Capitulo 48 ¡ es un asesino!

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Me miró con esos ojos verdes brillando como dos diamantes bajo el sol, y pestañeó rápidamente, sonriendo como si nada.

-¿Sí? –casi la escuché cantar. Observé el labial que mis dedos débilmente sostenían, y se lo entregué riendo y sacudiendo la cabeza.
-Nada –apreté los labios, y bajé la vista hacia mis zapatos Converse sucios, con el corazón latiendo frenéticamente y el almuerzo sin digerir en la garganta. Entonces, todo este tiempo, ¿Sheena había estado enviando las notas-casi-homicidas? Pero, ¿cómo? ¿Por qué? 

Si bien era cierto que desde que ella había aparecido, las notas habían comenzado a llegar, ella sería la última persona en la cual yo dudaría. ¿Cómo esa chica tan indefensa podría enviar notas tan maquiavélicas para volver la vida de todos un lío? ¿Y con qué motivo, cuando quería tanto a Harry? O al menos así lo había expuesto ella. Además, ese labial podría tenerlo cualquiera, tampoco había de ser tan grave… Sí, bueno, de nuevo el lado cuerdo de mi cabeza actuaba en mí. 

Suspiré. No sabía si debía estar contenta al encontrar una pista sobre el autor de las notas, o decepcionada porque cada vez me sentía más idiota. Como fuera, de las dos formas estaba en problemas. Tragué saliva, y me mordí el labio inferior, detallando sus delicadas manos. ¿Podrían ellas escribir semejantes garabatos?

-Sheena –sonreí, agrandando los ojos y acomodándome en la silla, mientras me sentaba sobre una pierna para mirarla y fingir interés. Ella volteó con una sonrisa de oreja a oreja.
-Me ha fascinado este color –toqué sus manos pálidas y heladas, inusuales en una persona proveniente de Arizona -. ¿Dónde has conseguido ese labial… exactamente?
-Es de MAC –sonrió -. Lo encargué a una amiga que vende ese tipo de productos. ¿Quieres que te encargue uno?

Me mordí el labio.

-No, gracias –sonreí con sorna -. ¿Me dejas verlo una vez más?
-Claro –sonrió, e introdujo su mano de porcelana en su bolsito y, a continuación, sacó el labial. Tuve que controlarme para que mi mano no temblara al sostenerlo, y entonces retiré la tapa. Sí. Era exactamente el mismo color con el que habían escrito en el espejo de mi baño. Pero no había ningún rastro de maltrato en la barra, ni mucho menos rastros de nada. Estaba tan puntiagudo que parecía recién comprado. Coloqué la tapa en su sitio, y se lo entregué.
-Tengo que irme –mascullé apesadumbrada, colgándome la mochila al hombro.
-Que tengas un bonito día –sonrió, y se quedó mirando al vacío. Me levanté del banco, y me alejé a paso rápido. Conservaba el miedo de que me clavara un cuchillo en la espalda, así que salí corriendo apenas pisé el último escalón que daba a la calle. El viento se fundía en mis pulmones provocándome tos y aguándome los ojos, pero sin embargo, no me detenía. 

Rebusqué las llaves en los bolsillos de mi pantalón de mezclilla y abrí frenéticamente la puerta de la entrada, con las manos temblando exageradamente, mientras las gotas de sudor se deslizaban por mi cuello. Cerré la puerta detrás de mí, y suspiré, tirando la mochila cerca del perchero.

-¡No lo haces por tu hija, Cyrus, ni tampoco lo haces por mí! –gritó Amanda, abriendo los brazos mientras daba gritos al cielo.
-¡Es una mierda que te tragues lo que dice un puto pedazo de papel y no lo que dice tu marido!
-¡Oh, querido, ahora le creería al mismo diablo en vez de a ti! –bramó Amanda, con esa voz gutural que sólo en estos momentos salía de ella. Abrí los ojos como platos, y me quedé petrificada en la puerta, observando todo frente a mí. Mi padre se dirigió a ella caminando a zancadas encima de sus zapatos de suela marrones, mientras su pecho subía y bajaba. Mi madre retrocedió con las manos a los lados, temblando como gelatina. Apreté los puños. 
-¿Piensas lanzar todo nuestro matrimonio a la basura? –masculló de cara a mi madre, mientras las aletas de su nariz se dilataban -. ¡Responde! –la sacudió de los hombros.
-¡Papá! –grité, dejando mi eco flotando por la habitación. 
-Vete a tu cuarto, Skylar –Cyrus levantó la voz, sin soltar a Amanda. Respiré agitadamente, intentando soltar el aire que se contenía en mi garganta. Giré los ojos para mirar a mi madre, quien parecía estar atrapada en los ojos verdes de mi padre, cuyas venas resaltaban en su rostro y en sus manos apretadas contra los brazos indefensos de mi rubia madre.
-Suéltame, y vete de mi casa –arqueó una ceja.
-¡También es mi casa, Amanda! ¡Y no vas a obligarme a irme! ¡Está Skylar aquí! –bramó él. Los observé mientras caminaban por toda la sala, en círculos.
-¡Precisamente porque está Skylar aquí quiero que te vayas! –gritó -. ¡Maldito criminal!
-¡Cierra la boca! –bramó guturalmente, alzando la mano y propinándole un fuerte golpe en el rostro con la palma de su mano. Emití un grito agudo.

Mi madre cayó al suelo, apoyando su escaso peso en su mano izquierda, mientras se cubría el rostro con la mano derecha, sollozando y temblando. Observé a Cyrus como nunca antes, mientras mis puños se cerraban.

Cyrus me miró con los ojos dilatados, mientras yo retrocedía hacia el marco de la puerta, del cual me aferré con fuerza, apretando mis uñas contra la madera. Mi respiración se había vuelto tan superficial que mi pecho apenas subía y bajaba con dificultad, al tiempo que mis piernas flaqueaban y sentía sudor viscoso y frío cubrir mi frente.



-Skylar, yo no… -él intentó decir. Una fina lágrima recorrió mi mejilla izquierda.
-Le has pegado… a mi madre… -solté en un hilo de voz. Dio un paso hacia adelante, intentando conciliar. Retrocedí frenéticamente.
-¡No te me acerques! –chillé -. No lo hagas… -tomé aire mientras sollozaba -. ¿Eres un criminal, Cyrus? ¿Lo eres?

Su mandíbula se tensó, y su rostro ahora lucía desencajado. Obviamente, justo ahora no se me parecía al hombre joven de las fotos con el que se había casado mi madre. Amanda se incorporó débilmente, aferrándose a una silla de madera. Me miró temblorosa, con una gran marca roja en su ojo derecho.

-Lárgate –mascullé. Negó con la cabeza, nervioso -. ¡Lárgate! ¡Vete al infierno! –chillé guturalmente, abriendo la puerta con la mano -. ¡Vete, mierda! ¡Animal paupérrimo del coño! 
-Skylar… -musitó mi madre. La miré por unos instantes, y desvié la mirada hacia Cyrus, quien tomó sus llaves, y salió de la casa corriendo, dando un portazo detrás que me estremeció. Me giré hacia Amanda, que apretaba su ojo hinchado con su débil mano, quejándose en voz baja. Corrí hacia ella, y me puse de cuclillas para observarla.
-Mamá… -musité, sintiendo las lágrimas caer por mis mejillas. Tragué saliva. Ella extendió la mano libre y temblorosa hacia un lado de la mesa, y me entregó un papel arrugado y desdoblado. La miré antes de abrirlo, y temblé mientras lo leía.


“Amanda, Amanda Dayne. Probablemente te preguntes por qué te ha llegado una correspondencia sin remitente, sin postal, sin absolutamente… nada. Pues bien, yendo directamente al punto, Skylar y tú han vivido engañadas y manipuladas por un cruel y frío criminal, no descubierto por las autoridades. Ha matado miles de pacientes, y no exactamente éstos han estado muertos para el momento de la intervención forense; ni tan siquiera en un error de ésos que siempre ocurren… Ni siquiera por negligencia médica. 


¡Es un asesino!


¿Pruebas? Más que suficientes, sólo observa la siguiente foto. Me parece que tu marido ha salido guapísimo en la foto, mas creo que no le han puesto el nombre correcto. ¿No te parece?

–Un siempre fiel amigo”.


“William Trace Holkman”, decía, justo al lado de la borrosa foto en la cual se distinguía su foto, de hacía bastantes años.

LOST  | HARRY STYLES |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora