Capitulo 45

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Me metí al baño de puntillas sin intenciones morbosas estacadas en mi pequeña mente de adolescente-menor-de-edad, y asomé la cabeza a través de la puerta entreabierta, sintiendo inmediatamente el vapor del agua que salía de la ducha fundirse en mi rostro, acalorándome. Acaricié la perilla dorada con los dedos, vacilante, y fue entonces cuando me decidí a hablar. Demonios. Tenía vergüenza aún cuando estaba dentro de mi propio baño.

-¿Puedo entrar? –suspiré -. Tengo que limpiar esa porquería antes de que llegue mi mamá.

Él soltó una risita aniñada que resonó en el eco del pequeño cuarto de baño con cerámicas blancas. Rodé los ojos, irónica, y cerré la puerta detrás de mí, dirigiéndome hacia el pequeño estante que podría denominarse “tocador”. Aunque, la verdad, hubiese imaginado uno más grande.
Escuché el resonar de las gotas de agua regarse por el fino piso pulido de la ducha, que estaba a menos de un metro de mí, y yo simplemente no podía entrar ahí para adorar ese escultural cuerpo mojado y perfecto. Y, santo cielo, yo no pensé que esos pensamientos podrían alguna vez cruzar mi mente. Arranqué una toalla húmeda de su empaque, y comencé a hacer bruscos movimientos circulares en el espejo, llevándome conmigo el rastro de pintalabios rosa pálido. Pero, demonios, no podía concentrarme. Era como si su perfume enloquecedor de repente hubiera entrado en mi nariz sin dejarme aspirar nada más. 

Tiré el pañuelo en el cesto de basura, sin prestar atención a los manchones gigantes que habían dejado el espejo parcialmente borroso, y me dirigí a pasos lentos y apesadumbrados hacia la puerta, resistiéndome las ganas de entrar a esa ducha. 

-¿Skylar? –gritó una voz femenina y delicada, sin rastros de molestia. ¡Mierda!
-¿Mamá? –abrí los ojos como par de platos -. ¿Eres tú?
-¿Quién más sino? –musitó, más cerca de la puerta. Y, en cuanto vi girar la manilla (que Dios la guarde si algún día llega a tocar la puerta para poder entrar después), corrí hacia las cortinas de baño de color negro, y me metí dentro de la ducha aún en ropa interior. Harry volteó con los ojos bien abiertos, e inmediatamente cubrí su boca con mi mano derecha entera, apretando bien los labios.
-¿Qué haces? –masculló, con voz desinteresada.
-Em… Sólo tomo una ducha –respondí, intentando ocultar mi tono ajetreado.
-Oh, bien –masculló -. Diablos, ¿por qué tantos manchones en el espejo? –pude escucharla murmurar para sí. Harry miró a su derecha, del lado de las cortinas. No dejé de sostener sus labios, mientras sentía una corriente eléctrica correr por mi espina. Me estremecí.
-Bueno, creo que volveré a la clínica –suspiró -. ¿Tienes tarea?
-Sí. Física y Trigonometría. Pero decidí tomarme la tarde libre –respondí.
-Ah, vale –dijo -. ¿Te gustaría cenar pizza?
-Sí. Erm, mamá, no puedo hablar ahora, tengo shampoo en mi boca –mentí, apretando los párpados con fuerza.
-Bueno, en ese caso… Bien, bueno… -suspiró, y luego, nada más. Sólo sus pasos cortos y el leve portazo que resonaron en el cuarto de baño. Suspiré, y dejé que mi rostro se relajara. Aparté mi mano del rostro húmedo de Harry, y agarré mi codo con la misma mano, mordiéndome el labio.
Él se volteó de nuevo, de cara a la lluvia de agua que me mojaba los pies y parte de los tobillos. Sin intención alguna, bajé mi mirada hacia su trasero, y me mordí más el labio, lastimándome. Fruncí el seño. “Vaya, pero qué retaguardia tienes…”. Apreté mi codo, y subí la mirada de nuevo, para encontrarme con su rostro de frente al mío, con pocos milímetros separándonos. Me miró con una sonrisa pícara.

-No ha sido adrede –musité, nerviosa -. Yo… bueno, estás como para admirarte… -me encogí de hombros, mirando hacia otra parte. Harry soltó una risita silenciosa, y rodeó mi cintura con sus brazos, acariciándola, y apegándome a él de sopetón.
-¿Y quién dijo que estás aquí solamente para admirarme? –arqueó una ceja, sonriendo. Me ruboricé, y miré la pared blanca de cerámicas. Me apretó más contra él, y sentí su gran erección endurecerse contra mi vientre. Me estremecí de nuevo, cediendo. No quería ni imaginarme lo que él podía hacerme ahora. 
-Bueno, dime –sonrió contra mi mejilla, haciéndome cosquillas. Subió lentamente su rostro hacia mi oído, donde susurró -: ¿Qué quieres de mí?
-Todo… -jadeé, dejando mis brazos caer. Plantó besos calientes desde mi cuello hasta mi hombro, estremeciéndome -. ¿Y tú… q… qué quieres de mí? –inquirí, en un hilo de voz.
-Diablos, nena… -gruñó, mientras sentía su gran bestialidad apretarse más -. Todo lo que existe y lo que no.

Pasó un instante cuando tomó aire.

-¿Quieres dejar que yo me encargue de esto? –masculló, bajando sensualmente la tira de mi sostén mojado. Asentí, subiendo mis manos hacia su espalda, preparada para arañarla y destrozarla cuanto fuera posible. A él le gustaría eso, ¿no? Porque a los chicos les gusta eso, ¿verdad? ¡Diablos, “amigo”! ¿Por qué no envías notas en momentos como éste? ¡Necesito ayuda, mierda!
-Estás, tan… -suspiró a través de sus dientes, alejándose para observarme -. Tan… caliente y rígida…
-Estoy temblando –mascullé, para romper el hielo. Él soltó una risita.
-Está bien –sonrió sensualmente, apretándose de nuevo contra mí. Ahogué un gemido, apretando los párpados -. Quiero que saques tu lado salvaje. Nadie te está viendo.
-H… Ha…
-Cierra la boca y ponte de rodillas –ordenó, apoyando el peso de sus manos sobre mis hombros, haciéndome caer.

LOST  | HARRY STYLES |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora