II. ¿Celos?

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Downtown, Central de la ZPD. Martes, 28 de septiembre, 6:25 h.

El Recinto Uno de la ZPD se alzaba imponente en toda la calle que éste ocupaba, con una gran semejanza a un estadio deportivo, por su forma semicircular y diseño posmodernista. La luz del sol a medio salir todavía, causaba largas y prominente sombras en los lugares donde llegaba, acentuándolas más aún cuando iluminaba las protuberancias del edificio que parecía más un choque que un diseño arquitectónico. Nick estiró los hombros y el cuello al empezar a subir las escaleras hacia la entrada de la jefatura, para luego quitarse los lentes oscuros y prendérselos del cuello de la camisa.

Al hacerlo, no pudo evitar dirigir su mirada hacia Judy, quien siempre, pasase lo que pasase, lo adelantaba un par de peldaños. Su caminar alegre casi como dando pequeños saltos oscilantes. La forma en que sus orejas se erguían mientras tarareaba una canción que, sin dudas a equivocarse, era de Gazelle. Y cómo no, no sería él mismo si no lo hiciera, sus ojos se detuvieron dos segundos de más en su cola, pequeña y que, muchas veces caviló, debía ser tan suave como el algodón.

Suspiró al ingresar por la gran puerta giratoria de la jefatura, saliendo de sus pensamientos. Sí, no iba a negarse que amara con locura a Judy, su torpe coneja, pero siendo realistas, la posibilidad de que ella lo quisiera de la misma manera y correspondiera sus sentimientos era nula. Casi imposible. Improbable. Sumado al hecho de que no tenía idea de cómo reaccionaría la ciudad a una pareja interespecie. Era mejor no decirlo; a Nick le bastaba sólo con estar siempre a su lado, en las buenas y malas.

Al entrar, Judy saludó con entusiasmo a Benjamin, mientras Nick sólo lo hacía con un asentimiento. Garraza en el tiempo que Nick llevaba en la jefatura, tenía algún secreto para poder seguir comiendo donas como si fuera un colibrí que necesitara devorar su peso en néctar, y no engordar. Mantenía su misma figura redondeada, pero no parecía haber un kilo de más. «Hay cosas que simplemente no tienen lógica.»

—Hola, pareja —saludó Garraza, con una dona en la boca—, casi llegan tarde. —Hizo una pausa mientras comía—. ¿A qué se debe? —Esbozó una sonrisa maliciosa.

—Hola, Ben —saludo Judy—, no fue nada importante, sólo que cierto zorro se quedó dormido.

Por la forma en que reaccionó, abriendo sus ojos más de lo normal, Nick supo que venía alguna de las preguntas de Ben que tal vez no eran para hacerlos sentir incómodos, pero que lo lograban de igual forma.

—¿Durmieron juntos? —inquirió, llevándose las patas a sus rollizas mejillas.

—¡NO! —gritó Judy, un poco escandalizada—. Es solo... que...

Reaccionando rápido, usando una máscara de serenidad como lo hacía cuando estaba incómodo, Nick tomó las riendas de la situación.

—No, adicto a la donas —dijo con calma; esbozó una sonrisa y más tarde bostezó—. Fue mi culpa, realmente. Sólo se me pegaron las sábanas.

—Sí —concordó Benjamín—, a veces me pasa también.

—Sí... no lo dudo. —Nick se imaginó cómo haría Benjamín para levantarse y una sonrisa se le curvó en los labios por la cómica escena—. ¿Bogo está en el salón?

—No, no. Aún no llega.

Nick se volvió hacia la coneja a su lado, quien lo miraba entra asombrada y agradecida por salvarla de una situación incómoda. Él le devolvió la sonrisa a Judy; aunque ciertamente le gustaría de verdad haber dormido juntos. «¿Dará patadas dormida?»

—Estamos con suerte, Zanahorias. Ve tu primero al salón, yo iré a la cafetería por unos cafés y algo de sustento. Necesito azúcar para iniciar el día como se debe —dijo.

Siempre estaré para ti (SEPT 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora