LOST | HARRY STYLES |

Capitulo 56

Matt se sentó a mi lado sosteniendo una gasa en su brazo ensangrentado. Humedecí mis labios y sonreí con cinismo, mirando hacia otra parte. Dejé caer mi cabeza hacia abajo, apretando los párpados con fuerza. Sentía que llevaba toda mi vida esperando a que me dieran la oportunidad de saber si ella estaba bien; lo único que pedía era eso. Que ella estuviera bien. Completa. Viva. Quería ver el rubor en sus mejillas de nuevo; quería que comenzara a gritarme que soy temerario y estúpido. No me importaría en lo absoluto porque entonces yo sabría que ella estaba bien.

-¿Estás bien? –musitó. Solté un respingo. 
-Juro que le patearé el trasero al próximo que me pregunte si estoy bien –respondí malhumorado, mientras me sostenía el brazo con la mano, ignorando el ardor que provenía de mi nariz. 
-Sigues siendo el mismo, H –masculló con amabilidad. Sí. Yo seguía siendo el mismo gilipollas de siempre; el mismo que tiene miedo de mirar su propia sombra.
-Soy un monstruo –refunfuñé -. Estoy destruyendo todo y todos a mi alrededor. Incluyéndome a mí mismo.
-Has ido allí y la has salvado –masculló -. Por ti ella está aquí hoy.
-Sí. Por mí está en terapias intensivas al borde de la muerte –asentí con ironía.
-Ella estará bien, amigo –replicó -. Además, tú sabías que esto tendría que pasar, viejo. Smith iba a ir por ella de todos modos.
-Gah, ese hijo de puta –rechiné los dientes -. Casi llegaba a arrebatármela… -me corté, y miré hacia otra parte. Matt soltó una risita lúgubre.
-Siempre supe que esa chica te gustaba –dijo. Giré la cabeza para verlo. Él sonreía, asintiendo -. Desde el primer momento. 
Hizo una pausa corta.
-Eres orgulloso, Harry. Pero a mí no me lo puedes ocultar. Esa chica es lo único que te queda ahora. Te recomiendo que la cuides.
-Lo haré –lo atajé, e hice una pausa corta para probarme a mí mismo. Pero supongo que ya no me importaba nada. No me quedaba nada que perder -. La amo.

Sí. Lo había dicho. Había reconocido que la amo en voz alta; sin vacilaciones, sin arrepentimientos. Había dejado caer una lágrima de mi ojo sin limpiármela. Ahora mismo sentía que toda mi vida se estaba despedazando frente a mis ojos, y ya no podía decir que mataría al causante, porque… Porque el causante era yo.

Un gemido de dolor se escapó de mi boca, y me detuve a analizar que eso había salido de mí. Dejé caer mi cabeza hacia abajo y continué llorando; ¿qué podía perder ahora? ¿Mi vida? ¡Gah! ¿Y a quién le importa mi vida? Yo era un cobarde, y me había tomado toda mi vida hasta ahora darme cuenta de eso.

-No quiero que ella muera –me quejé, frotándome las sienes con una mano.
-Ella no va a morir, amigo.
-La gente puede morir de muchas maneras –apreté los labios -. Ella podría perder toda su… inocencia ahora. Ya no sería jamás la misma. Yo no quiero que eso pase. No quiero tener que lidiar con una chica abatida todos los días. Eso bastaría para matarla.

Respiré hondo, lo máximo que mis pulmones me lo permitieron; pero aún así continuaba sintiéndome ahogado. 

-Ella es todo lo que tengo, viejo –confesé en voz baja. Sentí su mano pesada palmear mi hombro.
-Deja de lloriquear, Harry –él dijo con voz ronca -. Yo sé lo que es estar a punto de perder a alguien que se ama. Tú tienes la suerte de no haberla perdido todavía; pero yo, ja, yo la perdí mucho antes de poder hacer algo para protegerla. Yo ni siquiera pude estar ahí. Pero tú… –su voz se iba desvaneciendo. Suspiró y continuó hablando, pero zanjó la frase que había dejado sin terminar -. Eres un niño. Solamente tienes diecinueve años, y creo que tu mente está muy por debajo de tu tamaño. Deberías pensar como un hombre y levantar la mirada; porque “Harry Styles nunca deja que nadie lo derribe”, ¿recuerdas eso? ¿Lo recuerdas? –me presionó, apretando mi hombro. Desvié la mirada -. Mantén tus esperanzas, amigo. Es lo único que puedes hacer ahora. No todo se resuelve sacando un arma o partiendo narices. Sólo… Mierda, ten fe. Ella está viva aún. Y deberías aprovechar eso.
-A veces creo que Dios se ha olvidado de todo esto –musité, apretando los labios.
-Bien, sé que esto va a sonar como, de la boca de un santurrón o algo… pero ora, amigo. Acércate a Él.
-¿Y qué tal si se la lleva? –mascullé -. ¿Y si yo no pudiera hacer nada?
-Todo pasa por una razón, Harry –palmeó mi hombro -. Estamos aquí por una razón. Aún cuando ella sea tan… dolorosa.
Desvié la vista.

La calidez y pesadez de su mano se desvanecieron de mi hombro, y para cuando volteé para decirle una última cosa, él ya no estaba allí. Al ver la silla vacía, apreté los labios y asentí, mirando hacia otra parte. 

¿Y qué tal si Matt tenía razón? ¿Qué tal si era el destino quien nos había traído aquí? ¿Qué tal si el destino tan sólo… decidiera llevársela? No pude evitar imaginar mi vida sin ella. Y lo intenté, juro que lo hice. Pero fallé en el intento, y odiaría si ella muriera en el suyo. 

Ahora mismo sentía que odiaba todo y a todos a mi alrededor. Odiaba a Smith por haberla matado parcialmente. Me odiaba a mí por haberme tomado demasiado tiempo y por ocasionar todo esto en primer lugar. Odiaba a Cyrus por estar maquinando todo desde algún lugar. Odiaba al tipo de las notas por no haber dado la cara cuando ella estuvo a punto de morir. Odiaba a los médicos por no hacer nada más que… nada. Odiaba incluso a Skylar por estar muriendo en cuidados intensivos. Odiaba estar aquí. Lo odiaba absolutamente todo. 

Tenía miedo. Oh, claro que lo tenía. Tenía miedo porque sabía que no podía luchar para siempre. Yo sabía que no podría protegerla siempre. Pero al menos quería intentarlo. 

Me hice una bola en la hilera de asientos metálicos que raspaban la piel, y me concentré en cerrar los ojos, cruzándome los brazos sobre el pecho. En estos casos, la mayoría de las veces, el cerebro te obliga a recordar todas las estúpidas decisiones que has tomado en tu puta vida, y tú aceptas como un idiota.
Apreté la mandíbula con fuerza y me obligué a cerrar los ojos, y… lo siguiente que recuerdo es la luz cegadora que precedía de una de las ventanas, y un hombre cincuentón envuelto en una bata blanca observando un papel en su mano pálida.

-¿Cómo está ella? –lo presioné, agitado. Apretó los labios, y bajó las manos de su pecho, suspirando.