En el medio del bosque habían dos lobos de colores contrarios, uno blanco y uno negro, ambos estaban combatiendo entre sí por medio de arañazos y mordiscos. Al fin y al cabo no podía determinar con claridad quién sería el ganador, pero sin embargo tampoco veía el premio por ganar, solamente eran ellos y la madre naturaleza del inmenso bosque, nadie me tomaba en cuenta. Caminé lejos de ellos para buscar un lugar seguro, por dentro me preocupaba pero por fuera no lo demostraba, solo me frustraba. En el fondo había absoluta claridad, los sonidos de aquellos lobos peleandose estaban simplemente apartados de mi camino, pero no encontraba salida. La luna iluminaba aquél lado opuesto del bosque por lo que me guíe de su radiante luz nocturna, me guíe hacia una especie de barranco con una brillante catarata que era reflejada por la luz de la luna, habían arbustos al rededor, era una señal de seguridad. Me adentré a la cascada y observé mi rostro por el luminoso estanque, me encontraba desarreglada y más pálida de lo normal, me incliné hacia la orilla y me arrodillé para enjuagarme el rostro. Pude sentir como recorría la refrescante agua en la helada noche cuando se suponía que debería estar de igual temperatura, una helada brisa sopló desde la lejanía haciéndome estremecer por temperatura, me abracé a mí misma tratando de abrigarme pero por desgracia este abrigo tejido a dos agujas no resolvía mi situación.
Un aullido o especie de chillido llamó mi atención, provenía desde los arbustos, traté de rastrearlo muy concentrada por los aullidos que sin duda no eran de uno, si no de varios. Me di cuenta de que un arbusto era el que emitía los gemidos, se escuchaban más infantiles a modo que me acercaba, entre las ramas junté las manos y abrí un pequeño centro sin importarme los cortes que le hacían a mis manos. Miré con asombro a lo que se encontraba adentro de aquél arbusto, los gemidos no paraban de sisear, todo parecía tan irreal, no sabía con exactitud si los pequeños realmente brillarían por la poca intensidad de luz que les pegaba o por la blancura de su cálido pelaje. Sentí ganas de acariciar a una de las crías que se encontraban medio despiertas, acerqué mi mano para rozar con delicadeza la pequeña cabeza de uno de los pequeños pero un rugido me desconcertó por lo que escondí mi mano. Retrocedí para mirar hacia ambos lados en búsqueda del animal, me adentré nuevamente con la mirada baja en dirección a los pequeños bebés lobo que gemían más duro de lo normal, me delaté al darme cuenta que a mis narices me esperaba entre la oscuridad unos intermitentes ojos amarillos.
Gemí por asombro y me inmovilicé por un tiempo, los pequeños lobos aullaban como si los lastimasen, mi corazón latía a medida que se aproximaba el rugido hacia los pequeños.
- Isis... - susurró una voz en medio de la oscuridad.
Continúe petrificada observando al lobo de grandes ojos asesinos, era como estar hipnotizada.
- ¡Despierta ya!- susurró más fuerte.
De pronto abrí los ojos como platos regresando a la realidad, lo primero que captó mi atención fueron los ojos grisáceos ojos de William que me observaban con curiosidad, su cabello se encontraba como si hubiese pasado un tornado para removerlo todo, su color era más frío que nunca y su voz se escuchaba como una regeneración de plena mañana.
- William... - susurré un poco adormilada- ¿Que ocurre?.
- Tienes clase a las ocho y son las siete y media.
Perfecto, así tendré treinta minutos más para recuperar algo de sueño. Nuevamente entre cerré los ojos y me acurruqué como si fuera una bella durmiente ignorando lo que había dicho. Que curioso, hoy tendré clases cuando se supone que es jueves... - inspiré hondo y traté de adentrarme en el sueño nuevamente. Algo no me cuadraba, todavía sentía la presencia de William a mi lado, memoricé lo sucedido de la noche anterior como un programa de televisión, mi madre no se daba cuenta pero tarde o temprano se lo haría saber. Faltaba tan sólo unos días para la fiesta del sábado así que tendría suficiente tiempo para buscar un vestido de fiesta, definitivamente no tendría preocupaciones durante esta semana y mucho menos algo pendiente. Podía sentirme confiada para usar mi libertad aprovechando que estamos terminando.
Un dedo tocó varias veces mi hombro interrumpiendo la entrada a mi sueño, entre abrí los ojos y lo observé con impaciencia.
- ¿Hoy no presentarás un examen entonces?- preguntó con el ceño fruncido.
¿Un examen?. A ver, una prueba final pero... ¿De que?. Mmm.... Oh si ¡Biología!.
- ¡cierto!- exclamé. Salté de la cama ignorando su presencia que me sirvió de ayuda y corrí a tomar una ducha velozmente para luego vestirme, por suerte la habitación estaba sola así que aproveché para colocarme lo más cercano a excepción de los zapatos. Cogí unos jeans y un abrigo algo peludo que hacía resaltar mi cabello y en seguida bajé sin pensar en el niño.
Mi madre no estaba en la cocina por lo que daba a entender que la casa estaba sola a excepción de William y de mí. William se encontraba en la cocina sirviendo un plato de cereal con granola junto a un jugo de naranja.
Lo observé algo confusa lo cual no se percató de eso y continuó en lo suyo. Nunca le había dado permiso de hurgar en el refrigerador pero esto se lo permitiría cuantas veces no estuviese mi madre.
Corrí a tomar asiento para devorar a paso rápido todo lo que se encontraba en la mesa. Agradecí por el desayuno, tomé mis cosas y corrí hacia la puerta olvidando agradecerle también por el recordatorio.
- Recuerda, si la ves te escondes- exclamé y por lo tanto el asintió con la idea bastante clara.
Salí de la casa y corrí a paso rápido hacia la escuela ignorando todo lo que se me atravesara y así fue como logré llegar a tiempo justo cuando había sonado la campana como la otra vez. Apenas entré al laboratorio de biología pude notar que estaba algo vacío, solamente se encontraban unos diez alumnos sentados en la primera mesa junto a el profesor Junior.
Miré algo inexpresiva sin saber porque no habían llegado todos y con mucha curiosidad me acerqué hacia el profesor que me observaba como si no hubiese esperado mi presencia.
- Buenos días profesor, estoy lista para presentar.
- ¿Para presentar dice señorita Hathor?, pero si usted ya tiene su nota que por cierto fue una de las más altas, felicidades- exclamó con una sonrisa.
Los otros alumnos me observaron con recelo. ¿Acaso estaban de mal humor hoy?
- Gracias, pero usted había dicho la semana pasada en formación que hoy sería la prueba final y por eso he venido- reproché.
- Y por lo visto no prestó mucha atención- reprendió el sabio- Yo dije que presentarían la prueba final, la prueba definitiva señorita Hathor, pero esa información no fue revelada precisamente para usted si no para los deficientes que merecen una oportunidad antes de reparar por varios meses.
Lo miré de manera inexpresiva. ¿Que diablos he estado tomando últimamente que suelo tomarme todo tan a pecho?. Miré a todos mis compañeros que no tenían aspecto de querer estar aquí por mucho tiempo y salí del laboratorio.
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© Las bestias inmortales (Tomo I) / #Wattys2016/ #PlumaReal2017/ #UHAwards2017
LobisomemIsis Hathor es una estudiante de 16 años aparentemente común que nunca llegó a imaginarse que pudiese formar parte de un mundo subnormal que pudiera estar involucrado en misterios irrelevantes . Entre muchas ella fue la indicada por la cual su cotid...