Capitulo 72

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Salí del gimnasio sintiendo una profunda mirada querer dislocarme el hombro. Con discreción, miré de reojo hacia atrás mientras sentía el aire del patio rozarme el rostro, no muy segura de estarme dirigiendo hacia la dirección correcta. De algún modo, sentía que se me había olvidado ponerme los pantalones o alguna otra prenda importante. Me sentía descubierta. ¿Y en dónde coño estaba Alison? ¿O alguien? 

-Hey –alguien llamó directamente en mi oído. Me volví con todas mis fuerzas hacia delante, dando pequeños pasitos en retroceso hasta perder el equilibrio, y desplomándome directamente hacia el suelo pulido, aterrizando sobre mi trasero y tirando mi libro de francés al suelo. Ouch.

-Oh, Dios, ¿estás bien? –gritó una voz.

Abrí los ojos. De pie frente a mí estaba… ese… bueno, Danny. Tenía las mangas de la chaqueta remangada hasta los codos, por lo que pude vislumbrar el tono blanco de su piel casi relucir con la claridad. Reprimí un grito ahogado en mi garganta. El incidente de los vestidores había vuelto a mí. La expresión sombría en su rostro. Cómo, con una sola mirada, había hecho a Jake esfumarse del gimnasio. ¿Era sólo una coincidencia que él estuviera pasando por ahí o de verdad me estaba persiguiendo?

Él se agachó.

-Déjame ayudarte.

Alargué mi mano violentamente de mi libro de Francés, y lo llevé inmediatamente hacia mi pecho, levantándome con torpeza y asegurándome de no haberme desatado las cuerdas de los Converse. Yo estaba tan avergonzada ahora. Había caído de culo frente a él.

-Esto se te cayó allí –él me entregó mi inhalador blanco desvaído.
-Uh, gracias –se lo quité, sintiéndome inquieta.
-No te ves muy bien –frunció el seño. -¿Quieres que te lleve a tu casa? Mi coche está aparcado allí afuera, y…

Miré un Volvo sencillo aparcado a un lado de la acera de la escuela, a lo lejos, y sacudí la cabeza. ¿Ahora tenía un Volvo?

-Realmente estoy bien –insistí. 
-¿Puedo al menos llevarte a algún lado? –masculló, riendo con ironía, como diciendo “estás loca”.
-N… no. Gracias –lo corté.
-Bueno, uhm. Lo siento entonces –masculló, dándose la vuelta patinando sobre sus pies y caminando hacia su coche. Miré el lado de la carretera hacia donde se encontraba su pequeño auto, y advertí el gigante dolor que se esparcía en mis heridas de mi abdomen. 
De acuerdo. Tal vez estaba sobreactuando. En realidad, me estaría comportando como una inmadura si lo evadiera luego de lo del beso. Porque se supone que no había significado nada… ¿verdad? Entonces estaba bien, ¿cierto?

-Uh… puedes llevarme, si quieres –grité, y él se detuvo. Me miró fijamente durante un minuto, y uno de los contornos de su boca se curvó en casi una sonrisa. La expresión de su rostro decía: Uhm, ok, chica loca. Pero no lo dijo.
El interior del auto no parecía como los que se suelen ver en los autos nuevos. Me deslicé en el asiento de pasajeros, porque no me sentía lo suficientemente segura como para poder mirarlo directamente al rostro, y miré a mi costado. El pobre Volvo ya estaba hecho un lío. Había una pila de cosas a mi derecha, constando básicamente de una sudadera gris que siempre usaba para patinar en las tardes, una azul que se ponía para la escuela, un montoncito de papeles y libros extraños, y algunas puntas de lápices regadas por el asiento. Las aparté con la mano. Un ambientador en forma de pino colgaba del espejo de enfrente, pero no lograba funcionar dentro del coche, ya que prevalecía un intenso olor a acre. 

Mientras mi ex – mejor amigo se dirigía hacia mi calle, que de seguro habría de sabérsela de memoria, sonaba una canción de Blues en la radio del tablero de color negro. Él seguía el compás de la canción dando golpecitos al volante con sus dedos. Pensé acerca de cómo me había salvado de Jake. Quería agradecérselo, pero ¿y si él hacía más preguntas al respecto? ¿Qué le diría? “Oh, él estaba enojado porque estoy saliendo con aquel chico que te dije.”
No podía. Y mucho menos con lo que había pasado entre nosotros, de lo que, obviamente saldría el tema.
Finalmente, pensé en una pregunta segura.

-Así que, ¿fumas? –mascullé.
-Sí –respondió. –Pero no siempre. La verdad es que me da asco. Pero cuando estás estresado puede ayudar bastante.
-Seguro –musité con inseguridad. Ahora mismo sentía estar hablando con un completo desconocido.
-¿Sufres de asma? –inquirió desde adelante, sin parecer darse cuenta de lo nerviosa que estaba. Miré el inhalador apretado entre los dedos de mi mano derecha, y tragué saliva con dificultad.
-Síp –dije lentamente. –Um, caí en una piscina.
-¿De verdad? –parecía sorprendido. ¿Alison no le había contado o…? -¿Cómo te caíste?
-Eh… Yo sólo… Ya sabes… Caí –pareció una pregunta. Él soltó una carcajada que resonó en seco dentro del pequeño Volvo, y yo me pregunté si se reía de mi tontera. Sin embargo, yo extrañaba esa risa. Pero de todos modos daba igual, ¿verdad?
-Lo siento –musitó, apagando su risa poco a poco. 
-No… Está bien –farfullé. -¿Desde hace cuánto que tienes un auto?
-Desde hace algunos días. Era de mi tío, de hecho. Mi papá dijo que no podía comprarme uno de agencia por ahora, así que tendré que conducir esta cosa hasta que consiga uno decente –respondió con aire desenfadado. 
-Tiene buenos asientos –comenté con una sonrisa. Él soltó una risita desganada. Me mordí el labio con nerviosismo, pensando en que quizá nos habíamos convertido ya en dos completos desconocidos. Pero era normal, después de todo. No lo consideraba un presagio. 
Durante los últimos meses había sido como si se hubiera roto ese “lazo” que solía unirnos. Y todo había comenzado a romperse desde el inicio de esta historia; desde la fiesta de Jake Montgomery. Recordaba el deseo ferviente de Danny por partirle la cara, y las burlas de Jake hacia el “chico skate” de la escuela. Definitivamente, el odio era el sentimiento más destructivo de todos. Destruía amistades; corazones; e incluso familias. 
-Um –musitó. –No sé hacia dónde girar.

Miré al frente. Nos encontramos en un canal con dos vías alternativas. La derecha conducía hacia la calle de Harry, y prefería evitar problemas al impedir que Harry viera a Danny merodeando por allí. Además, se suponía que no podíamos exponernos.

Tragué saliva, agarrando mi mochila.

-Aquí me bajo –intenté sonreír, pero apostaba mis zapatos a que me había salido tan sólo otra mueca grotesca de mi repertorio.
-Oh –sonrió. –Bueno, adiós.
-Sí… Adiós –musité, abriendo la puerta con los dedos.

LOST  | HARRY STYLES |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora