Capitulo 49

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Observé el papel de arriba para abajo con los ojos nublados, hasta que ya no hubo caso de seguir con eso y, difícilmente ahora podía distinguir bien las letras. Tragué saliva luchando con ese incómodo nudo en la garganta, y coloqué el papel encima de la mesa. 

Ahora que lo pienso, fue bastante canalla dejar a mi madre sola frotándose un moretón hecho por mi propio padre y subir egoístamente hacia mi habitación; dándole la espalda descaradamente como si ella tuviera la culpa de todo. Cuando, en realidad, era yo el único error visible para mí en ese momento. La única persona con la que yo podría desquitarme era yo. Odiaba mi vida. Mi existencia… no tenía sentido. En momentos como este, era cuando me preguntaba qué carajo hacía yo viviendo. 

Pero supongo que lo hice porque yo era una egoísta. Y mi soledad esta noche sería el producto de mi egoísmo. Porque, como siempre decía Amanda: “los adultos son los adultos. Ellos resuelven sus problemas, y tú cierras la boca”. Y ella contaba como adulto. Así que podía joderse.


Me encerré en mi habitación, y me quedé mirando un zapato con desdén, mientras las lágrimas salían lentamente de mis ojos, escapando. Ojalá yo fuera una lágrima, para salir corriendo también. O no, sería mejor morir o aislarme del resto de la humanidad, porque quizás así dejaran de pasarme cosas que arruinaran mi vida. Aunque desde hacía tiempo había comenzado a pensar que el infierno que yo vivía ahora no podía ser calificado como “vida”, y esta tarde lo había comprobado.

Giré la vista hacia mi hilera de fotos colgadas en la pared con hilos; producto de una idea que había tenido para no encontrarme con que mis fotos de vida se habían dañado o perdido de alguna forma… Así que deshice un suéter que había tejido mi madre para hacerlo, ganándome luego un castigo de cinco días sin televisión. Pero había valido la pena para entonces; ahora sólo me parecía una hilera de mierda. Me acerqué a las fotos ondeantes por el viento cálido del atardecer. Mis manos temblaban como cualquier otra parte de mi cuerpo que pudiera observar, mientras las lágrimas salían de mis ojos. “No soy nada”, me recriminé.

Primera foto. Yo tenía cinco años. La foto la tomó mi papá cuando fuimos a pescar al Mississippi. Pesqué un pececillo del tamaño de mi uña con mucho orgullo.
Segunda foto de la hilera. Mis padres se abrazaban mientras yo dormía en el sofá.
Tercera foto. Mi cumpleaños número ocho. Mi padre me regaló un oso de peluche gigante. Ambos lo abrazábamos con dispersión en la mirada.
Cuarta foto. En la playa. Esa foto la tomó mi madre mientras Cyrus y yo nadábamos debajo del agua. Mis ojos apenas estaban abiertos, pero los brazos de mi padre sostenían mi cuerpecito.
Quinta foto… Diablos, ya no podía ver más. Estaba sufriendo como si me quemasen entera. Me cubrí los labios con la boca mientras apretaba los párpados, dejando salir pequeños quejidos de dolor mientras retrocedía con torpeza, golpeando partes de mi cuerpo contra las paredes. Noté el suelo con las rodillas, mi torso, y finalmente, mi mejilla empapada. Las lágrimas saladas cruzaban el puente de mi nariz no tan perfilado como el de Amanda, y ya ni siquiera sentía el frío de las cerámicas.

Mi padre. Mi héroe. Mi primer amor. Todo se había ido a la mierda. Todos los juegos, las diversiones, los ratos que habíamos pasado juntos, la promesa de estar siempre juntos, los secretos que guardábamos de mamá, los hurtos de manzanas en los árboles de los vecinos, mi primera actuación en la escuela, mi primera presentación de ballet, mi cumpleaños número quince… ¿Cuál es el punto de herir a alguien que ha estado toda su vida amándote? 


Me levanté del suelo, limpiando las lágrimas con la palma de mi mano abierta, y salí de la habitación bajando las escaleras a trompicones. Mi madre me miró desde el sofá, con la punta de su nariz roja y sus ojos hinchados, sobre todo el izquierdo, donde comenzaba a salir un morete gigante. Tragué saliva, y hablé con indiferencia.


-Necesito estar sola –musité. Y sin esperar respuesta alguna, salí de la casa, cerrando con un portazo involuntario. Me cubrí el abdomen cubierto por mi camisa negra favorita, y subí el cierre del suéter gris de sopetón, cubriéndome del aire que me pegaba de lleno. No impedí que las lágrimas me cayeran por el rostro, ignorando las miradas curiosas de la gente que pasaba por ahí, mientras en mi mente los enviaba a todos al infierno. Caminé sin rumbo durante minutos que hubiera jurado que habían sido horas, y aún así mis ojos seguían derramando lágrimas silenciosas. Comenzaba a sentir que mis puños apretados contra mis costillas agarrotaban mis dedos sonrojados y larguiruchos, pero estaba segura de que no podría ser consciente de mis actos si dejaba mis brazos libres, a la merced del lado chiflado de mi cabeza. 

Empujé la puerta del local cuyas luces titilaban en la negrura, y entré cerrando la puerta con mi propio peso.

-Dame un trago de ron puro –mascullé al cantinero, quien me miró de arriba abajo, como todos los demás -. Grande.


-Harry-:

-¿Qué? ¿Piensas ir a buscarla? –musitó Matt, frotándose la nuca con una mano, mientras que con la otra sostenía una cerveza helada. Lo miré de reojo, mientras rebuscaba mi teléfono por entre las revistas Playboy despedazadas y desparramadas por la mesa de madera.
-Sí.
-Estás loco –me acusó John, riendo -. Enserio eres un cabrón, Styles.
-¿Qué tiene de malo? –lo acompañé a reír, levantando una revista.
-Nada cuando no estás siendo un cabrón junto con la víctima –él dio un trago a su cerveza, y Matt lo apunto con el dedo, dándole la razón, acompañándose de un trago largo de cerveza fría. Desvié la mirada hacia mis manos y deslicé el dedo por la pantalla de mi teléfono.
-Ése no es problema de ustedes.
-Bien, claro, sólo espero que no pierdas de vista el objetivo hombre –me guiñó un ojo burlonamente.
-Sé lo que hago –apreté los labios -. Como sea, ahora vuelvo.


-o-


¡Maldita sea, Skylar! ¿En dónde te has metido?

Suspiré dentro del auto, pensando en las mil posibilidades que tenía esta niña de matarse en plena noche. Desvié la mirada hacia la ventana iluminada por miles de faroles cercanos a donde me aparcaba, y cerré los ojos, pensando en ella. ¿Cómo podía tenerme tan loco? Me humedecí los labios, y arranqué el coche por enésima vez en la noche. Pensando que, si no la encontraba en los próximos dos intentos, iría por ella acompañado. 

“¿Qué travesura estás haciendo ahora, Skylar Dayne?”


-Skylar-:

Respiré con dificultad mientras acariciaba con mi dedo sonrojado el orificio del vaso de cristal, cuyo líquido marrón iba por la mitad de él. Lo tomé fuertemente con la mano, y eché la totalidad de él dentro de mi garganta. Tragué con menos amargura que la primera vez, cerrando los ojos, y respiré hondo antes de darle otra señal al cantinero. De todas formas, me había venido al bar más marginado de Arizona; vendían licor a niños de sexto grado, y mis débiles oídos escuchaban horcajadas en el recóndito cuarto de baño, ubicado en el único pequeño pasillo del local cálido y abrazador.
Froté mis párpados cuando noté que mis párpados se cerraban solos, mientras que mis ojos se iban de un punto a otro sin intención alguna, sin comprender la razón por la cual de repente me tambaleaba y todo lo que veía parecía tener un desfigurado clon. 

-Hola, bonita –dijo una voz oscura en mi oído -. ¿Te he visto antes?

Tosí, y froté mis manos en el pantalón, luchando por soportar el peso de mi cabeza sobre mi cuello pálido. El muchacho borroso sonrió, y empujó hacia mí una botella de Jack Daniels cuyo líquido transparente estaba por la mitad. Observé la botella con lujuria, y la tomé sin rechistar, abriendo el corcho y cerrando los ojos al inclinarla sobre mi boca abierta hacia la luz de los faroles titilantes.

-No hay nada que el volverse realmente borracho no ayude –me picó un ojo, y se levantó para sentarse junto a mí. Ignoré su cercanía y el calor que sus manos transmitían en mi cintura, y empiné la botella directo a mi boca, dejando salir un chorro de licor que tragué inmediatamente. Jadeé al terminármelo, y bebí otro igual de largo, pegando mi boca a la botella. Me tomó de la mano, y no necesitó de ningún esfuerzo para levantarme. Aferré la botella con mi mano, y escuché muy lejos de mí unos chiflidos, a pesar de que éstos se veían muy cerca de mí. El chico se apresuró a dar un beso en mi cuello, y yo cerré los ojos.

-¿A dónde vamos? –musité con dificultad. No se me entendió una palabra, y él se echó a reír, ayudándome a subir las escaleras. 
-Eres muy hermosa, ¿lo sabías? –musitó cerca de mi oreja. Diablos, su aliento olía a rayos. Aparté mi rostro y su pecho, apoyando mi mano en él para mantenerlo alejado de mi cuerpo, y caí de rodillas al suelo, donde tomé otro largo sorbo de Jack Daniels. Mierda, esta sensación de vaivén se sentía tan bien.
-Ven, linda –me arrastró hacia él, e introdujo una mano dentro de mi blusa. Gemí.
-¿Te gusta? –masculló, plantando besos en mi cuello -. ¿Te gusta, hermosa?
-Harry… -gemí, retorciéndome -. Harry…
-No, linda, no soy Harry…
-¿Quién eres tú? –jadeé.
-Soy Smith, hermosa, Smith… -musitó cerca de mis labios. Me aparté de golpe, sobresaltándolo.
-No, qué asco –intenté arrastrarme lejos de él -. Yo quiero a Harry…
-Ven conmigo, preciosa –insistió, subiendo mi blusa por encima de mis pechos.
-¡No! –protesté con malcriadez -. ¡Harry! –chillé.
-Él no está aquí –volteó mi cara con un dedo, lastimándome.
-Déjame –volví a apartarme. Su mano enorme tiró la botella de Jack Daniels, y me aferró a él, dispuesto a hacer algo a continuación.
-Ha dicho que la sueltes –bramó una voz ronca a lo lejos. Sentí el frío y duro suelo chocar debajo de mí. Emití un chillido, y me di la vuelta, abriendo los ojos con dificultad. Vi una mezcla desparramada y abstracta de grises, negros y luces combinados dentro de mi ojo verde. Apoyé mis manos en el suelo húmedo, pero fracasé en el intento, cayendo de bruces y chocando mi barbilla contra el cemento. Gemí.
-¿Cuándo vamos a encontrarnos, Styles? –dijo el chico que había estado conmigo, en tono burlón -. ¿Cuando no estés con tus perros cubriéndote el culo?
-Ahora no –respondió una profunda voz ronca -. Y, por tu bien, más vale que te largues.
-¿Me vas a matar? –rompió a reír -. ¿Con tu novia borracha tirada en el suelo? ¡No juegues, amigo! ¡Creí que eras más serio que eso!
-Seguro que sí –casi pude escucharlo sonreír, al tiempo que escuchaba un objeto metálico desencajarse. Di una vuelta por el suelo, rodando, pero no pude distinguir nada más.

A continuación, unos brazos cálidos me alzaron con ellos, despegándome del suelo. Volteé el rostro y dejé que un líquido de mal sabor saliera por mi boca, escuchando el sonido del mismo derramarse sobre el suelo. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué hacía? Sentí mi brazo apoyarse de nuevo sobre el suelo, y la fuerza de Harry sobre mi cuerpo, para mantenerme sin tambalear. El líquido siguió saliendo de mi boca desde lo más profundo del estómago, provocándome un nudo en la garganta.

Unos dedos cálidos y níveos se pasearon por mi nuca al recoger el abundante cabello de mi rostro, dejando el paso libre al líquido misterioso. Tosí, y seguí soltando todo.

-Oh, diablos, Skylar… -gruñó él, de cuclillas junto a mí. Mi boca fue limpiada con algo suave, como una especie de servilleta de tela, y fui levantada del suelo. 
-Me sacaste de ésta, mi príncipe… -apenas pude decir.
-Diablos, ¿cómo puedes hacer estas cosas? –pareció hablar con él mismo, casi gruñendo.
-Te amo, te amo, te amo… -besé su pecho cubierto con una camisa blanca, la cual aferré con mis dedos. Veía luces de colores aún con los ojos cerrados -. Quiero ser tuya de nuevo, Harry…
-Sky…
-Cállate –pataleé en el aire -. Hazme tuya… por favor…


-Harry-:


“Diablos, nena, no me hagas esto. Tengo ojos en la cara”.

¿Qué hombre podría negarse a una invitación como ésa? Joder, claro que quería hacerla mía. Ésta y todas las noches existentes. Pero, diablos, no, estaba inconsciente, estaba crudamente ebria, indefensa. Ni tan siquiera podía soportar el peso de su cabeza sobre su cuello, y sus manos temblaban como par de gelatinas.

-Harry… -me instó, mientras una lágrima era derramada por su ojo izquierdo.
-Nena, vamos a acostarnos hoy, te lo prometo –musité -. Pero vas a tener ropa puesta.

LOST  | HARRY STYLES |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora