X. Despedidas y ajuste de cuentas

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BunnyBurrows, granja de los Hopps. Domingo, 10 de octubre, 10:35 h.

Poco a poco los rayos del sol fueron atravesando la ventana de la habitación Judy y Nick. La primera en abrir los ojos fue ella, quien tenía abrazada a Meloney en su pecho; se movió un poco y notó que Nick la tenía abrazada contra él. Le importaba poco la hora que fuera, pero como coneja criada en el campo, como lo fue, sumado a su estricto ritmo de vida en el cual se levantaba muy temprano, una vez abrió los ojos, el sueño escapó de su cuerpo como una liebre de un cazador. Sin embargo, no quería moverse para terminar despertando a ambos zorros. En eso, sus ojos se posaron en el reloj en forma de zanahoria sobre su tocador: faltaban veinticinco minutos para las once. Era sin lugar a dudas muy tarde para lo que estaba acostumbrada.

La puerta de la habitación se abrió y el rostro amable de su madre se asomó en el umbral.

—Judy, cariño —dijo con suavidad—, es hora de levantarse.

Asintiendo ante la mirada de su madre, Judy intentó levantarse sin afectar a Nick o Meloney, pero en un mal cálculo, terminó poniendo el pie más al borde de la cama, se resbaló y cayó de pecho contra Nick, aplastándolo un poco. Por efecto él se irguió de golpe, terminando por despertar a la pequeña. Judy se disculpó con ambos y los ayudó a levantarse. Ambos zorros vieron a Bonnie, y Nick como buen yerno le dio los buenos días, pero la pequeña sorpresivamente le dio un abrazo a la coneja. Bonnie se sorprendió, pero no lo rechazó, sino que lo correspondió con gusto. Judy nunca pensó que la zorrita le tomaría confianza tan rápido a su madre.

Bonnie se despidió de la pareja y la pequeña, y al salir les sugirió que llevaran a Meloney al parque del pueblo. La pareja asintió feliz, contenta con la sugerencia. Judy se fue rumbo a la cocina para hacer un rápido desayuno. La cocina estaba sola, por raro que pareciera. «A lo mejor los demás están en sus oficios.» Preparó unas tostadas con mermelada de frambuesa y moras para los tres; las sirvió y cuando las empezó a colocar en la mesa de la cocina, llegó Nick con el uniforme de policía con varias arrugas y Meloney, tomada de la pata.

Los ojos de ambos brillaron ante el desayuno-casi-almuerzo, y Nick soltó un gemido placentero al morder las suyas con mermelada de moras. Parecía estar en el cielo. Comieron tranquilos, ahora más que nunca parecían una verdadera familia, notó ella. Al terminar, dejó su plato en la mesa y fue a cambiarse, no sin antes dirigirle una mirada a Nick: «te encargas de los trastos».

Al salir, Judy llamó a Nick, quien había lavado los platos, y junto con Meloney se fueron al parque del pueblo. Hubieran ido a la feria que estaba por terminarse, pero debido a los acontecimientos del día anterior, ésta se hallaba cerrada.

Ambos se dirigieron al parque, y la pequeña iba en medio de los dos, tomándole una pata a cada una, lanzando miradas curiosas a todo lo que podía. Ahora más que nunca, pensó Judy, parecía una verdadera cachorra; sin aquella mirada perdida y vacía. Al caminar juntos y relacionarse como una verdadera familia, los ciudadanos de los alrededores no dejaban de lanzarles miradas furtivas y cuchichear sobre ellos.

—¿Esa no es...?

—Judy, la hija de Stu; la policía...

—... con un zorro y su cría...

—... ¿Será su hija?...

Ellos hicieron caso omiso a las palabras y las miradas. Nada podría arruinar esa tarde de domingo. Debían disfrutarla al máximo ya que mañana tendrían muchas cosas por hacer. Llegaron al parque y Meloney jaló suavemente a Judy de la pata mientras apuntaba a los columpios. Nick, por su parte, fue a comprar unos helados para los tres. Ambas le pidieron que les trajeran dos de sabor frambuesa.

Siempre estaré para ti (SEPT 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora