XII. Revelaciones

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Tundratown, mansión de los Big. Martes, 12 de octubre, 22:45 h.

En la mansión de Big en Tundratown, FruFru se encontraba ordenando unos asuntos referentes al sepelio de su padre. Aunque el día anterior haya salido del hospital, no podía darse el lujo de descansar, como única hija del mafioso, la administración y manejo de la organización recayó en sus hombros. Claro, tenía la ayuda de sus tres mejores miembros, pero en ese momento solo uno estaba con ella, Kevin. Puesto que Raymund seguía aun en terapia intensiva, recuperándose de los impactos de bala que recibió al protegerla a ella y a la pequeña Judy.

Mientras veía algunos balances de ingresos, notó que algo no cuadraba como debería: los ingresos en Tundratown habían bajado de manera drástica los últimos tres meses, y la razón no se sabía. ¿Algún conflicto? ¿Los negocios se negaban a pagar la comisión? ¿Robos internos? ¿Sabotaje? Mientras ella se carcomía la mente en un intento de encontrar la razón de eso, llamaron a su puerta.

—Adelante —dijo FruFru sin apartar la vista de los papeles.

Entró un oso polar, Koslov, quien era la mano derecha de su difunto padre. Se dirigió de manera neutral a ella, dio un saludo inexpresivo a Kevin que se encontraba cargando en su pata a Judy y posó su mirada en FruFru.

—Señorita, han llegado —informó.

Dicho esto, se paró firme en el despacho a la espera de una orden. FruFru apartó la vista de los documentos y miró, incrédula, a Koslov. Se supone que ellos vendrían más tarde. ¿Por qué se adelantaron?

Dio un suspiro para tranquilizarse y se dirigió al oso.

—Koslov, llévalos a la sala de reuniones y espérame adentro. Ya estaré con ellos. —Se giró hacia Kevin—. Kevin, por favor lleva a Judy a su cuarto y cuando vuelvas, monta guardia en la entrada del despacho, que nadie salga sin mi permiso.

Los osos asintieron y se retiraron. Luego de un rato FruFru se desocupó de sus labores y su fue hacía el despacho. Se sintió extraña yendo por sus propios medios cuando normalmente a ella los osos la llevaban de un lugar a otro. Al llegar a la puerta del salón donde se reunirían, Kevin ya se hallaba en la puerta y con una mirada éste le abrió para que ingresara.

Adentro se encontró con ocho animales de aspecto intimidante. No hablaban y ni siquiera hicieron contacto visual con ella, cada quien parecía inmerso en su mundo con sus propios problemas. Koslov la esperaba sentado en la silla de la cabecera en la mesa estilo ejecutivo del salón que en primera instancia cuando lo construyeron, mucho antes de que ella naciera, sería el de reuniones legales e importantes. Al él verla, se agachó y la sentó en una silla mullida y de estilo ejecutivo que llevaba en sus patas. Ya con todo listo, se dio comienzo a la reunión.

En eso, un zorro rojo de ojos azules, que estaba sentado en la cabecera del otro extremo, se dirigió a la musaraña con una sonrisa de impaciencia.

—Cariño, adelantamos la reunión porque tenemos asuntos pendientes —le dijo, como si le leyera el pensamiento.

FruFru lo miró seria. Ese no era el plan. No tenía razón de peso que ella conociera para que se adelantaran, ¿o era que no confiaban en ella y eran ellos quienes debían dictaminar los términos del encuentro? Suspiró. Debía calmarse, no le convenía iniciar una discusión y menos en esta situación, cuando la que requirió sus servicios fue ella.

—No te preocupes, Porfirio —dijo sonriendo en un intento de parecer serena. Cosa que se le hizo difícil, ella no tenía los dotes de su padre—. Y ya que estamos todos aquí les diré el por qué de mi solicitud.

Una loba de ojos severos se levantó y con una actitud amable se dirigió a la musaraña.

—Eso lo sabemos —interrumpió—, quieres vengar la muerte de tu padre. En pocas palabras quieres destruir a Los Olímpicos.

Siempre estaré para ti (SEPT 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora