Capitulo 36: Problemas

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-Harry-:

Y supongo que la puta vida es así. Smith y yo tendríamos una charla después de esto. Ese cabrón no inmiscuiría también a Skylar en todo esto; todo, menos a ella. 

Guardé el gastado papel dentro del bolsillo trasero de mi pantalón de blue jean, y me concentré en que Skylar no se diera cuenta cuando saliera del baño de que le faltaba algo. Me tenía tan molesto, pero no iba a irme de palabras con ella por enésima vez.

-Ya estoy lista –musitó, mirándose los zapatos húmedos con ojos evaluativos. Incluso mojada se veía deliciosa. Me mordí el labio inferior, reprimiendo mis propios pensamientos morbosos, y dejé que ella saliera primero.



El familiar camino hacia su casa se me hizo largo, sobre todo cuando esperaba con ansias estar a solas para poder analizar mejor esa nota, antes de rendirme o darme cuenta de que tan sólo pudiera haber sido la trastada de un chistoso, lo cual sería la mejor opción, entonces. Porque yo mataría a ese chistoso. Y moría por hacerlo; las ganas me hervían en la sangre convertidas en absoluta adrenalina. Adrenalina que ponía en funcionamiento mi cuerpo todos los días. Lo haces la primera vez, y luego no paras. Ahí estaba la recóndita respuesta a la escondida e incesante pregunta de Skylar, la que ella se formulaba en su cabeza todos los días… Esperaba poder decírselo algún día.

Skylar me miró con el seño fruncido y los labios apretados.

-Me alegra que seamos… algo –arqueó una ceja, reprimiéndose una sonrisa leve. Hice lo mismo, mordiéndome el labio. 
-Supongo que eso es lo que se hace después de tener relaciones… -insinué, con la mirada perdida en el camino. Sabía por dónde iba, mas no prestaba atención a eso. Y, al mirarla de reojo, me di cuenta de que la había ruborizado de nuevo.
-En realidad, en mis tiempos era antes de eso –comentó, explicativa.
-Pues en mis tiempos, si no cerrabas la boca, obligabas automáticamente al tipo a estamparte un beso –repliqué. Ella se mordió el labio, retorciendo sus dedos con nerviosismo -. No me provoques, nena.

Ella soltó una carcajada muda.

-¿Por qué simplemente no me llamas Skylar? –protestó, risueña. 
-Porque aquí el dominante soy yo –expliqué, dedicándole una mirada ferviente -. ¿Entiendes?
-No.
-Bien –sonreí.


-Skylar-:

Nos detuvimos frente a un restaurant de comida rápida que quedaba a una cuadra y media de mi casa a mi petición; había aprovechado que recién cesaba de llover, y que habíamos llegado antes de las ocho, lo cual, sin embargo, ya me ameritaba un problema. Cuando intenté abrir la puerta, los seguros fueron inmediatamente cerrados, aprisionándome en su auto negro y helado.

-¿Vas a hacer esto siempre que me tenga que bajar? –inquirí, volviendo una mirada escéptica hacia él. Esbozó una sonrisa de vuelta.
-Yo te lo dije, pequeña. El dominante aquí, soy yo –me guiñó un ojo.
-Deseo entonces que puedas dominar a los gusanos del cementerio de Arizona cuando ya esté muerta gracias a mis adorables padres –sonreí con sorna. Él despegó su mano nívea del volante, y se inclinó hacia mí, apegándome contra la puerta del auto. Se divertía aprisionándome entre sus brazos y sus fervientes ojos verdes, que escondían una historia rotundamente negada a salir de ahí. Harry me estaba consumiendo en su propio abismo.

-Recuerda que un día te secuestraré para siempre, y ya no tendrás que volver con ellos –musitó, muy cerca de mis labios. Los observé moverse, quería que fueran míos de nuevo esta noche. Aferré su cabello entre mis dedos, y lo apegué a mí, mientras él acariciaba mis piernas con las yemas de sus dedos.

Sus labios chorreaban ternura. ¿Quién lo diría? El asesino más peligroso y violento, de repente me parecía un hombre nada más que enamorado. 

Gemí cuando introdujo su mano en mi blusa, acariciando mi abdomen gélido e inclinado, y mordí su labio inferior, continuando el beso con intensidad.

-Espera –aparté el rostro bruscamente, mientras luchaba contra mi propia respiración -. Estamos en el auto.
-Mierda –jadeó -. Cierto –rió, irguiéndose de nuevo y sacudiéndose los cabellos, que desprendieron un dulce aroma enloquecedor. Y apostaba a que yo lucía como un mapache.
-Nos vemos luego –susurré, antes de salir del auto.


Ahora todo lo que quería era darme un baño y tirarme en la cama, cayendo en un profundo sueño, que me quitara toda la pesadumbre de encima. Entré a la casa revolviéndome los cabellos enredados, sucios y húmedos de vapor lluvioso, y colgué la chaqueta en el pequeño perchero de caoba, situado a unos centímetros de la puerta principal blanca. 

Mientras caminaba arrastrando los pies hacia las escaleras, no pude evitar mirar de reojo la mesa del comedor, situada en la pequeña sala vintage, decorada por mi abuela los primeros días de habernos mudado aquí. Mi madre no había querido cambiar nada luego de que ella se fuera a otro estado, y bueno, luego… ella se enfermó, ya no podía regresar con nosotros.

La mesa estaba puesta. Había velas y flores por encima de la mesa, pero los platos estaban sucios y nada quedaba en las charolas de comida. Y las sillas, en donde se hallaban reunidos mis progenitores y Jake, estaban perfectamente acomodadas. Me acerqué a ellos con vacilación, maldiciendo todo a mi alrededor dentro de mi pequeña mente.

-¿Mamá? –la miré a la cara larga de molestia, y luego desvié la vista hacia mi padre -. ¿Papá? –sacudí la cabeza -. ¿Jake? –vaya, estaba actuando como una idiota.
-¿Podríamos saber en dónde estabas metida? –espetó mi madre, cruzándose los brazos sobre el pecho, mientras todos allí presentes, me miraban con expectación y desaprobación azorantes. “Oh, oh.”

LOST  | HARRY STYLES |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora