Capitulo 23: Protegerme?

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Caminé hacia afuera mientras me cruzaba los brazos sobre el pecho, refunfuñando. Lo hice porque no quería acabar muerta o metida en problemas, y me intentaba convencer a mí misma de eso, pero el alegrarme de salir sólo para verlo a él también tenía algo de cierto. 

Vestía una camisa holgada de color gris y unos pantalones negros apretados, calzaba unos Converse de color blanco y su cabello estaba igual de alborotado que siempre. Y aunque estuviera acabado de levantar o no hubiese dormido en toda la noche, seguiría pareciendo un modelo de comercial de champú.

-¿Qué quieres? Tengo que volver –le dije en un susurro. Me correspondió con una sonrisita.
-¿Qué tal el partido? –me guiñó uno de sus fervientes ojos verdes.
-¿Estabas espiándome o qué? –musité, reprimiendo los deseos de rodar los ojos. Sabía lo que eso presagiaba.
-Pequeña, responder a una pregunta con otra pregunta es algo muy ridículo –se burló, sonriente. Apreté los puños y me volvía cruzar las manos sobre el pecho.
-Mi nombre no es pequeña –musité, arguyendo -. ¿A qué viniste?
-Tenemos una cita –argumentó, sonriendo pícaramente.
-¿La tenemos? –inquirí, atónita. ¿Quién demonios se cree para venir a imponerme las cosas? Maldito prepotente -. ¿Desde cuándo?

Él miró su reloj de pulsera y volvió a posar la mirada en mí.

-Desde hace diez minutos, desde que saliste –respondió, burlón.
-Te equivocas. No voy a ir contigo a ninguna parte, aquí me quedo –me impuse, cruzando las manos sobre mi pecho. Él arqueó la ceja.
-Le tienes más miedo a tu novio que a mí. Qué irónico –se echó a reír. Apreté los dientes, siempre se burlaba de mí y me manejaba a su antojo, y todo bajo la escusa de matarme de lo contrario. ¡Pues que lo hiciera!
-¿Por qué tendría que tenerte miedo? –arqueé una ceja -. Quiero estar aquí, y no eres nadie para forzarme. Estoy empezando a creer que te gusto, por la forma en que me alejas de mi vida social y me apegas a ti.

¡Santa mierda de las mierdas! ¿Por qué coño le dije eso?

Su rostro se endureció, y su sonrisa cálida y aniñada se convirtió en una fina línea fría y agrietada.

-Tómatelo como quieras, pequeña –musitó, sacando las llaves de su auto de su bolsillo -. Pero te voy a decir la verdad, contigo no sirven las palabras dulces.

Puse los ojos en blanco.

-Necesito hablar contigo sobre algo importante –musitó con dureza -. Y si quieres salvarte el culo y mantenerte viva por los próximos tres meses, lo mejor será que me acompañes.
-Deja de amenazarme, ¿quieres? –sonreí con sorna -. Ya me tienes podrida con eso, invéntate otro slogan.
-No es mía la amenaza –replicó con serenidad -. Estoy intentando… -se cortó a sí mismo, vacilante. “¿Que no era suya? ¿Alguien más me estaba buscando?”.
-¿Protegerme? –terminé por él, con suavidad. Debí haber hablado con más rudeza, lo sabía, pero al menos tuve la satisfacción de haberlo dejado sin habla. Tragó saliva, mientras reflexionaba.
-Sube al auto –fue todo lo que dijo, mientras miraba a otra parte. Golpeé mi zapato contra el suelo a modo de berrinche, y me puse rígida. Nadie me iba a mover de ahí… o quizá no por mi propia voluntad.
-Mira, pequeña, haz las cosas como se te antojen. Si quieres que se organice tu velorio para la próxima semana, bien, no subas al auto. No voy a forzarte a nada. Ve y regresa con tu novio a su nefasto partido de fútbol y diviértete mucho mientras tanto. Sólo no olvides que te lo advertí –musitó con expresión fría y distante, acelerándome el corazón con su ferviente mirada verdosa y brillante. Dicho esto, se alejó hacia su auto sin intenciones de volver atrás para convencerme. Joder, lo decía enserio. 
Me tomó unos largos segundos analizar sus palabras, pero para el momento cuando abrió la puerta de su auto, supe que no tenía más opción.
-Harry –grité, mientras caminaba hacia el Volvo negro. Me parecieron eternos los instantes que me llevó cruzar medio estacionamiento para alcanzarlo, porque lo que hice básicamente fue ir dando tumbos encima de la grava seca y caliente. Me detuve frente a su auto con los brazos aún cruzados sobre el pecho. Tragué saliva e inhalé aire fresco. Me observó con expectación, mientras yo me decidía a hacer algo realmente estúpido.



Observaba a través de la ventana ahumada del flamante auto negro en movimiento, con los brazos cruzados sobre el pecho y una línea fría reemplazando mi boca. Suspiré de frustración, y de fastidio. No me atrevía a mirarlo de reojo.

-Di algo –dijo al fin, manteniendo la vista fija en la carretera.
-¿Qué se supone que deba decir? –musité en tono grosero, volviéndome a él. Tenía una mano sosteniendo el volante y la otra sosteniendo su teléfono celular. De acuerdo, es sexy, lo admito.
-Algo usual, lo que estarías diciendo ahora mismo, por ejemplo –sonrió neutramente -. “¿Adónde me llevas, Harry? ¿Vas a matarme, Harry?” –dijo en tono burlón, imitando mi tono de voz agudo. Apreté la mandíbula.
-Siento tener que preocuparme por mi vida –contraataqué con amargura -. Es lo único que tengo de veras. Como tú y como cualquier ser viviente de esta mierda de mundo, deberías saberlo.
-Tu sentido del humor se ha ido al coño –hizo una mueca. Me tiré de nuevo en el espaldar del asiento, volviéndome a cruzar las manos sobre el pecho.
-Al diablo –respondí. Él deslizó el teléfono celular por su bolsillo.
-¿Por qué eres así? –inquirió. “No, ¿por qué tú eres así? ¿Por qué matas gente sin piedad y luego sobrevives con ello?”, quise preguntarle.
-Porque sí –espeté, y luego de unos segundos, añadí -: Además, creo que no estamos aquí para debatir mi personalidad.
-Eres tan encantadora como una babosa muerta –escupió con ironía y rabia mezcladas.
-Y tú tan adorable como un nido de cucarachas –respondí. Gruñó en lo bajo, y todavía no comprendo por qué eligió esconder su furia. Creo que lo mejor es que no lo sepa. Suspiré mientras cerraba los ojos. ¿Por qué no podía salirme de todo este lío tan fácilmente que como entré? La frustración me perseguía.


LOST  | HARRY STYLES |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora