogió de hombros -. No te preocupes por eso.
-No estaba hablando de Danny… -la voz se me iba apagando.
-¿Del otro gilipollas? Yo creí que era su amigo.
-No lo llames así –suspiré -. Y no, no son amigos.
-¿Entonces es…? –arqueó una ceja.
-Todo lo que tienes que saber es que no es nada mío –rodé los ojos ya que, por alguna razón, recordé la estúpida sonrisa burlona de Harry.
-Lo hubiese dejado tuerto –acotó con furia y orgullo. “Si tan sólo supiera”, pensé.
-No lo dudo –ironicé -. Sólo quería saber si no estás molesto.
-Bueno… -se frotó la barbilla -. Lo estuve, al principio, cuando mencionó que eres “su chica”. Pero –rió -, fui un tonto, tú no me harías eso.
-Seguro… -vacilé -… que no.
-Vale. Voy a practicar con el equipo, nos vemos luego –sonrió, y me dio un rápido beso en la mejilla, para después alejarse a trotes hacia los chicos fornidos y con uniformes grandes de la esquina de allá. Suspiré de alivio, había sido incluso más fácil de lo que había imaginado, porque creí que me había metido en un lío mayor. Pero mi suerte no era capaz de durar más de treinta segundos. Alison tenía una cara de momia enfebrecida, ¿o me parecía que así estaba? Se acercaba a mí con las manos metidas en los bolsillos.
Sin necesidad de levantarme, la observé a la cara, mientras que ella estaría preparando su fuerte veneno en su mente para fulminarme. De ésta no me salvaba.-¡¿Quién es él?! –se rió, mientras me sostenía de las muñecas. Abrí los ojos como platos. Vale, de acuerdo, Jake es un buen chico, no se molesta si no se meten con él y puede llegar a ser bastante comprensivo. A veces pelea porque nadie lo toma en serio. Pero ¡¿Alison?! Hablo de la chica que te golpea en el rostro si tiras su jugo accidentalmente, de ésa que le bajó los pantalones a un Nerd cuando éste le tiró un lápiz, de la que añadió droga al café del profesor de Trigonometría para enviarlo al hospital porque le aplazó dos exámenes.
La única cuerda era yo.-¡El chico que te defendió en la pelea, dime que lo conoces! –me instó, sonriendo. Sus ojos azules brillaban bajo el Sol abrazador de Phoenix.
-É…Él… no lo conozco –mentí, para salvar mi propio pellejo. Suspiró, mordiéndose el labio inferior.
-Es tan lindo que duele –hizo una mueca. “Sí. Definitivamente que duele”, pensé para mis tan oscuros adentros. Me limité a sonreír.
-Tienes que presentármelo algún día. Bueno, si quieres. ¡Es que era tan sexy! Todo misterioso –rió, y hasta ahí era lo único que escuchaba. El mismo idiota se había dado a relucir frente a toda la escuela, y yo acabaría muerta por esto. Estaba segura.
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LOST | HARRY STYLES |
FanficSi te gustas las historias inspiradas en Harry esta es para ti . DISFRÚTALA ! Cuando subí esta historia jamás pensé que llagaría al millón de lectores muchas gracias 💜