Me deslicé fuera de la habitación tras haber robado una de sus camisas, la cual me llegaba casi hasta las rodillas, y la olisqueé sin disimular para impregnarme la nariz de su dulce aroma. El Sol brillaba más que nunca en Phoenix, y casi olvidaba que en unas horas tenía que llamar a Amanda e irme a casa. Suspiré. Pero yo no quería irme a casa. Yo quería quedarme ahí con él, repitiendo esto todos los días.
Me asomé en la puerta medio abierta y lo observé dormir, detallando cada minúscula parte de su cuerpo al descubierto y sacando anotaciones estúpidas, como, por ejemplo, que sus hoyuelos se resaltaban aún más cuando apretaba la mandíbula, o que la poca luz que las cortinas dejaban filtrarse lo volvía más pálido y adorable, de repente. “Oh, mírate. Pareces un ángel”, pensé. Y lo hice tan fuerte que casi me creía que lo había dicho de veras.
Era muy ridículo que estuviera pensando esas cosas de él tras haber tenido sexo. Y, de repente, un montón de pensamientos malignos poblaron mi cabeza y nublaron mis ojos. Las demás chicas decían que no importaba cuántas veces te acostaras con un chico, porque a veces… sólo lo hacían, y ya. No había nada más después de eso. Consideraban las relaciones íntimas como un juego, o peor aún, como un deporte, y eran adictas a él. Una vez que lo hacían por primera vez, no podían parar. Era como una especie de vicio para ellas. Y yo no quería ser como esas jodidas putas; yo simplemente no quería.
Tragué saliva y aparté la mirada de Harry, cerrando la puerta detrás de mí, y bajé las interminables escaleras. Suspirando, dejé que mi mano se deslizara por la baranda de caoba pulida, intentando olvidarme de lo que había, por un momento, pensado. Pero, el problema estaba, en que cuando comienzo a pensar en algo, después no puedo parar. Y eso me volvía loca si dejaba que me carcomiese por dentro, como muchas otras cosas.
Exploré la sala, la cocina, y me asomé a todas las ventanas que encontré. Era una casa normal, en una calle normal, era un auto normal… era un hombre normal. ¿En dónde estaba, entonces, el instinto asesino y las ganas fervientes de matar? ¿Dónde estaban los alambrados eléctricos y los charcos secos de sangre? ¿Dónde quedaron, entonces, todas las abolladuras y las marcas de balas perdidas? Y, lo más importante, ¿Por qué Harry hacía esto, teniendo lo que tenía? ¿De dónde sacaba el dinero? Diablos, Skylar. Apreté los párpados, frotándome las sienes. Lo mejor era cuando mi mente se mantenía en silencio.
Me adentré a la cocina de nuevo, y revisé todas las estanterías. Bien, podía hacer chocolate caliente y un par de sándwiches. Él me había salvado la vida, ¿y no le iba a preparar el desayuno?
Mientras ponía a tostar los panes, me senté en la mesa de la cocina a balancear mis piernas. Las sillas eran bastante altas, lo que me permitió despegar mis pies del suelo por un rato, en el sentido físico de la palabra.
Los panes saltaron de la tostadora, y los puse encima del plato, emitiendo grititos a causa de las leves quemaduras en las yemas de los dedos. Que Dios me guarde si algún día llego a madurar. Mientras ponía a calentar la leche, caminé por la amplia cocina cuidando que mis torpes pies no se tropezaran con nada. ¿Es enserio que vive solo?, pensé. ¿Cómo limpia y ordena todo esto? Me pregunté, admirada. Ni siquiera mi casa estaba tan limpia.
Sentí que pisaba algo resbaloso y fino, como una especie de papel. Lo observé parada, mirando hacia abajo con incredulidad. Era un sobre, no demasiado fino ni muy ancho, ni muy largo o corto. Era sólo una perfecta, pulcra y simple hoja blanca atada con una robusta soguita. Lo levanté con la mano derecha y lo observé por delante y por detrás. No tenía remitente, sólo decía en letras elegantes, “Harry”. Bueno, él no se molestaría si yo lo tomaba… prestado.
Saqué la soga sin necesidad de desatarla, y abrí la hoja. Las letras eran recortes amorfos de revistas desconocidas, y decía una simple frase:
“Está frío afuera, cuando vuelves a casa. Y está caliente adentro, ¿no es suficiente?” –Un amigo.
Arrugué el entrecejo, confundida. Espera, esta carta era para mí. No para Harry. Esa frase pertenecía a mi canción favorita, a la que había estado sonando en Oasis antes de la balacera. Diablos, la balacera… Lo había olvidado por completo. Pero se suponía que nadie conocido sabía de Harry, y nadie más podía… Oh, Dios, entonces… ¿Quién. Carajo. Nos. Había. Visto?
Alguien rodeó mi cintura con sus manos gélidas y rozó mi cuello con sus labios, haciéndome cosquillas. Arrugué la carta rápidamente y me crucé las manos detrás de mí, apretando la hoja entre mis manos.
-Hola –musité, derritiéndome en sus ojos color esmeralda. Él me plantó un apasionado beso en los labios, acariciándome la cintura con sus dedos níveos.
-Te ves adorable –masculló cerca de mi rostro, dejándome sentir su aliento abrazador y delicioso, y apretó mis caderas, arrastrándome contra su cuerpo. Tiré la hoja al suelo y la pateé hacia atrás, él acomodó un mechón suelto tras mi oreja, y yo deslicé mis manos por su espalda desnuda, sonriendo en su hombro, con la cabeza apoyada ahí.
-No sabía que podías cocinar –musitó.
-Son sólo un par de sándwiches y chocolate caliente –sonreí -, puedo hacerlo.
-Sí, en ese aspecto eres más fuerte que yo –rió. Me separé de él con suavidad y caminé hacia los panes tostados, mirando por el rabillo del ojo al papel aislado en un rincón. Desvié la vista y serví el chocolate en dos tasas. Él tomó una y contorneó la boca de la tasa con un dedo, mirándome. Lo ignoré, y tomé un gran sorbo de mi chocolate, quemándome la lengua y la garganta.
-Bueno, basta de mirarme –musité, malhumorada. Él sonrió.
-¿Eso significa que no quieres hablar de eso?
Resoplé.
-¿De qué? –mentí.
-De que, bueno, quizá la semana que viene yo esté en la cárcel mientras tú das declaraciones a la policía –argumentó. Abrí los ojos como platos, envolviendo mis manos en dos puños.
-¿C-Cómo dices? –tartamudeé. Él se echó a reír.
-No te asustes, tonta. A mí nadie me vio –me guiñó un ojo descaradamente. Bufé -. Tú sí quieres hablar del tema.
-Agh, Harry –rodé los ojos, relajando las manos con dificultad -. No sé de qué me hablas –me volví hacia la cocina.
-Ellos te están buscando, nena –me dio la vuelta hacia él, atrapándome en sus ojos cristalizados -. Pudieron matarte.
-Ya lo sé –mascullé -. Y no quiero que te pase nada.
-¡Mierda, Skylar! –protestó, dando un puñetazo contra la mesa -. Casi te vuelan los sesos de un balazo y ¿tú te preocupas por mí? –aflojó la expresión y me tomó del mentón con delicadeza -. No, nena. No es así como funcionan las cosas.
“No ha perdido su bipolaridad. Es una clara muestra de que sigue cuerdo… o al menos una fraccionada parte de eso”.
-Entonces, según tú, ¿cómo funcionan? –espeté -. ¿Qué pretendes, que te maten?
Sacudió la cabeza.
-A mí no me va a pasar nada, joder –gruñó -. Yo sólo te protejo.
Asentí con la cabeza, desviando la mirada. Yo intentaba sopesar toda la situación antes de rendirme y volverme loca; yo de veras que lo intentaba, pero a veces, simplemente, no podía. Volví a posar mi mirada en él cuando tuve la respuesta.
-¿Y por qué lo haces, Harry? No creo que sea alguna muestra del amor incondicional que me tienes, no me creo esa mierda –enarqué una ceja, apoyando mi brazo en la mesa. Lo observé fijamente, y él apoyó la tasa en la cocina de nuevo, sacudiendo la cabeza.
-Bien –asintió con la cabeza, mirando al vacío -. Bien. Tienes razón. Debo mantenerte viva porque eres el blanco, Skylar –admitió -. Si ellos te atrapan, y te matan… Nosotros simplemente estamos perdidos.
Otra fuerte patada en los ovarios. “Diablos, esto nunca termina”, me dije a mí misma. Y quizá nunca terminara. Jamás. Mi vida era una jodida ruleta de la suerte, pero ésta nunca estaba de mi lado.
-Hm, claro. Ya entiendo. ¿También te acostaste conmigo por conveniencia o… hay algún otro plan oculto en todo esto? –achiqué los ojos, con ironía. Y conforme iba hablando, su expresión iba endureciéndose.
-Deberías lavarte los oídos y escuchar mejor las cosas –gruñó.
-Oh, créeme que escuché muy bien –sonreí con sorna -. Lo suficiente, gracias.
-¿Qué diablos te pasa, Skylar? –frunció el seño.
-No, amigo –fingí una sonrisa -. La pregunta aquí, es qué coño te pasa a ti.
Él se encogió de hombros.
-Nunca he estado mejor.
-¡Ugh! –pisé con furia -. ¿Quieres dejar de tomarme como a una puta broma?
-¿Quién dijo que tomo todo esto como una broma? –espetó -. Estás siendo muy idiota, Skylar, y te pido que no me hagas enojar, por el amor a Cristo. No me has conocido lo suficiente.
-Te conozco, tanto como para saber lo imbécil que eres –gruñí, acercándome a él.
-Ah, ¿piensas que me conoces? Bueno, piensa de nuevo –arqueó una ceja. Claro, cómo no. Se había acostado conmigo, otorgándome un gran voto de confianza con eso, y ahora me escupe a la cara que no lo conozco. Maldito.
-Me das asco, Styles –mascullé, sintiendo una capa pegajosa en mi rostro: sudor frío; y una corriente eléctrica que hacía que mi rostro temblara de furia. Sentía las vibraciones rabiosas por todo mi sistema nervioso.
-¿Ah, sí? ¿Entonces por qué no dudaste en acostarte conmigo anoche, nena? –sonrió con suficiencia.
-No me llames así –gruñí.
-¿Por qué no?
-Porque yo no soy tu “nena”, y quizá no quiera serlo, tampoco –espeté.
-Ja, vaya chiste. Entonces, la próxima vez que nos acostemos, tendré que tener en cuenta esta conversación que hemos tenido.
Eso me hizo perder.
-¿Quieres dejar de recordarlo? –grité.
-¡Sólo acéptalo, Skylar! Estás locamente enamorada de mí, y por eso sientes la gran necesidad de herir mi ego –se burló, aunque, en su expresión había seriedad y firmeza. Yo simplemente no lo entendía.
-Eso no tiene sentido –repliqué.
-Claro que lo tiene, ¡por el amor de Dios! –gritó -. Quiere decir que cuando me demostraste que me amas, no es ¡¿nada?!
-Bueno, eso no importa para ti, ¿no? Porque yo soy la presa, el premio, el rehén. Un puto anzuelo que todos buscan picar –solté, con veneno goteando de cada una de mis palabras.
-No sé qué mierda está pasando dentro de tu cabeza, pero estás siendo la perra más grande del planeta, cuando lo único que busco es protegerte –espetó, lanzando sus brazos al aire.
-Me proteges a causa de tus propios beneficios, Harry. No lo haces porque seas un alma preocupada y caritativa, oh por favor –achiqué los ojos -. Sólo vete a la mierda.
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LOST | HARRY STYLES |
FanfictionSi te gustas las historias inspiradas en Harry esta es para ti . DISFRÚTALA ! Cuando subí esta historia jamás pensé que llagaría al millón de lectores muchas gracias 💜