Capitulo 41: Ella NO Puede Sabes DE Mi

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Necesité unos segundos para sopesar lo que había acabado de escuchar de la boca de mi mejor amiga. Vale, ¿se suponía, entonces, que yo debería estar celosa y llamarla zorra? ¿O debía actuar comprensivamente y dejar que se liara con él y que todo esto terminara en un lío amoroso de tres? Tragué saliva. Los labios me hervían y temblaban, como si me hubiese dado calentura. Giré la mirada hacia mi casillero de cosas personales en el vestidor, donde olía a vapor impregnado de geles de Victoria’s Secret y perfumes de Paris Hilton, y apreté mi suéter tejido, convirtiendo mis manos en dos puños rígidos dentro de la cajita de metal. Ella arqueó una ceja, presionándome por una respuesta.

-Oh –apreté los labios, incómoda, y comencé a dar signos de nerviosismo.
-¿Él es algo tuyo? –inquirió, dirigiéndose hacia su casillero, que estaba a algunos centímetros del mío. 
-No –sonreí con sorna -. Para nada.
-O sea que no te molesta que esté con él, ¿verdad? –arqueó una ceja, con la boca entreabierta, esperando mi respuesta. “Por supuesto que me molesta”, pensé.
-Claro que no… Alison –luché para no soltar alguna grosería, y cerré el casillero de golpe. La miré. Ella no comprendía nada. Arqueé una ceja, y me colgué la mochila bruscamente.
Con pasos firmes, salí de los aglomerados vestidores, dejándola sola; pero mis pulmones no lograban llenarse de aire fresco, aún cuando el vapor se disipó del ambiente. 

Me tiré en mi asiento en el salón de Física, apoyándome una mano y apretándome la cabellera. ¿Qué se suponía que debía de sentir? ¿Celos? ¿Molestia? ¿Miedo? ¿O quizá sólo debía ignorarlo y tranquilizarme pensando que Harry nunca tendría nada con Alison? Imposible. Era imposible.

Saqué el teléfono de mi bolsillo por enésima vez en el día, y abrí el mensaje releído cien veces desde anoche. 

“No te olvides de que las pesadillas también son sueños. Descansa, Sky. 

Te quiere, -tu amigo.”

Las manos me temblaban. El salón de clase estaba tan vacío que podía escuchar los leves repiqueteos de las manecillas de mi reloj de pulsera, resonantes en mi cabeza como un tambor. Había entrado a la sala media hora antes del inicio de la clase, sólo para poder estar sola.

Pensaba en que ahora por lo menos tenía un amigo que se preocupaba por todo lo que yo hacía, y que se escondía bajo el anonimato para advertirme de situaciones inesperadas. Si era así, entonces, ¿por qué no me había avisado sobre ésta? Resoplé, y me sorprendí boquiabierta, con las lágrimas aglomerando mis ojos verdosos. El teléfono vibró en mis manos, avisándome de un nuevo mensaje de texto.

“Deberías comenzar a pensar en quiénes son tus verdaderos amigos. No te aflijas. Me tienes a mí. –Tu siempre fiel amigo”.


Casi pude imaginarme un rostro psicópata sonriéndome a través de la pantalla; como un esquizofrénico en medio de un ataque de locura. Había ido de sentirme segura por tres segundos, a sentirme vigilada y bajo peligro, probablemente por el resto de mi vida. Pero luego, entonces, volví a sentirme complacida y protegida. ¿Qué pasaría si algo llegase a ocurrirme? ¿”Mi amigo” estaría allí para protegerme? Sin pensarlo dos veces, marqué al número desconocido del que me enviaban mensajes, pero fue totalmente en vano. Era un número anónimo.

Dejé el teléfono en la mesa, y saqué el primer cuaderno que encontré dentro de mi mochila. Lo abrí, arranqué una página, y saqué un lápiz de uno de los bolsillos de mi cartera de mano. 

Con vacilación, comencé a escribir una carta.

“Querido anónimo…”. No, mejor no. Suena ofensivo. Borré con la goma del extremo del lápiz amarillo, y suspiré.

“Querido amigo. Las cosas han estado yendo de mal en peor cada vez más. Tus cartas sólo me angustian, ¿sabías? Sé que todo lo que hago está mal, y sé que me busqué problemas metiéndome con “H”. Por favor, deja de ponerme los pelos de punta, y di qué es lo que quieres.

Sinceramente, Skylar”.


Vacilé, y solté el lápiz, dejándolo caer al suelo. Dios, no. Esto había sido lo más estúpido que había podido haber pensado en hacer. Sin embargo, lo pensaría dos veces antes de enviársela. Quizá sólo debiera esperar un poco más, hasta que el fulano se cansara de escribir sus ridículas notas anónimas. Doblé el papel cuadriculado, y lo introduje dentro del primer libro que vi.

-Anda, Skylar, ¿por qué te has ido así? –Alison entró por la puerta, y se sentó en el asiento contiguo a donde yo me encontraba. Cerré el libro de golpe, y fingí escribir en mi celular.
-Lo siento –aparté la mirada, nerviosa -. Yo… No me encuentro bien.
-Oh, ¿qué tienes? –arrugó el entrecejo, acercándose y poniendo su mano sobre mi hombro.
-No es nada –sonreí con nerviosismo -. Quizá vaya a la enfermería después de clases.
-La noticia te ha caído como un balde de agua fría, ¿no?

La miré, escéptica.

-U…Ustedes… No son nada, ¿verdad? –musité, y subí la mirada para mirarla a sus ojos azules. 
-No –desvió la mirada -. De hecho –se encogió de hombros y rió lánguidamente, para romper el hielo -…De hecho, prácticamente he tenido que obligarlo a tomarse un trago conmigo.
-Ah –asentí frenéticamente, y continué husmeando en mi celular.
-No tienes de qué preocuparte –me tranquilizó, con aire confidente -. Si él es tu novio, yo sabré respetarlo.
-No –la corté -. No es nada mío –negué con la cabeza. Se suponía que tenía que hacer esto, ¿verdad? Negarlo. Estaba actuando bien, ¿verdad?
-¿Entonces por qué tanto drama? –sacudió la cabeza.

Desvié la mirada, e intenté actuar despreocupadamente. Como si no me importara en lo absoluto.

-No sabemos de dónde viene –la miré, apretando los labios –. Creo que lo mejor es prevenir.
-Sólo lo he visto un par de veces. No te preocupes –respondió con soberbia palpable, y se giró en su asiento, al tiempo que todos entraban a borbotones por la puerta del salón. 
-Ali –la llamé. Giró la vista hacia su cuaderno, y seguidamente miró al frente, ignorándome por completo. Rodé los ojos y suspiré, apoyándome en el espaldar de la silla de madera. “Si tan sólo ella supiera. Si tan sólo yo pudiera contarle todo”.


-o-


-No me dijiste que habías tenido un encontronazo con Alison –lo miré. Él apretó el edredón descurtido entre sus manos.
-Lo había olvidado, nena.
-Ella me lo dijo hoy –desvié la vista -. Parecía que ella va enserio.
-¿Qué? –sus ojos se abrieron y sus cejas estuvieron arqueadas.
-Sí –asentí, mirando al vacío -. No puedo estar celosa de mi mejor amiga…
-¿Estás celosa? –rompió en risas, tumbándose de costado junto a mí. Rodé los ojos.
-Ella es espectacular –puse los ojos en blanco, y suspiré -. De todas formas, ése no es el problema, ¿me equivoco?

Me miró, y negó con la cabeza.

-No.
-Créeme que cuando algo se le mete a la cabeza, puede llegar a ser la persona más insistente del mundo hasta conseguirlo –dije, frotándome las manos en las piernas, al pendiente de escuchar algún ruido que diera indicio de mis padres.
-Ella no puede saber de mí –musitó, con voz mesurada -. Pero ése es problema mío. No puedo ponerte a ti a que lo resuelvas.
-Es mi amiga –protesté.
-No me importa –se sentó en la cama, apoyando sus brazos sobre sus rodillas levantadas. Se humedeció los labios, mirando al vacío -. De alguna forma haré que se olvide de mí.
-Buena suerte –rodé los ojos con ironía.
-Nena –aprisionó mi rostro entre sus manos -. Lo menos por lo que tienes que preocuparte, es porque yo pueda liarme de alguna forma con Alison. Yo en realidad no tengo tiempo para mierda adolescente.
-Me preocupa que alguien pueda salir lastimado –dije, con un hilo de voz.
-¿Por qué alguien tendría que hacerlo?

Pensé en las notas, y el anónimo. Tragué saliva.

LOST  | HARRY STYLES |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora